Dilma Rousseff pronunció hoy un duro alegato ante el Senado durante el cual denunció lo que definió como «golpe» y afirmó que el «impeachment es como una pena de muerte política». La mandataria suspendida lamentó que en Brasil «se viola la democracia y se castiga al honesto. Estamos a un paso de la consumación de un verdadero golpe de Estado» del cual surgirá un «gobierno usurpador».
Ante los 81 senadores que integran el tribunal que se pronunciará esta semana sobre su destino, Rousseff dijo que una condena sería comparable a «una pena de muerte política».
En caso de ser hallada culpable perderá automáticamente el cargo para el que fue reelecta en 2014 y sus derechos políticos serán suspendidos por ocho años.
Solicitó a los congresistas que tienen que decidir su destino, que voten por su inocencia como forma de defender la continuidad de la democracia.
«Confío que las señoras y señores senadores harán justicia, les pido que voten contra el impeachment, voten por la democracia, voten contra el golpe», dijo.
Opinó, seguidamente, que su eventual deposición sentará un «grave precedente» porque se «instalará la inestabilidad» política y la «inseguridad» jurídica.
Si se aprueba el impeachment «otros presidentes así (como varios) gobernadores podrán ser separados de sus funciones sin motivo alguno como ocurre conmigo», apuntó.
Al mencionar repetidamente que Brasil enfrenta un inminente «golpe parlamentario» o «golpe de Estado», Rousseff remarcó un argumento que es rebatido por sus adversarios.
Según el diario O Globo de este lunes 53 senadores ya anticiparon que votarán por la destitución de Rousseff, 18 que defenderán su continuidad y 10 no se pronunciaron.
Un fuerte cerco de seguridad fue montado en el Senado para garantizar el orden en esta sesión histórica abierta por el presidente del Supremo Tribunal Federal, Ricardo Lewandowski a las 9.54 horas (12.54 GMT).
«Tengo la honra de conceder la palabra a la excelentísima señora presidenta Dilma Vana Rousseff» dijo en tono solemne a las 9.54 horas de Brasilia (12.54 GMT)».
Rousseff había arribado poco después de las 9 horas (12 GMT) al palacio del Legislativo en compañía del ex mandatario Luiz Inácio Lula da Silva, ambos del Partido de los Trabajadores (PT).
Rousseff y su mentor político, Lula, se habían reunido en la noche del domingo en el Palacio de Alvorada, la residencia presidencial a la que tiene derecho la mandataria suspendida hasta 30 días después de su eventual destitución.
Un grupo de legisladores petistas aguardó a Rousseff en el acceso al Senado donde le entregaron un ramo de rosas rojas.
Fuera del Palacio centenas de simpatizantes organizaron un acto de apoyo Rousseff junto a la muralla metálica de 1 kilómetro montada por la Policía Militarizada.
Conocida como el «Muro de Berlín» esa estructura metálica de más de 2 metros de altura fue instalada para evitar choques entre simpatizantes dilimistas y quienes respaldan el «impeachment».
«Entre mis defectos, no está la deslealtad ni la cobardía. No traiciono a mis principios (..) próxima a los 70 años de edad, no va a ser ahora que abdique de mis principios», afirmó la gobernante separada del cargo el 12 de mayo cuando asumió el presidente interino Michel Temer.
Rousseff se emocionó hoy al recordar que fue torturada durante la dictadura que gobernó entre 1964 y 1985.
Recordó que cuando tenía 22 años fue sometida a «torturas y abusos» que le hicieron «dudar de la condición humana» de sus carceleros.
Cuando mencionó ese episodio su voz quedó embargada de emoción por unos instantes, pero poco después retomó la alocución.
Ex miembro de una organización armada Rousseff fue presa durante casi tres años luego de ser sometida a una corte marcial en noviembre de 1970.
«Cuando fui condenada por un tribunal de excepción», dijo Rousseff, «miré a los ojos con la cabeza erguida» a los miembros del tribunal militar, agregó la mandataria suspendida del cargo.
Y posteriormente realizó una implícita comparación entre el tribunal militar y el tribunal ad hoc formado por el Senado para juzgarla por varios delitos.
«Hoy no hay prisiones ilegales, no hay tortura…. y hoy continúo mirando a los ojos….a quienes me juzgan….pueden condenarme a muerte política», aseguró.
«Vi compañeros y compañeras violentados y muertos. Era joven y tenía miedo que las marcas de la tortura quedaran en mi cuerpo y en mi alma. Pero resistí y continué luchando por la democracia», sostuvo. «Dediqué muchos años de mi vida por una sociedad libre de prejuicios y discriminaciones, por un Brasil soberano, más igual y más justo», destacó. (ANSA).