¡Lo que aprende uno cuando quiere hacer una comparación!
Paso a contar: Lo mejor de crecer y convertirse en adulto es poseer un mayor conocimiento del mundo que lo rodea y brindarlo a los que recién comienzan ese camino.
A veces ese conocimiento es simple y de tan cotidiano se cree innecesario y se pasa, entonces a cuestiones importantes, serias, racionales y urgentes. Estos conocimientos pueden darse en un instante, el necesario para que una mariposa de color se detenga justo en la flor minúscula de trébol que casi pisamos en medio de juegos en el jardín. Por un segundo el mundo se detiene para el adulto y se vuelve especial para el chico.
La vida es hipercompleja si pensamos en las diferentes problemáticas que debe afrontar cada uno de los individuos que viven sobre la Tierra, pero a la vez muy simple si pensamos como cantó, alguna vez, Baglietto: “La vida es una moneda, quien la rebusca la tiene… hablo de monedas, y no de gruesos billetes… La vida es una hoja en blanco…”
Retomo la historia: Cuando se está en uno de esos momentos simples (para el adulto), mágicos (para el chico, pibe, niño) pueden suceder dos cosas. Una: se deja escapar ese momento. Dos: se identifica, se comparte el pequeño-gran suceso, se disfruta y se atesora.
Los adultos en general, creo yo, insistimos en la vieja costumbre de hacernos poseedores del conocimiento y lo damos, si es sumamente necesario, a cuentagotas. Y esto debe ser así, de otra manera no se explica que se sigan cometiendo los mismos errores. Es evidente que las recetas no se pasan y los ingredientes secretos continúan siendo secretos porque de esa manera se mantiene la cuota de poder sobre el otro.
Volvamos a la historia: Jardín. Niño. Adulto. Piedra que se levanta por accidente y… un Armadillidium vulgare, más conocido como ¡bicho bolita!, que huye a toda carrera. ¿Sabían que no es un insecto sino que pertenece a la familia de los crustáceos?
El crecimiento de un país no lo va a forjar un plan económico, un plan social, un plan educativo, un plan de salud. El crecimiento de un país lo formarán las mentes, los espíritus y los músculos de las personas que además de integrarlo buscan el bien común. Para eso se debe dejar de lado el egoísmo y ser generoso con el conocimiento, compartirlo. Puede ser un momento mágico, de aprendizaje y de disfrute.
Concluyo la historia: Estamos en el jardín, el Armadillidium vulgare huye. Sólo un instante para decidir si será un momento para compartir un conocimiento con el niño y maravillarnos con la expresión de asombro que aparece en su cara, o dejarlo escapar volviendo a poner la piedra en su lugar. Yo elegí que fuera un momento mágico. Dije: “Mirá Eze, ¡un bicho bolita! ¡Cuando los tocás se cierran y forman una pelotita!”
Ante mi mirada incrédula y asombrada, el bichito no se cerró y siguió su carrera. Una de dos, o el bicho bolita sufrió una evolución en estos años por falta de predadores, o ¡lo mandó el enemigo para dar por tierra con mis reflexiones!
Hasta la próxima crónica.
Escrito originalmente en el 2009