En tanto, los industriales le acercaron al Presidente un esquema alternativo de autoregulación voluntaria.
El gobierno nacional confirmó que se va a aplicar un esquema de cortes programados en el suministro de luz y gas, que comenzará en las industrias. «Estamos trabajando con las industrias para que la medida afecte lo menos posible a la actividad», reconoció este martes un ministro del gabinete económico.
La confirmación abona cierto desconcierto que impera en el gabinete, porque se produjo el mismo día que el ministro Matías Kulfas y el asesor Gustavo Beliz, presentaron un ampuloso plan de desarrollo industrial y tecnológico con pretensión de extenderse hasta el 2030.
La ambiciosa propuesta -sin mucha definición más allá de los títulos- se lanzó sin tener resueltos temas básicos para planificar inversiones, como la descontrolada inflación, el cepo al dólar y ahora, la provisión de energía.
El presidente de la Unión Industrial Argentina, Daniel Funes de Rioja, reveló a LPO que ante los evidentes problemas de suministro energético -anticipados en una durísima carta del secretario Darío Martínez-, desde la entidad fabril le presentaron su propia iniciativa al Presidente. «Propusimos un modelo de autorregulación, voluntario, que evite cortes impuestos, vamos a ver si se tiene en cuenta o no, pero este es el objetivo», afirmó Funes de Rioja.
Mientras que, José Ignacio de Mendiguren, actual presidente del BICE y dirigente de la UIA, durante una entrevista realizada en FM La Patriada, reveló algunos detalles del plan de racionamiento del Gobierno: «Lo que se hace es programar y priorizar sectores. Si se puede prever, cada fábrica sabrá cuándo tiene que apagar su caldera para que no lo sorprenda algún corte», afirmó.
La situación de la escasez energética expone como pocas la falta de planificación en el desarrollo argentino. El yacimiento de Vaca Muerta podría abastecer al país del gas que necesita, pero las demoras en construir gasoductos, en especial el Néstor Kirchner, impiden distribuir y sacar las cantidades de gas necesarias, aunque hay capacidad extractiva para hacerlo.
Luego está el problema macroeconómico. A pesar del favorable saldo del comercio exterior gracias a los exorbitantes precios de las materias primas por la guerra en Ucrania, la Argentina no cuenta con las reservas en dólares necesarias para poder comprar el combustible que alimenta las centrales del sistema eléctrico nacional.
La semana pasada estuvo marcada por un descenso del precio del LNG en el mercado europeo que cerró cerca de 34 dólares por millón de BTU, que si bien es un precio que sigue siendo altísimo, al menos no se encuentra en los niveles estratosféricos registrados hace 15 días cuando el GNL llegó a cotizar por encima de los 100 dólares. Pero la Argentina no pudo aprovechar plenamente esa ventana.
Además, dada la extrema volatilidad de la cotización de los hidrocarburos, resulta muy complejo estimar cuántos dólares se requieren para satisfacer la demanda. Las cuentas más optimistas, arrojan un resultado de más de 6.000 millones de dólares, mientras que en el otro extremo los cálculos estiman más de 14.000 millones. Cifras similares a las reservas líquidas totales del Banco Central, incluso después de la reciente inyección de fondos que hizo el FMI.
FUENTE: LPO