El 21 de marzo es el Día Internacional de los Bosques. “El Periódico Verde” se suma a dicha celebración analizando los peligros que acechan a estos imprescindibles vecinos de planeta.
¿Qué hace peligrar a los bosques?
Los seres humanos somos los más egoístas y destructivos vecinos que se puede tener. Esto es válido para los animales, las plantas y para el mismo humano, que parece empeñado en destruir su hábitat, como si hubiera muchos planetas a los cuales migrar, cuando lo único que está logrando es la extinción masiva de las especies que lo pueblan, él incluido.
Existe un principio físico que es el de “acción y reacción”, que también tiene su aplicación directa en la naturaleza, por ello las consecuencias de los actos humanos acaban por experimentarse tarde o temprano, ya sea agravando males preexistentes o creando nuevas problemáticas con las que lidiar.
Las áreas forestales del planeta se hallan amenazadas por una serie de acciones antropogénicas que se realizan con el objetivo de colmar expectativas humanas, sin que parezca importar que el precio del confort y del nivel de vida que gozan ciertos países, deba pagarse con la vida de otros seres, de igual o diferente naturaleza.
Incendios
La quema indiscriminada de extensas áreas es un fenómeno casi perpetuo, desde hace ya muchos años. Si se observan los mapas en tiempo real es posible comprobar que en algún lugar del planisferio y especialmente en el hemisferio sur, en este mismo instante están ardiendo millones de metros cuadrados de bosques.
Las selvas de América del Sur y del centro de África o los territorios del interior de Australia son lugares donde el fuego arrecia cada vez que llega el calor (cada año a partir de noviembre), puesto que los humanos aprovechan esas fechas para quemar los bosques, para poder reconvertirlos según sus necesidades.
Por más que el mundo entero se lleve las manos a la cabeza y clame al cielo porque se incendia el Amazonas, se quema el Gran Pantanal o en Australia mueren quemados miles de animales y de árboles, en cuanto las llamas dejan de ser noticia, los terrenos se aprovechan para plantar hierbas para el ganado o para cultivar aquello que la moda culinaria impone: palmeras de aceite de palma, aguacates o soja.
Una de las más graves consecuencias de estos incendios, además de la pérdida irreparable de millones de vidas de diversas especies, muchas de las cuales quizá no se llegaron a descubrir es el aumento de la temperatura del planeta y el incremento en el Calentamiento Global, a pesar de los Pactos firmados en Tokio, París o Madrid.
La evidente aceleración del Calentamiento Global ya no solo afecta a los pobres del mundo, sino que está ocasionando desertificación, inundaciones, sequías y aumento de olas de calor en Europa y EEUU, además del agravamiento de los incendios, las tormentas tropicales y los fenómenos meteorológicos extremos, que afectan a zonas cada vez más amplias del planeta.
Deforestación
Talar árboles de forma furtiva, ilegal o en zonas remotas es una práctica habitual que parece no preocupar a los millones de personas que luego consumen ávidamente los productos que se producen con esa madera, sin detenerse a preguntar de dónde sale la materia prima y mucho menos, saber si cuenta con certificados de procedencia.
Cada árbol local que se derriba debería sustituirse por al menos dos o tres especímenes exactamente iguales a los que se talaron, ya que es la única forma de respetar a la naturaleza. Pero, lo que suele suceder es que se destine el lugar para la plantación de especies diferentes, rompiendo por completo el frágil equilibrio ecológico local.
Si se cortan los árboles autóctonos, de nada sirve que se dediquen los terrenos a la plantación de otras especies, especialmente si son árboles o plantas foráneas, puesto que por más que sus acciones se disfracen de silvicultura y/o de producción sostenible, el cambio sólo favorecerá a los humanos que se lucren de ellos.
Muchas palabras, pocas acciones
A pesar de las numerosas promesas que se hacen cada vez que los países se reúnen en sucesivas Cumbres del Clima, los bosques del mundo entero continúan siendo mermados, quemados y talados. La superficie boscosa disminuye a cada segundo, sin que se tomen medidas reales y eficaces, orientadas a salvarlos y preservarlos.
Fenómenos como la deforestación asesina que permite el desarrollo agrícola, ganadero o urbanístico, la desecación y destrucción sistemática de pantanos y humedales, la tala indiscriminada de especie autóctonas y muchas veces endémicas o la plantación de especies foráneas, guiados únicamente por sus índices de productividad, están acabando con las áreas forestales en todo el mundo.
Mucha gente se queja, mientras surgen “líderes climáticos”, que encuentran formas de protestar cada vez más originales, pero la realidad es que los gobiernos no toman las medidas necesarias para detener el imparable aumento de la temperatura del mundo, que pone en peligro de extinción a todos los seres vivos del planeta, humanos incluidos.
Y las consecuencias de estas acciones no se hacen esperar: inundaciones de zonas que antes se mantenían firmes gracias a los árboles que se talaron o quemaron, desertificación de extensas áreas, desaparición progresiva de fuentes de agua y aumento de las olas de calor; unas situaciones que dejarán de afectar solo a los países pobres y podrían acabar con la salud, el confort y la calidad de vida de los habitantes de las naciones más ricas.
Por Sandra MG para “El Periódico Verde”