El entrenador rosarino sopla las velitas después de llevar al Leeds United a la Premier League, tras 16 años de ausencia en la máxima categoría del fútbol inglés.
Marcelo Alberto Bielsa tendrá una celebración muy especial ya que cumple 65 años en la cresta de la ola en su profesión de entrenador, pero no es la única que le toca «surfear» en su carrera en ese lugar, ya que también vivió éxitos con las selecciones de Argentina y Chile o clubes como «su» Newell’s o Vélez Sarsfield, aunque él diga que el título con ascenso alcanzado con Leeds en la segunda división inglesa «no mejora los porcentajes desfavorables» de su trayectoria.
El rosarino, nacido el 21 de julio de 1955, siente que los títulos no fueron en consonancia con el respeto en muchos casos cercanos a la veneración que se ganó en la mayoría de los habitantes del mundo del fútbol, pero seguramente hay una mácula en su derrotero que es la madre de todas las críticas que recibe de sus detractores: la eliminación en primera ronda en el Mundial de Corea y Japón en 2002 con el seleccionado argentino.
Sin embargo, y para ponerle los puntos a las comas, ese fracaso se constituye paradójicamente en su mayor éxito, porque justamente aún a pesar de eso y sin haber dirigido a ningún grande de Europa, es considerado como mínimo desde hace más de una década como uno de los mejores entrenadores del mundo.
Pero esta apreciación no parte solamente de sus «fanáticos» de Newell’s que bautizaron el estadio del Parque de la Independencia con su nombre, ni en los de Athletic de Bilbao, el Olympique de Marsella, el Atlas de México, ahora los del Leeds, o los propios chilenos que en algún momento hasta pregonaron un simbólico «Bielsa presidente». Bueno, por estos días su hermano Rafael está siendo el embajador argentino en ese país.
Los que reconocen en Bielsa esa potencialidad son sus colegas europeos del máximo nivel, empezando por el mismísimo Josep Guardiola, quien lo califica constantemente como «el mejor del mundo», lo que partiendo de él es como decir que es «el mejor entre los mejores».
Y que «Pep» haya requerido de sus consejos y enseñanzas en 2006, cuatro años después de aquel fracaso mundialista y dos más tarde del título olímpico alcanzado por Argentina bajo su conducción en Atenas 2004, es un dato mayor. Y mucho más si se analiza la forma en que lo hizo.
El 29 de abril de ese 2006 Guardiola jugó para los Dorados, de Sinaloa (el mismo equipo mexicano que supo dirigir Diego Maradona hace dos temporadas) su último partido como profesional; apenas tres meses después, en julio, se recibió de entrenador, y en octubre, en medio de la búsqueda de su perfil como técnico, eligió a Bielsa como su mentor.
Claro que esa idea la tenía el nacido en Sampedor desde tres años antes, cuando compartió equipo con Gabriel Batistuta en 2003 en el club árabe Al Ahli y quien fuera dirigido y potenciado por Bielsa en Newell’s se lo recomendó para «confrontar ideas y empezar la carrera de entrenador con el mejor maestro. Si vas a ser técnico, tenés que juntarte a charlar con él», le aconsejó el goleador de Reconquista.
El encuentro se produjo el 10 de octubre de 2006 en la chacra que Bielsa aún sigue teniendo en Máximo Paz, localidad ubicada a 78 kilómetros de Rosario. Antes Bielsa estuvo por Buenos Aires y se juntó por espacio de cuatro horas con otro «gurú» del fútbol al que por filosofía quería, «y debía» conocer: César Luis Menotti, por ese entonces consejero de Barcelona, que lo recomendó para hacerse cargo de algún puesto en esas divisiones inferiores en las que crecía Lionel Messi.
Guardiola viajó desde Buenos Aires hasta la casa de Bielsa en un auto que el propio rosarino le envió al hotel del barrio de Palermo en el que se alojó durante su estadía en Argentina, acompañado por el periodista David Trueba quien, tiempo más tarde, contó que lo que se esperaba fuera una charla amena en tiempos y formas normales, terminó en «un maratónico y encantador intercambio de ideas futbolísticas que se extendió por espacio de 11 horas ininterrumpidas».
La prolongadísima conversación arrancó después de un asado bien campero y como para probar de que madera estaba hecho Guardiola, en un momento Bielsa le preguntó: ¿Usted, que conoce toda la basura que rodea al mundo de fútbol, el alto grado de deshonestidad de cierta gente, aún quiere volver ahí y meterse además a entrenar? ¿Tanto le gusta la sangre?».
La respuesta de «Pep» lo convenció a Bielsa de seguir adelante con sus consejos cuando el hoy entrenador del Manchester City inglés le respondió: «Necesito esa sangre».
Y para empezar a pararse desde la concepción ética de la profesión, el modesto Bielsa decidió no ofrecer más entrevistas individuales desde el 1 de noviembre de 1998, el mismo día en que se hizo cargo del seleccionado argentino. «¿Por qué le voy a dar una entrevista a un tipo poderoso y se la voy a negar a un pequeño reportero de provincias? ¿Cuál es el criterio, mi propio interés? Eso es ventajismo», le dijo. Guardiola adoptó la misma medida apenas tomó el primer equipo de Barcelona.
El 17 de diciembre de 2014 estaba Bielsa dirigiendo al Olympique en Marsella y otro entrenador en ciernes, que por entonces dirigía a la filial Real Madrid Castilla, fue a visitarlo para conocer sus métodos de entrenamiento, porque estaba empezando su carrera y consideraba que para «tratar de ser el mejor, hay que aprender del mejor».
Ese hombre estaba acompañado por algunos futuros colaboradores y antes de la práctica Bielsa les dijo: «Si tienen tiempo, luego del entrenamiento yo podría explicarles mi procedimiento. ¿Eso está bien? Porque uno no debe decir ‘explicarles’, ya que suena vanidoso. Mejor sería entender lo que pasó aquí».
Ese hombre, canceriano como Bielsa, había nacido en esa misma ciudad de Marsella el 23 de junio de 1972. Ese hombre era Zinedine Zidane.