Por Mario Juliano
Escucho frecuentemente las quejas por los reclamos punitivos de penas gravísimas y los deseos de las peores penurias en las prisiones. Por supuesto, yo también leo, escucho y veo esas voces.
¿Ahora, cuán representativas son esas voces? ¿La mayoría de la sociedad quiere que el Estado reaccione en forma violenta al delito? ¿Nos encontramos inmersos en un torbellino punitivista?
Lo primero que deseo decir es que no existen estudios empíricos “serios” que demuestren que la mayoría de la población desea ese tipo de soluciones. Si veo, intuitivamente, que al calor de ciertos hechos muy graves esas voces crecen, como no suele ser para menos.
Pero lo que sí quiero apuntar (para pensar) es que la afirmación de que la sociedad es punitivista suele ser muy funcional a nuestra comodidad. Me explico.
Afirmar que “la gente” quiere mano dura y que se pudran en la cárcel es una sentencia muy desalentadora, que hace bajar los brazos y nos deja la sensación que no se puede hacer nada y que todos los esfuerzos pacificadores son en vano.
Mi experiencia es inversa. Me encuentro rodeado de personas propensas a reflexionar, que se indignan como cualquier otra, pero están dispuestas a construir los cambios y que no se dejan engañar por las voces de sirenas.
Mi propuesta es aceptar lo que implica vivir en una sociedad democrática y pluralista, donde todos y todas pueden expresar sus opiniones frente a los temas que nos conmueven, y donde no dejemos de hacer lo que estamos convencidos que tenemos que hacer.