La confusión y la incertidumbre reinan en la llamada «Jungla» de Calais, el campamento improvisado para inmigrantes en el norte de Francia.
Al tercer día de desalojo, signado por incendios, Fabienne Buccio, responsable del Ministerio del Interior en la zona, anunció la evacuación total del lugar.
«Misión cumplida, la jungla ya no existe. En el campo de inmigrantes ya no hay nadie», declaró exultante hoy la funcionaria, después que los agentes de la Policía Nacional obligaron a los últimos rezagados a alejarse de la barriada pobre para ponerse a reparo y dejar que los bomberos actúen.
Una orden a la que nadie opuso resistencia y que efectivamente contribuyó a vaciar por completo el campo y llevó a la funcionaria a cantar victoria, tal vez demasiado pronto.
Una vez finalizadas las tareas de los bomberos, alrededor de las 16.30 (hora local), Buccio fue abiertamente contradicha por los hechos, cuando un grupo de al menos 150 ó 200 inmigrantes se preparaba para reingresar en la «jungla».
«Tras los incendios algunos volvieron a ingresar solo para recuperar sus efectos personales pero otros pretenden quedarse», contaron periodistas presentes en el lugar.
«No tienen intenciones de ser transferidos en los Centros de Acogida y Orientación (CAO). Quieren permanecer en el campo con la esperanza de llegar a Gran Bretaña», subrayaron las fuentes.
Un cronista de Bfm-Tv, que citó a una ONG local, sostuvo que alrededor de «2.000 inmigrantes» recalcitrantes se encontrarían actualmente entre el centro y la zona de influencia de Calais, pero también en la ruta hacia Dunkerque.
Patrullas especiales «anti-ilegales» de la Policía Nacional francesa ya fueron desplegadas en la zona.
El objetivo es interceptar a los inmigrantes «en fuga» y evitar «mini campamentos salvajes». Para Mariam Guerey, de la organización sin fines de lucro Secours Catholique, al menos mil inmigrantes se encuentran todavía en los alrededores del campo de Calais.
«Muchos no saben adónde ir, esta noche ni siquiera tienen un lugar donde dormir. Habrá una caza de hombres», denunció a la televisión. «Más que resuelta, la situación es dramática», agregó.
De la barriada pobre más grande de Francia partieron hoy 27 autobuses. En total, son 4.404 los refugiados y solicitantes de asilo que desde el inicio del desmantelamiento del campo, el lunes por la mañana, aceptaron ser transferidos a los centros CAO ubicados en distintos puntos de Francia.
Paralelamente, 1.200 menores aislados fueron reunidos en un centro especializado en espera de un eventual reencuentro con familiares en Gran Bretaña, si bien la organización Médicos Sin Fronteras denunció procedimientos «excesivamente apresurados».
Respecto de los múltiples incendios que signaron buena parte de la jornada, la funcionaria del ministerio del Interior los minimizó y explicó que son solo «una tradición de los inmigrantes.
Un modo de decir adiós a sus cabañas». Distinta es la versión de Didier Leschi, director general de la Oficina Francesa para la Inmigración y la Integración, que habló de una situación «seria» y «peligrosa».
«Es verdad que existe esa tradición. Pero lo que hoy preocupa es que estos incendios son múltiples y simultáneos. Si hay tantos, debemos hacernos preguntas…», subrayó.
Según testimoniaron algunos inmigrantes, quienes iniciaron el fuego fueron los «europeos». Una información que no fue confirmada por Buccio que, en cambio, anunció la detención de cuatro afganos sospechados de haber sido los responsables de los incendios.
Mientras desde el hangar del ministerio del Interior partían los últimos autobuses del día, las autoridades transalpinas aseguraron sin embargo que la evacuación será completada en el curso de «esta noche».
Unos treinta inmigrantes ya arribaron a Marsella, a uno de los centenares de centros de acogida donde disponen de camas y duchas. Otros cincuenta bajaron del bus en Gironda, en la región de Burdeos, y se instalaron en bungalows equipados con lo necesario.
En general se facilitó la elección de grupos étnicos para permanecer juntos, como el caso de 30 sudaneses fueron a Charente-Marítima y de 80 etíopes que eligieron ir a Landes.
Pero de los «fantasmas» rebeldes que se quedaron en la zona no sabe prácticamente nada. «Dónde están? Qué intenciones tienen? Qué sucederá en las próximas horas?» son las preguntas que se repiten entre las ONG y los periodistas apostados en el lugar. La noche cae en Calais. Y está repleta de incógnitas. (ANSA).