Por Horacio Castelli
Después de 27 años de la desaparición de Adriana Celihueta solo queda una fea sensación: que la IMPUNIDAD venció, al menos por ahora, sobre la verdad de un delito que tuvo muchos encubridores.
Todos los caminos siempre llevaron a la misma persona, pero la justicia y el mundo político se encargaron obstinadamente en desviar la atención hacia otros objetivos de investigación que por supuesto fueron en vano.
La permanente búsqueda que nunca fue abandonada por su familia mantiene viva la esperanza de arribar en algún momento a la verdad de un hecho que avergüenza a los habitantes de Necochea.
Muchos se hicieron los distraídos, muchos trabajaron denodadamente para que no se descubriera la verdad.
Las carreras cuadreras, siempre fueron el epicentro de las pocas investigaciones serias que se encararon en algunos momentos de la causa, justamente allí parece estar el punto de inflexión que genera una serie de encubrimientos y silencios que hacen rememorar el accionar de la mafia de los años 20.
La realidad es que hemos superado los 30 años de democracia y la libertad de expresarnos, de pensar y votar no la tienen los padres de Adriana que no han podido atravesar el alto muro de connivencias que impiden saber la verdad de lo sucedido.
La política, la justicia y la policía de Necochea tienen una pesada deuda que no ha podido, no sabido; pero muy claramente no ha querido pagar: cortar con la IMPUNIDAD y hacer justicia: