Martín Ríos se presentó ante el tribunal cansado y en continuo balanceo hacia delante y hacia atrás, en el primer día del debate que se le sigue por asesinar a Alfredo Marcenac y herir a otras seis personas en plena calle en 2006. Así, dejó la imagen de una persona medicada y alienada, tal como intenta mostrar la defensa.
«Cuando lo vi, supe con certeza de que ese hombre comprende lo que hizo», dijo la madre de Marcenac en declaraciones televisivas.
«Lo miré insistentemente para ver su actitud y él no pudo posar la mirada en nosotros», agregó la mujer.
El imputado Martín Ríos se mostró ayer en el juicio con la mirada perdida, cansado, despreocupado por su situación y con un particular y constante balanceo hacia adelanto y atrás que dejaron la imagen de una persona medicada y alienada o, al menos, que intentaba mostrarse como tal.
El ingreso de Ríos a la sala de audiencia se produjo a las 10, luego de que los fotógrafos y camarógrafos de prensa tomaron imágenes de la sala donde se desarrollará el debate, de los miembros del tribunal, el fiscal y abogados de las partes.
Custodiado por un efectivo del Servicio Penitenciario Federal, Ríos entró a la sala con la mirada clavada al piso, esposado por la espalda y vistiendo una campera de polar celeste, un buzo bordo, jeans celestes y zapatillas de lona azul.
Si se lo compara con la imagen difundida de su identikit, Ríos parecía hoy mucho mayor -actualmente tiene 30 años-, tiene el pelo corto morocho con algo de canas y barba crecida de varios días.
Además parece haber engordado, ya que presenta una papada que no mostraba el fotofit realizado en su momento por la Policía Federal. Ríos se sentó en una silla detrás de su abogado, fijó la mirada en el suelo, entrecruzó sus manos y comenzó a balancearse hacia delante y hacia atrás en un movimiento conocido por los especialistas de la psiquiatría como «rocking».
Nunca mostró preocupación cuando comenzó la lectura de la elevación a juicio con los hechos que se le imputaban, que duró 50 minutos.
Parecía no estar prestando atención, bostezaba, se sonaba el cuello girando su cabeza y por momentos, además del balanceo, sacudía su pierna izquierda, en una clara señal de impaciencia y de incomodidad. Nunca miró a los padres de Alfredo Marcenac, ni a ninguna persona del público.
Sólo levantó la mirada cuando la presidenta del Tribunal Oral Criminal (TOC) 12, Ana Dieta de Herrero, lo tuvo que llamar dos veces para invitarlo a sentarse en la silla que hay frente al estrado.
Ríos se sentó frente a los jueces, no los saludó, los miró con desconfianza y escuchó atentamente cómo la jueza le decía que podía negarse a declarar y que eso no significaba una presunción en su contra y contestó correctamente el interrogatorio de sus datos personales.
«Martín Ríos, soltero, argentino, treinta años», fueron sus primeras respuestas y sólo tuvo dificultad para recordar su número de documento y su fecha de nacimiento, «doce de enero del setenta y nueve», ya que demoró varios segundos antes de contestar.
Por último, Ríos también dijo que tenía estudios primarios completos y secundarios incompletos, ya que aclaró que cursó «hasta quinto año», pero debía «dos materias», y negó tener antecedentes penales o ser adicto a alguna droga.
A las 11, una hora después de su ingreso, Ríos fue esposado y conducido, por pedido de su abogado, fuera de la sala. Otra vez camino con la mirada perdida en el suelo.