Por Enrique Balech
Esto no es un parte meteorológico que alerta sobre un fenómeno natural peligroso pero fugaz sino que se refiere a algo que no es ni natural ni fugaz. Trata de una enconada batalla dialéctica cada vez mas dura, que involucra el presente y el futuro del parque M. Lillo.
No puedo permanecer fuera del ruedo y creo que nadie debiera hacerlo cuando lo que está en juego es la larga agonía de nuestro principal bien comunitario o, por el contrarío, su revitalización.
El origen del parque es bien conocido. Su concepción se hace por el decreto 8762, que dispuso la expropiación de 120 has que pertenecían a la familia Díaz Vélez-Álvarez de Toledo, situadas a lo largo de la ribera marítima, que se extienden desde la calle 89 hacia el oeste y que en el catastro figuran como lote Mar 4. Pronto se le agregaron los lotes Mar 1, Mar 2 y Mar 3 (decreto 15677A16) que le adicionan unas 484 has. La mayor parle de esas tierras eran dunas móviles.
Cuando se expropia debe explicarse el fin de la expropiación. Por eso el decreto aclara que allí se establecerá un vivero y parque forestal dunícola que tendrá el carácter de público. El acatamiento de este propósito, tan claro que no deja lugar a dudas, haría innecesaria esta polémica.
La finalidad comienza a concretarse cuando la provincia envía para su cumplimiento al joven Ing. Agr. Edgar Gatti (1947). La elección fue acertadísima porque este profesional unía a una excelente preparación, especialización, ya buena experiencia en viveros forestales y fijación de médanos, gran vocación, laboriosidad, tesón e iniciativa.
Conocí bien el escenario que Gatti debía transformar. Donde hoy es bosque, no había mas que un desierto arenoso, de dunas en su mayor parle móviles, sólo pobladas por pastos xeiófilos que viven en ese tipo de suelos, como el espai tillo, ocasionalmente acompañado por el tupe o jaboncillo. Las dos son gramíneas que están tan adaptadas a la vida en donde la arena vuela libremente que desaparecen cuando empieza a formarse humus (tierra vegetal). Ambas Comían larguísimos estolones, especie de delgadas cuerdas vivas, tapadas por la mena, que van formando yemas de las que emergen partes aéreas (hojas angostas y espigas) que aparecen como plantas independientes, más o menos distanciadas unas de otras. Son pastos bajos, de poca cobertura del sucio como se ve en la fotografía, tomada de un estudio del destacado botánico A.L. Cabrera.
La especie que vemos, colonizando dunas jóvenes, es el espartillo y el paisaje el del lote Mar 3, donde hoy se alza el bosque.
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CUIDADO! NO VOLVAMOS A ESTO.
Los que quieran profundizar en el tema pueden hacerlo consultando: Cabrera, Ángel L., 1941. Las comunidades vegetales de la provincia de Buenos Aires. BOLETÍN DE AGRICULTURA, GANADERÍA E INDUSTRIAS DE LA PROVINCIA DE BUENOS AIRES, N° 8-12.
La fauna cohabitante era también muy pobre: algunas arañas de color arena, avispas que las cazan, coleópteros («cascarudos») eternos y torpes caminantes, moscas y tábanos … De los vertebrados de ese medio, los más conspicuos son pequeñas lagartijas, pocas aves: escasos pájaros, algún chimango, vigilantes lechucitas, alguna liebre que escapa y, a veces, se oye el sordo retumbar de un tuco. Era un paisaje que no despertaba codicias ni estimulaba el gran trabajo de mejorar el valor de esas tierras.
El ano en que se inicia la formación del M. I./illo, la nación promulga la ley 13273/48 de Defensa Forestal, que armonizaba totalmente con el propósito de la creación de nuestro parque. Casualidad? No. Corno veremos luego es la expresión de claros propósitos coherentes. Como si esto no bastara, cinco anos más tarde la provincia sanciona una nueva ley de defensa forestal que es, esencialmente, la ratificación de la adhesión de nuestra provincia a la norma forestal nacional, con detalles operativos de esa adhesión. Para el caso, los bosques se clasifican en protectores y permanentes. Los del parque se encuadran en ambas categorías. Quedan así bajo el amparo de las leyes, sin que ninguna decisión municipal pueda extraerlas de esa protección.
Tengo que detenerme un poco en la gran obra de la creación de ese bosque. Gatti llegó a Unes del 47. Al iniciarse el año 1948 emprendió su labor.
El trabajo era múltiple: contratación y formación laboral del personal, instalación de oficinas, implantación de sucesivas barreras de ramas seguidas de un primer cordón vivo de tamariscos, cuidadosa planificación, provisión de agua, y tantas cosas que se requieren para un comienzo.
Así fue como nació el objeto de la imprevisible discordia actual.
La iniciación y el crecimiento de lo planeado fueron vitales para Necochea. Era el principio de una tarea titánica, histórica para nosotros. Gatti, con sus escasos recursos financieros y no mayor de personal, se dio de lleno a la tarea de sembrar incansablemente, día tras día, y ano tras ano, semillas de pinos y de algunos otros árboles. Es una labor manual, de semilla a semilla; no hay sembradoras ni siembra al voleo. Cada semilla va a una lata con tierra bien preparada, con la humedad necesaria. Esto obligó a una constante búsqueda de latas. Después venía el trasplante y la plantación definitiva. Muchas veces todo debe recomenzar poique raramente germinan todas las semillas y con frecuencia las planillas se pierden por causas diversas.
Cuando Gatti tuvo que retirarse había dejado aproximadamente 450 hectáreas pobladas por un millón y medio de árboles. Todavía fallaba forestar, según el plan aprobado, una superficie de un 50% más y completar mucha obra bien prevista por él: calles, iluminación, diversos esparcimientos, mantenimiento, etc.
La tarea realizada por el jefe del parque en éste es, por si sola, para un estruendoso aplauso. Pero el dinamismo del Ing. agrónomo desbordaba su escenario natural por todos los lados. Se ocupó de fijar y forestar 10 has en la ribera quequenense, de dar asesoramiento para arbolado de rutas, de escuelas y colegios, puertos y cuarteles, para establecimientos rurales, para la verdadera expansión de la Villa Díaz Vélez que representan las Villas Zabala y del Deportista, distribuyó más de 4 millones de plantas. La continuación de la Avda. 10 y la apertura de otras calles sólo pudieron hacerse bajo la protección del parque Lillo.
Todo esto es de tan alto valor económico, sanitario, edilicio y educativo, que las cifras de beneficios que la privatización y loteo de porciones del parque, que se ponderan y lanzan (por otra parte muy fantasiosas), SON ABSURDAS, TOTALMENTE IRRISORIAS.
Los amantes del parque eran cada vez mas numerosos, pero también crecían los demandantes de parcelas del mismo que, en nombre del progreso urbano ejercían presión sobre ese bien común, esto sobrecargaba las tarcas, ya muy pesadas, y hacían peligrarlas. Era necesario que la población se implicara más con esa gran obra, defendiéndola, ayudándola y sobre todo, siendo más y más partícipes de su vida. Con ese propósito Gatti pidió, y obtuvo de inmediato, la colaboración de personas que amaban el parque, pero que también comprendían que, así como estaba, era un poco un diamante en bruto que podía ser tallado y pulido. Por su iniciativa se fundó la Asociación de Amigos del Parque Miguel Lillo, no sólo para hacer obras, sino también para hacer frente a los amantes del loteo y construcción privada, que habían comenzado su ataque.
Integraron la primera C.D. de la nueva asociación, el Prof. P. Arozarena, el abogado F. Zabala Vicondo, el constructor R. Bou, modelo de ciudadano abnegado y desinteresado, el Dr. J. Squadrone, otro gran idealista, A. Melé, A. Zenker, R. Sanmarti, señoras de Guridi, de Fraile, quien esto escribe, y otros. Muchos se acercaron a ayudar en múltiples formas, en especial, juntando fondos, ocupándose de las kermeses, organizando festivales, etc. Fue un pequeño ejército de damas y caballeros de todos los niveles sociales. Fue el pueblo de Necochea que cooperaba con entusiasmo para ayudar a una obra que sentían como propia. Con su ayuda se abrieron calles, se instalaron faroles, se construyó el anfiteatro, la fuente luminosa, el reloj de sol, baños públicos, fogones, el lago de los cisnes, se instaló un trencito, se pusieron buenos recipientes para desperdicios. Se contrató a una señora que mantenía los baños muy limpios.
Ecos Diarios reconoció recientemente que se hizo entonces mucho más por ese bien que lo que hicieron todas juntas las sucesivas administraciones municipales. Todo hecho sin aspavientos, gritos, bombos, imposiciones ni divisas políticas. No fue la pueblada sino el pueblo en movimiento, manifestando su fe, su voluntad de cooperar y de luchar por un bien que no es de nadie en particular, sino de todos: por SU PARQUE.
Fue la época de oro del parque, mientras su jefe E. Gatti estudiaba una cantidad de proyectos de los que hablaré luego. Pero después sobrevino el cambio de jurisdicción del parque, que la provincia pasó a la municipalidad y entonces comenzó su decadencia. Su jefe debió dejar todo en otras manos. Se lo instaló en una pequeña oficina. Sobre su escritorio Gatti encontró, la mañana de su cumpleaños N° 60, que debía hacer los trámites jubilatorios por ser «prescindible».
Cayó el presupuesto del parque, se archivaron los proyectos, y no solo no hubo mas plantaciones sino que no se hizo ninguna tarea de mantenimiento, incluso el imprescindible raleo. Se han perdido totalmente varias hectáreas de árboles, hubo destrozos en el anfiteatro, rotura de baños, robo de fogones…
- La finada Asociación había hecho una encuesta informal entre veraneantes para conocer su opinión sobre el parque. La respuesta fue casi unánime: el parque es el mayor atractivo de esta ciudad. No pocos, sobre todo los de más edad, dijeron que venían más por él, que por la misma playa. Son muchos los necochenses que opinan lo mismo.
- Ecos Diarios publica con frecuencia opiniones y nostalgias de necochenses que viven en el exterior. Casi invariablcrmcnte a ellos acuden dos recuerdos: el parque y la playa.
- Hagamos ahora la comparación con algunos otros parques y bosques (urbanos extranjeros).
En pleno centro de N. York se extiende el extenso Central Park. Sólo sufre dos ataques incontrolables: el ruido y la contaminación química. Ocupa las tierras mas caías del mundo, pero sigue ahí; nadie quiere lotearlo.
En el oeste se proyecta hacia el Pacífico la Península de Monterey donde se asentó la primera capital de California, que alguna vez fue argentina (de la que salvó!). Esta cubierta de coníferas (pinos y cipreses) y tiene tres pequeñas poblaciones. Una de ellas, Carmel, es residencia permanente de literatos y de artistas (pintores, escultores y otros; entre los primeros estuvo nuestro Molina Campos), lisia gente domina, desde hace muchos años, el gobierno municipal e invirtió, en defensa de la naturaleza y oposición a lo que suele llamarse progreso, más energía que la que en otras poblaciones se usa para hacer lo opuesto. Este gobierno, casi dictatorial, prohibió los letreros luminosos, la propaganda ostentosa, la sonora y voltear árbol alguno. Al principio los comerciantes protestaron airadamente pero dejaron de hacerlo cuando se dieron cuenta de que, con esas peculiaridades, su pueblo era imán poderoso para el (mismo nacional e internacional. En consecuencia se mantienen prósperos con poco gasto, sin luminarias ni ostentación ni ruido. Carmel suele ser residencia temporal de millonarios que quieren tener días de tranquilidad.
Más al norte, en el estado de Washington, muy arbolado, una compañía que se titula inmobiliaria, compró algunas de la multitud de islas que hay allí, todas con muchos árboles, e inició una rápida desforestación. Veloz, pero muy coita porque en cuanto la gente se dio cuenta de lo que estaba ocurriendo, se encrespó y hasta una población indígena le entabló pleito. Así terminó, bruscamente cortada de cuajo, tal como ellos estaban haciendo con los árboles, la actividad de la inmobiliaria TRILLIUM que, sin embargo, pronto encontró consuelo en el extremo sur de Sudamérica. Como tantos otros, descubrió que aquí estaba el paraíso de los depredadores, en especial en un país que recibe con los brazos abiertos a quienquiera que desee llevarse sus recursos naturales, dejando caer algunos dólares. TR1LL1UM ya comenzó el aniquilamiento del bosque fueguino.
En Europa los ejemplos de mantenimiento tenaz de bosques, incluso en las grandes ciudades son numerosos.
En Londres son famosos los hermosos parques y jardines. Hyde Park, Kinsington Gardens, Regents Park y otros.
En Oslo está el espectacular parque Vigeland.
En París, que algunos llaman la «capital del mundo1′, está el famosísimo bosque de Bolonia, cuya extensión duplica la del parque M. Lillo. El que lo conoce dirá que está cortado por maravillosos jardines llórales, paseos, fuentes, lagos y estanques, confiterías, pistas para deportes y salones de arte.
Así es, pero si señalamos diferencias hay que agregar que el de París tiene muchos años, que se implanta sobre un suelo consolidado hace siglos, que fueron tierras de labranza, que no sufre embates del viento del mar ni tiene arena que detener. Nuestro parque es nuevo, en creación. Precisamente los proyectos del Ing. Gatti y de su asociación amiga, propone en escala mucho mas modesta, algunas cosas semejantes. Se proyectan más calles, pistas de atletismo, juegos infantiles y construcciones bien espaciadas y destinadas, mayoritariamente, al desarrollo cultural. Hasta soñamos con un centro de cultura internacional, convencidos de que era posible conseguir importantes aportes de diversas embajadas. En fin, quisimos convertir el parque en un polo de cultura. Aquí queda la idea para la gente con visión verdadera de futuro y voluntad de trabajo.
Todo funcionario tiene la obligación de cumplir bien la tarea inherente a su cargo, pero algunos van mucho más allá de esa obligación y dejan una obra excepcional.
De Necochea conozco dos de esas obras, el Museo Bromatológico, único en Iberoamérica, obra del Dr. J. Squadrone, y el parque M. Lillo, realización del Ing. Gatti.
Para vergüenza de esta ciudad el primero fue destruido, sin que nadie haya explicado jamás por qué, por quien y cuándo. Esa obra impar, joya de Necochea, se perdió para siempre y nunca mas podrá repetirse.
El parque todavía está, aunque en estado de abandono, sin la obra indispensable para su mantenimiento, ni siquiera el raleo, del que se habla, pero no se hace (raleo no es sólo cortar árboles). Pero está en un momento crucial. De lo que se haga ahora depende su supervivencia o su entrada en el oprobioso destino del Bromatológico.
Desmonte y loteo sería violación del carácter de ejido de esa propiedad, de bien común para solaz del pueblo, el retorno a los médanos, que no están liquidados, sino tan solo cautivos; la muy peligrosa supresión del largo proceso de consolidación y del comienzo de la formación de tierra vegetal, el descarte, sin estudio, de otro proyecto de creación de un gran centro turístico-cultural y una nueva eliminación, no fundada, de estudios solicitados.
Me gustaría saber, por ejemplo, que se hizo del cumplido por los geólogos Isla, Teruggi y Farenga, del Centro de Geología de Costas de la Univ. de Mar del Plata (1993). Se pidió, pero es evidente que no lo tienen en cuenta pues de él nada se dice y, contrariándolo, se lleva adelante el proyecto de «apertura del frente sur1′ (sic), aunque ese fundado estudio geológico concluye que «no resulta conveniente proponer un loteo de la zona litoral del parque Lillo, teniendo en cuenta el art. 58 de la ley 8912…»etc. Mala costumbre es la de pedir estudios y eliminarlos cuando no favorecen deseos predeterminados.
Agrego que ese informe también llama la atención sobre el problema del destino de las aguas servidas, recolección de basura, distribución de fluidos, etc., que pueden generar problemas graves si se instala allí una población de cierta importancia.
Respecto a la basura es muy penoso ver basurales en pleno parque. No se trata de la abandonada por habituales concurrentes desprolijos sino de la traída por camiones blancos que vienen a descargarla en el parque. Fui dos veces al Lillo, a distintas horas, y en ambos observé este hecho increíble.