Por Alejandro Borensztein
Lo peor que tiene el peronismo es la cantidad de gorilas que crecen a su paso. Por eso, Compañera Jefa, llegó el momento de las grandes decisiones.
Se que estamos haciendo todo lo necesario para ganar, pero no estoy seguro de que alcance. La oposición se está poniendo brava y encima tengo la sensación que a veces el Compañero Jefe, se va un poquito al carajo. Con todo respeto, por supuesto.
Últimamente, no para de anunciar que si perdemos se viene el caos, la explosión, el abismo. En síntesis, la más completa oscuridad. Si la cosa es tan así, yo iría comprando velas. Pero aún si así fuera, me parece que se le va la mano. Es como decir que si algo hicimos bien en estos años, está agarrado con alfileres y se caería con el primer vientito.
Con cada paso que damos, la nave va perdiendo altura y los votos se nos piantan como si fuera un chorro de nafta saliendo de un tanque de combustible agujereado. De nada sirvió adelantar las elecciones porque fue como meterse de lleno en el cúmulos nimbus, en lugar de ir maniobrando, sesuda y tranquilamente, entre los nubarrones para ir zafando de la tormenta. Y la rematamos con las candidaturas testimoniales, que es como si la azafata al acercarse y preguntar: «¿pollo, pasta o pescado?», nos traiga una porción de muzzarella gomosa y fría, sin importar lo que uno elija. Como ve, hoy estoy muy aeronáutico.