¿Cómo estás?. Yo bien, contento por el repunte de los precios agrícolas, que venían en el tobogán. Gran noticia para todos, empezando por los chacrers, a quienes los agarra con el 90% de la soja sin vender. Lo bien que hicieron, desoyendo los consejos de algunos analistas.
También quedó en falsa escuadra el propio ministro de Economía, Luis «Toto» Caputo, que la semana pasada erró el vizcachazo cuando tildó de “especuladores” a los productores del campo. Quizá haya querido decir otra cosa: viniendo del mundo de las finanzas, “especular” no es peyorativo. Lo que “Toto” Caputo debe haber querido remarcar es que si la razón para retener los granos era la expectativa de una devaluación o de una mejora del tipo de cambio, debían olvidarse.
Nadie sabe si estos 20 o 30 dólares más para la soja van a inducir ventas inmediatas. Tampoco se puede sostener que ya se tocó techo. Las inundaciones pavorosas de Rio Grande do Sul, y también las lluvias que atrasan la cosecha en todo el Mercosur (principal región productora del mundo) obligan a ser expectantes. Lo concreto es que si se sostienen, entrarán mil millones dólares adicionales por la soja y otros tantos por el maíz (que acompañó las subas). También para el trigo, donde no queda mucho por vender, pero es un gran aliciente para la siembra que ya se inicia.
En este contexto, el Gobierno lanzó algunas medidas que fueron en general bien recibidas por los productores: la reducción de los derechos de importación de insumos. Bienvenida cualquier decisión que apunte a mejorar la ecuación productiva. Pero conviene mirar toda la cuenta. Estamos operando por el lado de los costos, y no sobre los precios, donde el respingo de estos días puede tentar al gobierno a mantener la exacción de los derechos de exportación. Ya se escuchó por ahí que la suba del 10/12% del maíz o el trigo equivale en la práctica a una eliminación de las retenciones. Un exabrupto que apunta, objetivamente, a justificar el gran robo de granos. Sigamos.
A la urea, insumo crítico para el trigo, la rebaja es del 5%. Muy importante. Pero digamos todo: entre el “Impuesto País”, Estadística, IVA, retención de Ganancias, etc, la carga total era del 54%. Ahora será del 49%. Es decir, un productor argentino sigue pagando el fertilizante un 50% más caro que su vecino de Uruguay, Paraguay, Brasil, Bolivia o Chile. Ayuda mucho que la urea haya bajado abruptamente, acompañando la caída de los granos, siguiendo la lógica de la teoría económica (demanda derivada).
También se redujeron los derechos de importación de la atrazina, cuya oferta se complicó por el incendio de una importante planta productora en San Nicolás. También hubo rebajas en los del 2,4-D y el glifosato, que deberían impactar en un 5% en promedio en los precios al productor. En resumen, ponderando el peso de estos insumos podría esperarse una mejora del 2 al 3% en los costos de producción.
Mientras tanto, el Estado sigue capturando el 33% de la soja y el 12% del trigo y del maíz. No faltará quien diga, al leer estas líneas, que el campo siempre llora, que no hay p… que le venga bien y otras lindezas. Bienvenida cualquier mejora. Pero digamos todo: capturar uno de cada tres camiones de soja, en el puerto, con el flete pago, más el iva del flete, es lisa y llanamente una confiscación sin contraparte. Ya hemos sugerido mecanismos para dar vuelta la taba, sin que implique desfinanciar al Estado. El equilibrio fiscal es mandatorio, pero se puede lograr sin sacrificar el futuro.
El Gobierno, y la mayor parte de los economistas, no toman ninguna propuesta porque es más cómodo mantener el status quo. “Total siembran igual”. “Si las sacamos, subirán los precios de los campos beneficiando al propietario”.
Como dijo un buen tuitero del sector, esto es como pedirle a un esclavo que se banque un par de años más porque seguimos necesitando su esfuerzo.
Insisto: está muy bien operar sobre los costos. Pero el Gobierno debe mirar también el lucro cesante por lo que se deja de producir. Por la pérdida de oportunidades de inversión en alternativas que todos miran con interés, como el riego o en instalaciones para convertir los granos en productos de mayor valor. Y dejar que los ingresos difundan por el interior productivo. Está muy bien lo del litio, el cobre, el shale y cualquier cosa que atraiga inversiones. Pero el mayor inversor, todos los años, es el agro y lo hace con lo que le queda. Imaginemos…