Por Héctor Huergo
Hola , ¿cómo estás? Yo bien, aunque preocupado por el avance de un tufillo tecnofóbico en el imaginario colectivo. No es algo nuevo, pero cuando el discurso se convierte en decisiones con impacto en los sistemas productivos (en este caso, los agropecuarios), conviene activar las defensas. Ahí estoy.
El gobierno de Misiones decidió prohibir el glifosato a partir de 2025. Los argumentos son los de siempre. Y la respuesta también. El glifosato es el herbicida más investigado de la historia, desde que se creó y se autorizó su uso, hace 50 años. La presión de organizaciones ecologistas, fundamentalmente europeas, llevó a revisaciones periódicas de miles de “papers” científicos. Jamás se pudo comprobar algún impacto negativo en la salud humana (o animal).
De hecho, en la Unión Europea prorrogaron una y otra vez el “dead line” (fecha de finalización) de la molécula más exitosa de la historia de la tecnología agrícola. Y también la más demonizada. La intención de estas líneas no es la defensa a ultranza del glifosato (más allá de que cuando cumpla su ciclo vital merecerá un homenaje, por los ingentes servicios qua habrá brindado a la humanidad). La idea es evitar el avance del juego de apelar a las emociones fáciles para hacer política.
El caso de Misiones es más grave, porque parece que junto con la prohibición, está el aliento a una línea de productos biológicos hasta ahora registrados para otras funciones. No tienen (al menos hasta ahora) registro para ser utilizados como herbicidas.
Quienes siguen esta columna saben que vemos un extraordinario futuro para los productos biológicos, donde empresas argentinas están en la frontera tecnológica mundial. De hecho, Rizobacter lidera en el mundo de los inoculantes microbianos, y otras locales han sido adquiridas por las principales compañías internacionales de insumos químicos y semillas. Y más todavía: Bioceres, que nació hace 20 años de un grupo de pioneros de las pampas liderados por Victor Trucco, el padre de la siembra directa en el mundo, adquirió el año pasado una compañía californiana de productos biológicos.
Así que…adelante con los biológicos. Complementarán a los fertilizantes químicos, y también a los productos de protección de insectos, enfermedades y malezas. Otros emprendimientos biotecnológicos argentinos ya han logrado moléculas base bio con efecto herbicida. Muchísimos productos exitosos, al fin y al cabo, surgieron de organismos naturales. Es el caso de la ivermectina, segregada por una bacteria del suelo, que terminó siendo el antiparasitario más eficaz jamás conocido. Y que incluso se recetó para luchar contra el covid, antes de la llegada de las vacunas.
Todo llega. Pero apurar las cosas por alguna necesidad política (la famosa “tentación del bien” de la que nos hablaba hace 20 años Francesco Di Castri en los congresos de AAPRESID) lleva a cometer disparates. Fue lo que hicieron hace un par de años en Sri Lanka, cuando prohibieron los productos de síntesis químicas decretando al país como productor orgánico. La consecuencia fue el derrumbe de la producción de té, su principal fuente de divisas y de prestigio internacional. Dieron rápidamente marcha atrás, pero diezmaron las plantaciones y aún no se han recuperado.
Hay un dato que conviene tener en cuenta. Hace 40 años que visitamos los principales salones de maquinaria agrícola del mundo desarrollado. Desde la Agritechnica de Hannover, en Alemania, el SIMA de París o la Feria de Bologna en la Vieja Europa, hasta el Farm Progress Show en el corn belt o la Expo de Tulare en California. En todos lados, lo que más se ve es el avance de las pulverizadoras. En cantidad y calidad. Cada vez más grandes y eficientes. Ahora, con los botalones de carbono, otro desarrollo argentino, creado por una mujer a la que, navegando, se le ocurrió poner el mástil del velero en posición horizontal. A los cinco años, John Deere adquirió la empresa y lo viralizó.
Aparecen los aplicadores diferenciales, que permiten un enorme ahorro de producto. Con los mejores especialistas (los hermanos Bilbao de Necochea) para sacarle el jugo a esta tecnología. Ahora llegan los drones, de la mano de empresas señeras como Akron. Tienen un cabezal pulverizador centrífugo, que permite controlar el tamaño de gota para hacer más eficiente la aplicación y eliminar la deriva.
Los herbicidas químicos son uno de los grandes inventos de la historia. Cuando era estudiante, planté un ensayo de 100 metros cuadrados para probar distintos inoculantes en soja. El peor problema fue sacar los yuyos. Toda la familia trabajando los fines de semana de enero para salvar las parcelas. Todos llagados, pankutan y gasa.
Ya no queda gente dispuesta a estas labores. Quienes estaban con ganas de plantar montes forestales en la riquísima Misiones, tomarán en cuenta esta decisión. Tienen a Paraguay y Brasil como alternativa. Y también a Corrientes, donde por ahora estas cosas no pasan.
Hasta la semana que viene.