Por Horacio Castelli
En varias oportunidades, he manifestado que la función pública es una responsabilidad que se debe ejercer con honestidad.
No se puede utilizar un cargo público para cuestiones personales, como por ejemplo, enriquecerse.
Pero además no se puede utilizar el cargo circunstancial que se ostente, para venganzas personales.
Observamos, lamentablemente, que estas dos cuestiones se repiten permanentemente, entre muchos funcionarios en todos los niveles.
La función pública, no puede ser utilizada como un privilegio, debe asumirse en función de lograr el bien común.
Sin embargo, podemos apreciar que se manipulan las reglamentaciones, leyes y ordenanzas para favorecer o perjudicar.
De esta manera, se le hace muy difícil al ciudadano organizarse y se termina en un caos que tanto mal le hace una sociedad.