Mañana domingo, la presidenta de Chile entregará los atributos de mando a Sebastián Piñera. Una de sus últimas medidas fue enviarle al Parlamento un proyecto de reforma de la Constitución.
Por Paulina Abramovich
«¡Voy a gobernar hasta el último día!». La socialista Michelle Bachelet se ha apurado hasta el final para cerrar el ambicioso plan de reformas sociales que prometió al asumir hace cuatro años su segundo mandato, no exento de polémicas y críticas.
Obstinada y con un sentido del deber heredado de un padre militar, asesinado por la dictadura de Augusto Pinochet (1973- 1990), Bachelet ha tenido unas últimas semanas de infarto, entre viajes, inauguraciones y proyectos de ley, en un intento de dejar bien amarrada su revolución social.
Uno de sus últimos mensajes fue el envío al Parlamento esta semana de un proyecto de reforma de la Constitución, herencia todavía de la dictadura militar.
Y aunque sus posibilidades de prosperar son mínimas, la socialista cumplió de esta manera el compromiso asumido en el programa de gobierno con el que ganó la reelección en 2013 con un abrumador 62% de los votos.
Todo, bajo el sentido de urgencia que le dio a las transformaciones desde el momento mismo en que anunció su nueva candidatura presidencial tras convertirse en 2006 en la primera mujer que llegó a la más alta magistratura de Chile.
«Tenemos que llevar a cabo reformas más profundas si de verdad queremos derrotar la desigualdad en nuestro país», dijo Bachelet al retornar a Chile en marzo de 2013 después de permanecer tres años a cargo de ONU-Mujeres en Nueva York.
El domingo pondrá fin a una época dorada para las mujeres en el poder en América Latina.
Santiago de Chile, AFP/NA.