¿Sabes cómo lavarte los dientes? Si un encuestador te hiciese esta pregunta de golpe mientras caminas tranquilamente por la calle, lo más probable es que respondas un sonoro SÍ sin dudarlo.
Llevas haciendo esta tarea desde pequeño —probablemente empezaste con dos o tres años— y no se te pasa por la cabeza que puedas estar haciéndolo mal. Pero lo cierto es que quizás te equivoques.
¿Sabes qué se necesita en cada uno de estos casos? Expertos en salud bucodental han respondido a estas preguntas y han aclarado algunas cuestiones relativas a los tiempos, el tipo de dentífrico o el método que debemos emplear. Porque en esto del cepillado es tan importante el cuánto (tiempo invertimos) como el cómo (se hace).
Una vez que hayas terminado de leer las recomendaciones, vuelve al principio y responde: ¿Sabes cómo lavarte los dientes? Quizás para entonces la respuesta cambie.
Cuestión de pasta… Y de cepillo
Para cepillarse los dientes son necesarios dos instrumentos: el cepillo y la pasta. Pero no vale cualquiera, hay que saber elegirlos. «El cepillo debe ser suave o medio en función de las circunstancias de cada persona (nunca recomendamos cepillos duros) y debe estar en buen estado de conservación (habría que renovarlo cada tres meses aproximadamente)», recomienda la doctora Regina Izquierdo, periodoncista y bocal de la Junta Directiva de la Sociedad Española de Periodoncia y Osteointegración (SEPA).
Los cepillos demasiado duros deben ser desterrados de nuestro neceser por varias razones. Según un informe reciente de Vitaldent, «un cepillo con cerdas demasiado duras puede desgastar el esmalte, que tiene una tonalidad blanca, haciéndolo más fino y provocando que se vea la dentina, que está debajo y cuya tonalidad es más amarilla». Además puede dañar las encías provocando su retracción y quedando expuesta la raíz de la pieza dental, lo que puede generar problemas.
Los cepillos eléctricos podrían ser también una opción, pero no LA opción. «Aconsejamos su uso en casos especiales cuando con el cepillado manual no se consigue un adecuado control de placa o en casos de restauraciones múltiples o aparatos de ortodoncia.
En esas circunstancias aconsejaríamos un cepillo eléctrico con sensor de presión y cabezales específicos para cada situación», continúa Izquierdo.
En cuestión de pasta no sólo importa cuál, también el cuánto. Si nos fiásemos de los anuncios de la tele cada vez que nos lavásemos los dientes llenaríamos en cepillo de una buena dosis de dentífrico. Sin embargo, esto no debería ser así.
«Con un guisante sería suficiente», explica Fernando Martín, del Consejo de Dentistas. «La pasta debe tener flúor —cuando hablamos del lavado de una persona adulta— porque ayuda a la remineralización de los dientes y hace que el diente esté más protegido ante posibles ataques de bacterias», asegura Martín.
Como explican desde la clínica Propdntal, la presencia de flúor en la superficie dental reduce la solubilidad del esmalte, dándole mayor dureza y haciéndolo más resistente a la acción de los ácidos y por ende a la producción de caries dental.
Una pasta fluorada es importante y no lo es tanto una blanqueadora. «El efecto que se consigue es menor del esperado», apunta Regina Izquierdo, que recomienda usarlas para el «mantenimiento después de un tratamiento de blanqueamiento en la consulta».
Dos veces mínimo: la noche, innegociable
Lo ideal en higiene bucondental es cepillarse justo después de cada comida pero teniendo en cuenta que los expertos en nutrición recomiendan realizar cinco comidas diarias, esto se antoja bastante imposible.
«Como mínimo debemos lavarnos los dientes dos veces al día, una después del desayuno y la otra, la más importante, después de la cena», explica Fernando Martín. «La recomendación es que si sólo se hacen dos cepillados, el segundo debe ser tras el desayuno para que no pasen demasiadas horas sin cepillarse».
A partir de más de 10 horas pueden producirse más bacterias en la boca, que son las que producen las caries.
Y si el cepillado de la mañana es importante, más lo es el de la noche. «Durante el sueño se produce menos saliva, lo que se conoce como xerostomía. La saliva es un componente natural de nuestro organismo que tiene la misión de defender y proteger la boca.
Ayuda a proteger de los agentes que pueden atacar el esmalte o provocar enfermedades», continúa Martín. Esto se traduciría en una boca menos protegida. «Y más si el paciente duerme con la boca abierta o ronca por lo que la placa bacteriana sería más nociva en ese lapso de tiempo», explica la doctora Izquierdo.
A todo esto se une que al dormir no hay movimiento de la lengua ni de los labios que contribuyen al llamado mecanismo de autolimpieza. Es por ello que el lavado nocturno resulta imprescindible, que se debe hacer a conciencia utilizando hilo dental, para llegar a los espacios a los que no llega el cepillo y donde se estancan las bacterias que darán paso a las caries, y colutorio, que en ningún caso puede sustituir al cepillado.
Barrer y no fregar
No hace falta levantarse de la mesa inmediatamente después de comer el último bocado para irse a lavar los dientes, pero tampoco hay que dejar esperar demasiado tiempo para realizar el proceso. Sólo existe una excepción: «Si la dieta es predominantemente ácida (cítricos, vinagre…), lo ideal sería esperar 30 minutos para lavarnos los dientes y más si la persona sufre hipersensibilidad dentaria», explica Regina Izquierdo. De esta forma se evitaría frotar el ácido contra la dentadura y así evitaríamos repartirlo o por toda la boca e intensificar su efecto nocivo.
La duración del cepillado y el método utilizado son claves fundamentales el éxito del proceso. El tiempo de duración es más o menos conocido —de dos a tres minutos—, pero no pasa no lo mismo con el método. La mayoría de la gente se cepilla de forma intuitiva por lo que el resultado final no es el esperado.
«El gesto debe ser de la encía hacia la parte exterior del diente por la cara tanto interna como externa y en todos los cuartos de la boca”, explica Fernando Martín. Además hay que tener en cuenta que para realizar una higiene bucal completa no debemos limitarnos a cepillar con esmero los 32 dientes de los que se compone nuestra dentadura adulta, suponiendo que tenemos todas las muelas del juicio, o los 20 de la infancia.
También hay que cepillarse las encías y la lengua. «Con el mismo cepillo que los dientes barremos la lengua de lo más profunda a la parte exterior para limpiar los restos de comida que pueden acabar produciendo caries», añade Martín.
La comida importa
Un cuidado completo de los dientes tiene que ir acompañado de una dieta saludable, pero lo más importante es mantener un buen nivel de hidratación. «Así se evita que la boca se seque y al mantenerla continuamente hidratada se protegen mejor los dientes», explica Martín, para el que no existen productos milagros en e cuidado de la boca ni tampoco ninguno que haya que prohibir.
El reciente informe de Vitaldent sí menciona al queso curado para «ayudar a contrarrestar la acción de los ácidos producidos por los alimentos ricos en carbohidratos», Según éste, su consumo aumenta el flujo de saliva lo que favorece la limpieza natural de los dientes y los protege contra la desmineralización. Por el contrarios, señala otras costumbres de las que no debemos abusar; desde consumir mucho café o té, enemigos por todos conocidos, a abusar de los alimentos ácidos que pueden erosionar el esmalte y hacer que nuestra boca sea más propensa a padecer caries a largo plazo.
Además los caramelos duros, también pueden provocar la rotura de una pieza dental o erosión del esmalte, morder hielo puede sensibilizar los dientes y los alimentos pegajosos que duran demasiado tiempo en nuestra boca pueden dar lugar a la aparición de caries. “No se trata de dejar de comer estos productos, sino de lavarse los dientes inmediatamente después de su ingesta”, sentencia el director médico de Vitaldent, Gustavo Camañas.
Y ahora que ya conoces el cómo, el cuánto y el cuándo, llega el momento de volver al principio y plantearse la pregunta inicial: ¿de verdad sabes cómo lavarte los dientes?