La anunciada marcha convocada para tuvo una escasa participación, tanto en la zona del Obelisco porteño como en algunas plazas del interior del país, a pesar de que no llovió y de que se conmemoraba el aniversario de la protesta de 2012 contra el gobierno nacional.
A un año del 8N, la manifestación contó con una adhesión muy inferior a otras marchas realizadas bajo la misma temática, y desde la agrupación macrista La Solano Lima culparon por la poca convocatoria al accionar de “los blogueros Luciano Bugallo y Yamil Santoro, entre otros, que fueron candidatos y como sacaron pocos votos (en las recientes elecciones), se borraron”.
La marcha, convocada por sectores vinculados con el peronismo PRO como La Solano Lima, que lidera el diputado Cristian Ritondo; el espacio que lidera Elisa Carrió; y algunos blogueros vinculados a la Sociedad Rural; fue considera por sus organizadores como “un fracaso”, pero intentaron culpar a las condiciones climáticas.
Otros caceroleros apuntaron contra los medios de comunicación opositores que “ya hicieron sus negocios con los candidatos que triunfaron en las elecciones y ahora no difunden estas protestas”.
Con algunas banderas argentinas y varios carteles, algunas decenas de manifestantes expresaron sus diferencias con las políticas del gobierno nacional y se sacaron fotos con las pocas figuras que participaron de la marcha, entre ellos, el periodista de TN -Grupo Clarín- Guillermo Lobo.
Por Twitter, la escasa participación del 8N generó controversia entre los principales organizadores por las redes sociales y cruzaron acusaciones por el fracaso de la protesta que tenía un doble componente: uno festivo y otro en defensa de los intereses del Grupo Clarín tras el fallo de la Corte Suprema a favor de la Ley de Medios.
El nuevo 8N no contó con el apoyo de políticos opositores de forma explícita y los administradores de páginas de Facebook consideraron, tras varias discusiones, que “no tenía mucho sentido haber hecho una movilización a favor del Poder Judicial en abril y salir a protestar contra la Corte Suprema en noviembre”.
El temor de algunos de los organizadores se hizo realidad ya que la marcha tuvo una escasa convocatoria y fue considerada un “fracaso”, por lo cual lo que se esperaba que sea una fiesta terminó con claras muestras de disgusto y división entre los propios caceroleros.