Opinión

Piedra libre para el salmón fueguino

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Héctor Huergo (Clarín)

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Yo muy bien, porque además de la buena noticia del cosechón de trigo, que ya está adentro, y lo que se viene de la gruesa, estamos con el sorprendente momentum de la ganadería. Parece que el negocio del eterno futuro, al fin tiene un presente concreto. Y una proyección sólida: del mundo vegano que se nos venía encima, de pronto este revival de las proteínas animales, con una demanda insaciable. De todo tipo y color.

En este contexto, llegó la noticia de la modificación de la absurda ley 1355, sancionada en Tierra del Fuego hace cuatro años, que prohibía la salmonicultura en la provincia. Un dislate, porque ahí nomás, en el territorio chileno de Magallanes, la producción de salmones genera más de 6 mil millones de dólares de exportaciones y da empleo a 70 mil trabajadores.

En la web de Clarín Rural publicamos una nota (primera entre las que integran este newsletter) de Lucas Maglio, el experto argentino, manager de la estación de acuicultura de Piedra del Aguila (Neuquén), en la que saluda la decisión y augura posibles inversiones a partir de ahora en una provincia que necesita armonizar su economía con los recursos naturales que posee. Entre ellos, un entorno ideal para la salmonicultura moderna.

En Chile, se ha convertido en una actividad estratégica para la economía nacional y regional, con un rol que va más allá de la simple producción agrícola o acuícola. Es la actividad no minera más importante en términos de valor de exportación. Contribuye más de 2% al PIB nacional, cifra significativa para un solo subsector exportador. Constituye un pilar para economías locales en el sur de Chile, superando la relevancia de muchas industrias tradicionales en esas regiones. Hoy Chile es una potencia global en salmonicultura, compitiendo apenas detrás de Noruega.

Visité el sur de Chile a fines de los ’80, cuando esto empezaba a tomar forma. Conocí una estación de cría de salmónidos, en Lautaro. Allí se producían los alevinos que luego irían a las jaulas en Puerto Montt. Era todo muy incipiente, pero tremendamente tentador. Hoy hay enormes plantas de alimentos balanceados, alguna de empresas argentinas, y todas consumiendo insumos producidos en estas pampas. En la dieta de los salmones entra la harina de soja, gluten de trigo, algo de maíz, aceites y otros ingredientes que nadie produce de manera más económica que la Argentina.

Es una actividad “conocimiento intensiva”. Lo aprendí en Cadiz, donde el gerente de una gran piscicultura en la que se producían las exquisitas Doradas, dijo que el primer pescado les había costado un millón de euros. Después, necesitaron otro tanto para lograr el primer kilo de pescado. Y después no pararon de hacer dinero. ¿Cuál es la clave? Hay varias claves.

La primera, es el enorme potencial reproductivo de un salmón (mejor dicho, una salmona…). Es lo que le ha permitido sobrevivir, porque en el mar se comen los unos a los otros. Te atacan en todas las direcciones, porque el principio de Arquímedes compensa la gravedad. En tierra en general te atacan solo de costado. Ni de arriba ni de abajo.

Entonces, la clave es tener muchísimas crías. Miles de huevos. La acuacultura es a la pesca lo que la ganadería a la caza. Poniendo un par de salmonas a resguardo de los predadores, tendrás una estancia de cría en una jaula. Se las hace desovar en recipientes adecuados, y un macho las insemina. Se incuban los huevos, nacen los alevinos, se los alimenta en piletas. Esta fase se llama “smolt” y se hace en agua dulce.

Cuando alcanzan un peso de 150 a 200 gramos, estos pescaditos ya adquirieron la capacidad de vivir en agua de mar. Entonces van a jaulas en el océano, donde se desarrollan hasta los 4 o 5 kg de peso. Es el “grow out”. Esta etapa dura un año. Finalmente, pasan seis a ocho semanas en “corrales de terminación” (finishing) donde adquieren el típico color rosado y las características organolépticas que pide el mercado.

En todo el proceso, la conversión es casi uno a uno. Es decir, mucho más eficiente que cualquier otra especie proveedora de proteína animal. Esto es consecuencia de dos cosas: el propio principio de Arquímedes, que le permite ahorrar energía para el movimiento; y la capacidad de regular la temperatura corporal. Vive a la misma temperatura que el agua circundante, lo que implica un bajísimo metabolismo basal (la energía necesaria para mantenerse vivo).

Pero no es para todos la bota de potro. Además del conocimiento, hacen falta inversiones. Como en la ganadería y la lechería modernas. Cuando hace treinta años arrancó la oleada del feedlot en la Argentina, algunos se hicieron famosos diseñando corrales precarios, con comederos de lona, un tanquecito aguatero y mucho barro. Pronto nos dimos cuenta que el engorde a corral era otra cosa. Hoy los que prosperan son muy prolijos y profesionales. Aprendimos.

Lo mismo va a pasar con la acuacultura, y en particular con la salmonicultura. Lucas Maglio nos habla del posible interés de empresas noruegas, que están en Chile y cada vez buscan más destinos para una actividad de demanda inagotable. Basta mirar las cartas de cualquier restaurante para ver que el salmón es infaltable. No solo el boom del sushi.

La cuestión es que ahora Tierra del Fuego está frente a una nueva oportunidad. Que sigan haciendo todo lo que saben hacer. Pero ahora pueden cortar amarras y navegar otras aguas.

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