Agro

Argentinos, a las cosas

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Héctor Huergo (Clarín)

¿Cómo estás?

Supongo que bien, como todos los hombres de buena voluntad que habitan el suelo argentino. La sorpresa electoral tuvo un impacto enorme en los mercados. Se disiparon los temores de una vuelta al pasado, lo que flotaba en el ambiente tras la derrota del oficialismo en las elecciones del 7 de setiembre. Argentinos, a las cosas.

en la Argentina, las cosas arrancan por el agro. Hay otras, pero el agro es lo que manda. Tanto, que estuvo en el centro del tapete en la negociación con el gobierno de Donald Trump para lograr el apoyo crucial para resolver la delicada situación macroeconómica, agravada por el temor a una vuelta a pasado. Los malabares de la administración Milei necesitaban un auxilio financiero inmediato.

Llegó. En el medio de la negociación con Trump, apareció el agro. Primero, en las declaraciones del secretario del Tesoro, Scott Bessent, cuando dijo que los 20 mil millones de dólares del swap no eran para que la Argentina mantuviera el “tax holiday” para sus commodities agrícolas. Es lo que había hecho el gobierno cuando suspendió transitoriamente las retenciones para la soja. En otras palabras, sugería que Milei mantuviera a largo plazo su política de derechos de exportación para la soja y sus derivados.

Esto fue como respuesta al lobby agrícola de los EEUU, que pusieron el grito en el cielo cuando vieron que la Argentina, con la quita de retenciones, se abalanzaba sobre el mercado chino. La República Popular era el principal cliente para la soja norteamericana. Allí iba el 70% de sus exportaciones.

Pero hace unos meses Trump le metió aranceles de importación a todos los productos industriales chinos. En represalia, Xi Jinping dejó de comprarles soja, optando por el origen Brasil, que se quedó con el regalito. Argentina no jugaba, porque los chinos compran poroto y nos sus derivados industriales, que es la especialidad argentina.

La amenaza velada de Bessent se disipó rápidamente, porque en un par de días se alcanzó el cupo de 7 mil millones de dólares de liquidación de exportaciones que pretendía el gobierno, antes de tener la certidumbre del apoyo de los EEUU. Es una cuestión crucial para la diplomacia comercial argentina: el apoyo financiero es fundamental, pero también lo es mantener la competitividad de la producción exportable. La sustentabilidad depende de la ampliación de la base productiva, empezando por lo que sabemos hacer.

Sigamos. A la “sugerencia” de Bessent, se sumó el comentario de la secretaria de Agricultura, Brooke Rollins. Le dijo a los de la American Soybean Association que además de retomar a mediano plazo las negociaciones con China, su gobierno buscaba nuevos mercados para la soja. Dejó entrever que veía una oportunidad en exportar poroto de soja a la Argentina, donde hay una enorme capacidad ociosa en la industria aceitera. Es una paradoja: esa situación es consecuencia de la caída de la producción local, precisamente como consecuencia de los derechos de exportación.

Hay más. En esta negociación apareció la carne. Trump ofreció ampliar de 20 a 80 mil toneladas el cupo de carne vacuna con bajo arancel (10%). Y cometió el exabrupto de decir que con esto iba a bajar el precio en el mercado interno. Los rancheros y feedloteros le saltaron a la yugular. La misma Rollins quiso poner paños fríos, diciendo que eso iba a servir para que los consumidores prefirieran cortes anatómicos en lugar de hamburguesas, a las que calificó de chatarra. Más leña al fuego. Y encima armó el entredicho con la cuestión de la aftosa, un golpe bajo inaceptable.

Para el agro argentino, está buenísimo lo de la cuota para la carne. Ojalá se concrete. Hoy forma parte de una compleja negociación, donde entran en juego una amplia gama de productos, no solo del agro. Entre ellos el aluminio y otras manufacturas. Dura tarea para el embajador Alec Oxenford, la Cancillería y los equipos de Agricultura, incluido el Senasa.

Mientras tanto, además del oxígeno de Trump, llega una fantástica cosecha de trigo. El resultado electoral del domingo vino con un pan abajo del brazo. Arrancó en el norte con rindes excepcionales, después de cuatro campañas perdidas. En Santiago del Estero, en el Chaco, en Corrientes. El jueves se remata en la Bolsa de Cereales de Buenos Aires el primer lote, de un productor chaqueño. Allí se anticipará que estamos frente a un récord de 23 millones de toneladas, que aportarán también un récord de 3 mil millones de dólares en exportaciones, además de sostener la demanda local de todo lo que se hace con harina. Otros mil millones en cebada. Y después viene la gruesa. Y el maní, el arroz, el vino, las frutas, el complejo olivícola. La pesca.

Ah, también Vaca Muerta, minería, software, turismo.

Argentinos, a las cosas.