Agro

AGRO: «Quiero flan». Tenemos

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Héctor Huergo (Clarín)

¿Cómo estás?

Yo, muy bien, a partir de dos noticias de las últimas horas: el crecimiento del 12% de la producción de leche, y la cifra récord del consumo de huevos en el primer semestre del año. En el primer caso, lo informó la Secretaría de Agricultura, en el segundo, Javier Prida, titular de CAPIA, la cámara que reúne a las empresas avícolas.

Vale la pena profundizar en ambos temas. Ahí vamos.

El informe de Agricultura atribuye el incremento de la producción de leche al clima favorable del primer semestre. Esto es cierto, pero es solo la punta del iceberg. La lechería está experimentando una profunda transformación, con una clara tendencia a la intensificación, lo que también involucra a la escala.

Lo notable es que este aumento de la producción se da al mismo tiempo que han cerrado 90 tambos. Pero casi no se modificó el número de vacas en ordeñe. Es decir, las vacas no fueron al matadero, se siguieron ordeñando en otros tambosO bien fueron sustituidas por vaquillonas que se sumaron al rodeo lechero nacional.

Esto es posible fundamentalmente por la generalización del semen sexado. Antes de su irrupción, como solo la mitad de los nacimientos eran terneras, apenas alcanzaban para reponer las vacas que completaban su ciclo productivo, después de cuatro o a lo sumo cinco lactancias. Ahora sobran y es más fácil la reposición.

Pasa lo mismo en los países más avanzados, como los EEUU, donde hay ya un notorio sobrante de vaquillonas. Muchos están preñando con semen Holstein sexado sólo a las mejores vacas, y a las de menor rendimiento las inseminan con razas de carne. Los terneros cruza tienen buena demanda, ante la caída del stock de vacas de cría. Pero ese es tema de otra nota. Sigamos con el tambo.

Así que el aumento de la producción de leche no es consecuencia de un aumento del número de tambos. Ni tampoco de la cantidad de vacas totales. Esto quiere decir dos cosas: hay más vacas por tambo, y estas vacas dan más leche por día. En otras palabras, escala e intensificación.

Si bien no hay datos, esta tendencia se da sin que se incremente la superficie destinada específicamente al tambo. Es decir, no solo aumenta la producción por vaca, sino la productividad por hectárea. En esto incide un hecho fundamental: la generalización del uso del silo de maíz como base de la alimentación.

El silo de planta entera triplica la producción de materia seca digestible por hectárea. Un maíz de 10 toneladas por hectárea de grano, cuando se pica y compacta en silobolsas o bunkers, aporta de 15 a 20 toneladas de alimento. Que además se entrega en comederos, por medio de carros mixer que lo mezclan con otros ingredientes para entregar una ración balanceada.

Así, las lecheras no dependen del pasto de cada día. Ni tienen que ir a proveerse de la comida caminando del tambo al lote dos veces por día ida y vuelta. De aquellos corrales rudimentarios de hace treinta años, se fue evolucionando hasta entrar en la era del galpón, con distintas modalidades, pero siempre apuntando al confort animal. Ya no hay tanta diferencia con los tambos de California, Indiana o Florida, que parecían tan ajenos a nuestras posibilidades, pero lo hicimos.

Ya no miramos tanto a Nueva Zelanda, que siempre subyugó por su modelo pastoril, aparentemente de bajo costo, pero que en la Argentina sucumbió ante la agricultura de la siembra directa, las nuevas semillas y la fertilización. Incluso en cuencas donde el modelo neocelandés está muy arraigado, como en Tandil, prosperan tambos confinados como el de los DiFonzo en Vela.

Así, en treinta años pasamos de un standard de 18/20 litros por vaca y por día, a la actualidad de 35/40. En rodeos grandes que analizan si conviene ir al robot de ordeñe o a los carrouselles. Pocos imaginaban estos cambios hace veinte años, cuando en el mejor de los casos simplemente suplementábamos a las vacas con dos kilos de granos por ordeñe. Hoy tienen comida fresca en el comedero todo el día, pareja todo el año y caminando el mínimo posible.

Pasemos al huevo, que sigue el mismo patrón de la intensificación, la tecnología y la escala. Galpones automáticos que se entregan llave en mano, el alimento más barato y con mejor huella de carbono del mundo (el maíz argentino es la base de la ración para las ponedoras, la mejor genética y un buen manejo sanitario. Así, la producción de huevos se acopla con una demanda revitalizada. Es la proteína animal más barata y accesible, que sepultó los fantasmas comunicacionales del pasado. La salida exportadora (50 millones de dólares es apenas un punto de partida) en un mundo que todavía sufre las consecuencias de la gripe aviar, que diezmó planteles en todo el mundo.

Leche y huevo, parafraseando a Alfredo Casero, “quiero flan”. Tenemos.