Yo, como todos, esperando dos cosas: que llueva y que saquen las retenciones…Hacen falta las dos cosas, sobre todo porque estamos en una fase de bajos precios internacionales, lo que ha puesto a todo el mundo agrícola en vilo.
Pruebas al canto: las principales empresas de la cadena global la están pasando mal. Desde John Deere a Cargill. Pasando por Corteva y Bayer. Planes de restructuración, achiques de personal en todos los niveles, calificadoras y analistas bursátiles que recomiendan reducir o a lo sumo mantener las tenencias de acciones de estas compañías.
Frente a este panorama, los gobiernos actúan. En la UE hay iniciativas para duplicar los ominosos subsidios a sus agricultores. En los Estados Unidos, el congreso aprobó un paquete de ayuda de 30.000 millones de dólares, 10.000 de ellos en subsidios directos a los farmers y otros 20.000 en compensación por catástrofes climáticas de los años 2022 y 2023.
Esa cifra de 10.000 millones de dólares coincide con lo que el proyecto de presupuesto argentino asigna para el 2025 en materia de retenciones. “Se eliminarán cuando se pueda”.
Aceptemos por un instante que en este momento no se puede. En estas páginas ya hemos planteado alternativas que evitan el desfinanciamiento del Estado. Los mecanismos propuestos apuntan a evitar las consecuencias de mantener los Derechos de Exportación, un mordiscón sobre los precios que altera totalmente la relación insumo/producto.
Esto afecta la incorporación de tecnología, lo que impacta en los rendimientos. Y achica la superficie, porque impide producir en zonas alejadas de los puertos, que en general coinciden con un clima menos benigno y suelos de inferior calidad. A la inversa de lo que ocurre en los grandes competidores: el corn belt de los EEUU o los Cerrados en Brasil están a miles de kilómetros de los puertos, pero compensan con fertilidad, tecnología y menores costos por infraestructura (fletes).
Lo más notable es que aquí hemos hecho un par de veces el experimento de eliminar los derechos de exportación. Los resultados fueron inmediatos. Hace exactamente 40 años, cuando el gobierno de Alfonsin abusaba de los derechos de exportación y tipos de cambio múltiples, que también encarecían la tecnología, se conoció el “Informe 84”. Elaborado por un grupo de expertos (Esteban Takacs, Enrique Gobbée, Luis Serantes), el informe decía que si se eliminaban esas trabas la producción agrícola podría pasar rápidamente de las 35 millones de toneladas, a 50 millones. Era la propuesta para salir del estancamiento.
Alfonsín no “compró”. Terminó su mandato con un achicamiento de la producción, por ende las exportaciones, y reservas en rojo.
Con la convertibilidad de Menem/Cavallo, llegaron juntas la unificación cambiaria y la eliminación de las retenciones. Al campo le costó acomodarse, porque los precios internacionales mucho no ayudaban. Pero se inició una profunda revolución tecnológica. El “uno a uno” abarató los equipos e insumos. Además de la eliminación de regulaciones restrictivas, como los puertos en manos del Estado y restricciones para que las compañías internacionales invirtieran en el interior.
Ahora hacían falta menos kilos de soja, trigo o maíz para pagar un kilo de camioneta, tractor o nitrógeno. Había un bagaje científico-tecnológico de fondo y una formidable generación de profesionales y productores tocados por la varita mágica del progreso. Se desencadenó la Segunda Revolución de las Pampas. La meta de 50 millones del Informe 84 fue superada en 1997, el primer año con la soja RR, llave maestra de la gran transformación. Ya en el 2000 estábamos en las 70 millones, y duplicaríamos 10 años después, por inercia tecnológica porque el gobierno kirchnerista había apelado nuevamente al añoso modelo de la exacción de todo el excedente financiero de la agroindustria. Hace diez años que estamos estancados.
Hubo, es cierto, un veranito en el ciclo Macri (2015/19). Fue cuando se eliminaron los derechos de exportación para el maíz y el trigo. La segunda experiencia de lo que sucede cuando mejora la relación insumo producto gracias al “precio lleno”: explosión del maíz, que duplicó la producción. Y un 50% de aumento de la cosecha de trigo. Creer o reventar. Recuerdo haber hablado de esto en el 2020.
Se puede ver la nota en este link: https://www.clarin.com/rural/riesgos-seduccion-corto-plazo_0_im1nj9rKy.html?srsltid=AfmBOoo1BkGLbuV0HSJrrtsfXvSEmpEvJ-zXrM1-YcG1skaOYHbVGJaG
Ahora estamos atravesando esta sequía, cuando están muy frescos los veranos terribles del 2022 y 2023. Vuelve al ruedo el debate sobre el riego. Con esta relación de precios se hace muy difícil implementar el riego complementario. Sólo es rentable para producciones especiales, como la semilla híbrida, el arroz o cultivos más intensivos como la papa. Hay mucha agua disponible que se saliniza al llegar al mar. El potencial es gigantesco, pero aquí la mirada (no solo del gobierno) está puesta en la esperanza de Vaca Muerta o la minería. Y queda flotando la idea de que recién cuando esto, “lo nuevo”, permita depender menos de los agrodólares, habrá llegado el momento de terminar con las retenciones.
El tema es el enorme lucro cesante en “el mientras tanto”. Algo hay que hacer, aquí y ahora.