domingo, diciembre 22, 2024

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La soledad y desamparo de los/las docentes

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Horacio Castelli

La docencia, en las últimas décadas ha pasado a ser una actividad de riesgo, y de absoluta soledad e indefensión.

Las autoridades en los distintos niveles han cedido a los dictámenes de una sociedad que no quiere hacerse cargo de la educación de sus hijos y necesita descargar la responsabilidad en los docentes.

Gobernadores/as, ministros/as, inspectores/as, directivos/as; no priorizan el trabajo en el aula, y permiten que los alumnos y sus padres agredan, degraden, insulten e irrespeten una de las labores más dignas.

Días pasados una turba de madres, agredieron a insultos, golpes y patadas a una docente porque habían visto un video donde supuestamente, maltrataba a sus hijos.

Las autoridades del establecimiento, estuvieron ausentes para auxiliar a la trabajadora de la educación, mientras corría peligro su vida.

Tuvimos una situación en nuestra ciudad, donde familiares de una alumna, porque no la había aprobado, la golpearon salvajemente.

Se producen casi diariamente, situaciones de docentes que son sumariadas y pasadas a disponibilidad ante denuncias, nunca comprobadas, de padres que recurren directamente a los/las inspectores/ras, sin pasar por las autoridades del establecimiento y mucha menos, dialogar con el profesor o la profesora.

Sin embargo, las inspectoras y los inspectores, reciben a los padres, sin respetar a los y las docentes, ni darles la posibilidad de defenderse, directamente les abren un sumario y a cantarle a Sarmiento y Estrada.

Si los padres creen que se sacan un problema de encima, dándoles siempre la razón a sus hijos e hijas, están en un grosero error.

La falta de respeto, la indolencia, la utilización de palabras soeces, la falta de empatía hacia los profesores y las profesoras, hacia sus propios compañeros, la utilización abusiva del celular para mandarse mensajes, jugar a las apuestas on line, es una constante en las escuelas.

Y en cuatro horas que están en un establecimiento educativo, los padres y madres pretenden que los educadores les enseñen lo que no aprenden en sus hogares.

La desidia de la mayoría de los padres y madres, la orfandad en que dejan las autoridades a los educadores, la falta de respeto de los alumnos y alumnas, el bajo salario que cobran, hacen, reitero que educar sea una actividad de riesgo.

Y eso, no es justo. Ni para los educadores, ni para la sociedad, que debe entender que sin educación no hay ni presente, ni futuro.