Por Marcelo Tomalino
El cierre de Puerto Gardella en Puerto Quequén marca el fin de una era para un lugar que se había convertido en un emblema de nuestra comunidad.
Este paseo gastronómico, que durante años ofreció no solo una amplia variedad de propuestas culinarias, sino también un espacio de encuentro y disfrute para residentes y visitantes, y especialmente turistas, se despide debido a la inviabilidad económica.
Sin embargo, esta situación nos lleva a una reflexión más profunda sobre el comportamiento de nuestra comunidad.
Puerto Gardella representó un esfuerzo significativo por ofrecer a Necochea un espacio de calidad, un punto de encuentro que rivalizara con los mejores paseos gastronómicos de la región.
Este proyecto, de naturaleza privada, dependía del apoyo de quienes lo visitaban y consumían, ya que el modelo de negocio implicaba que, si no era rentable, el inversor asumiría las pérdidas.
Invertir en un proyecto de esta magnitud implica riesgos y una apuesta a largo plazo, confiando en que la comunidad responderá y apoyará estas iniciativas. Lamentablemente, la realidad nos muestra que esto no siempre sucede.
Es importante reconocer que, a menudo, cuando se presentan nuevas propuestas y oportunidades en nuestra ciudad, la respuesta de los vecinos no es la esperada. La falta de participación y apoyo a emprendimientos locales es un problema recurrente. Nos quejamos de la falta de opciones, de la ausencia de espacios de calidad, pero cuando se nos ofrecen, no asistimos, no consumimos y, en definitiva, no respaldamos.
El cierre de Puerto Gardella es un ejemplo claro de esta dinámica. No se trata solo de una cuestión económica; se trata de una falta de compromiso y apoyo por parte de la comunidad. Es fácil lamentarse una vez que el lugar cierra, pero la verdadera pregunta es: ¿qué hicimos mientras estuvo abierto? ¿Cuántas veces lo visitamos? ¿Cómo contribuimos a su sostenimiento?
El desarrollo de una ciudad no depende únicamente de las inversiones y esfuerzos de unos pocos. Es un trabajo conjunto, una responsabilidad compartida entre quienes emprenden y quienes tienen la capacidad de apoyar. La sostenibilidad de proyectos como Puerto Gardella depende en gran medida del compromiso y la participación activa de la comunidad.
Esto no es un fenómeno aislado. Necochea tiene un historial de desaprovechar oportunidades de primer nivel. Cuando espectáculos de renombre, cantantes famosos y obras de teatro llegan a nuestra ciudad, la falta de público es una constante lamentable. Estos eventos, que en otros lugares serían un éxito rotundo, aquí luchan por llenar las butacas. La escasa participación no solo desalienta a los organizadores, sino que también proyecta una imagen negativa que afecta futuras inversiones y oportunidades culturales.
Además, es preocupante la tendencia creciente de críticas despiadadas en redes sociales, que lejos de construir, destruyen. En lugar de aportar soluciones o mostrar un interés genuino por mejorar nuestra ciudad, algunos prefieren criticar desde la comodidad del anonimato. Este comportamiento no solo es nocivo, sino que también socava los esfuerzos por construir una comunidad más unida y próspera.
Este proyecto, de naturaleza privada y liderado por José “Cholo” Servat como inversor principal, dependía del apoyo de quienes lo visitaban y consumían, ya que el modelo de negocio implicaba que, si no era rentable, el inversor asumiría las pérdidas. Invertir en un proyecto de esta magnitud implica riesgos y una apuesta a largo plazo, confiando en que la comunidad responderá y apoyará estas iniciativas. Lamentablemente, la realidad nos muestra que esto no siempre sucede.
El cierre de este emblemático paseo gastronómico es una pérdida para todos. Nos queda la lección de que el apoyo a los emprendimientos locales no es solo un acto de consumo, sino una manera de construir la ciudad que queremos. Reflexionemos sobre nuestra participación y compromiso, para que en el futuro podamos celebrar más aperturas y menos cierres.
Además, es importante reconocer que más allá de la situación económica, nuestra comunidad también enfrenta una falta de cultura de salir y disfrutar de los espacios locales. No es suficiente con lamentar la pérdida de lugares como Puerto Gardella; debemos reflexionar sobre nuestra propia participación en la vida nocturna y gastronómica de Necochea y Quequén.
No es solo responsabilidad de los inversores soportar pérdidas: es un llamado a todos nosotros a ser parte activa de la vida cultural y económica de Necochea, apoyando los negocios locales y disfrutando de lo que nuestra ciudad tiene para ofrecer.
Necochea tiene un potencial enorme, pero ese potencial solo se materializará si cada uno de nosotros asume su parte de responsabilidad. Que Puerto Gardella nos inspire a ser una comunidad más activa, más comprometida y más dispuesta a apoyar lo nuestro. Porque una ciudad no es solo un lugar en el mapa, es el reflejo de la participación y el compromiso de su gente.
Diario NQ