jueves, diciembre 26, 2024

Agro, Agro

Contribuyendo a la confusión general

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Por Héctor Huergo (Clarín)

Yo bien, con ganas de contribuir un poco a la confusión general. Vos sabes que no me gusta incursionar en el fangoso terreno de los pronósticos. Ni los meteorológicos ni los económicos. Pero el agro es demasiado importante en este momento crucial de la Argentina. A pedido del público (sic…) voy a intentar plantear al menos un cuadro de situación.

El 1 de abril se conoció, como viene sucediendo el primer día de cada mes, el informe de ingreso de divisas por parte del complejo aceitero/cerealero a través de CIARA-CEC. En marzo, las “cerealeras” (mote que amerita un parrafito, que va más adelante), liquidaron 1.500 millones de dólares. Es un 23% más que en marzo de 2023. Y en lo que va del año, las empresas del sector ingresaron 4.500 millones de dólares, un 60% más que en igual período del año pasado.

Sería erróneo atribuir a esto la calma cambiaria. Hay otros factores que pesan decisivamente, desde el escamoteo de divisas a los importadores, el atraso en el cumplimiento de pagos de importaciones pretéritas, etc. Pero sería necio soslayar el impacto de este flujo favorable, que por otro lado no es magia ni sorpresa.

Tampoco es para sacar pecho. Lo que ocurre simplemente es una recuperación respecto a la debacle del año pasado, cuando la cosecha fue diezmada por una sequía histórica. Lo que sí es destacable, es la resiliencia de la agricultura argentina, que no sé si calificar de Ave Fenix o Rara Avis. Tantas veces me mataron…

Expoliada por el Estado, que en veinte años le birló 200 mil millones de dólares por retenciones. Y una sequía histórica, durante la cual el Estado siguió capturando uno de cada tres camiones de soja, y uno de cada diez de maíz o trigo. A pesar el quebranto, las cadenas se las arreglaron para sembrar y encima, con buen nivel tecnológico. El clima acompañó y tendremos una cosecha con rindes razonables. A pesar de la sorpresa tardía de la chicharrita, que se estaría llevando el 5% de la cosecha de maíz.

El ingreso de divisas, dice el informe de Ciara/CEC, está relacionado fundamentalmente por la decisión de venta de los productores. Los exportadores traen los dólares que van necesitando para comprar la mercadería. Esta se puede embarcar como tal, o destinarse al proceso industrial en el complejo de “crushing” de soja más competitivo del mundo. Con epicentro en Rosario, un racimo de industrias de alta escala y competitiva, a la vera de la hidrovía del Paraná, produce tres derivados de importancia estratégica: harina, aceite y biodiesel de soja. En los tres productos, la Argentina es todavía el número uno del mundo.

Pero además la harina de soja es el principal producto exportado por la Argentina. Explica por sí sola el 12% de las divisas que ingresan al país. Le sigue el maíz, con el 11%, y el aceite, con el 6,5%. Entre los tres, suman el 30% de los embarques. Muy por delante de otras industrias con mejor fama, como la automotriz, la minería, el petróleo o el software.

Y aquí viene el párrafo sobre el término “cerealeras”, acuñado desde el absurdo interés de menoscabar la importancia del sector.

Primero: botánicamente la soja no es un cereal, es una leguminosa. Que produce proteína de alta calidad y el aceite más usado en el mundo tanto para la industria alimenticia como la bioenergética (biodiesel, sustituto renovable del gasoil).

Segundo: Francia.

Tercero: Los cereales implican una industria gigantesca. Son los productos que salen después de un proceso que arranca con la semilla, los fertilizantes, los agroquímicos, insumos que llegan just in time bajo la batuta del chacarero, el director de la línea de montaje. El contratista que maneja las máquinas que provee la industria de tractores, sembradoras, cosechadoras, tolvas y camiones. El silo bolsa, que es polietileno que viene del gas de Vaca Muerta y se consume en su primer uso, es también conceptualmente un insumo de la producción de granos.

Así que cuando “las cerealeras” exportan maíz, trigo, harina de soja o biodiesel, están exportando Vaca Muerta con valor agregado.

Dicho esto, bajemos a la coyuntura. Porque si bien el clima ayudó, los mercados no lo hicieron. Los precios están entre 20 y 30 porciento por debajo de los que regían hace exactamente un año. ¿Quedarán ahí? Los analistas se devanan el cerebro buscando una línea de tendencia.

Lo concreto es que un informe del USDA de la semana pasado indica que se reducirá la siembra de maíz en dos millones de hectáreas. Esto teóricamente derivaría en una merma de la cosecha potencial de 20 millones de toneladas. El maíz dejó de caer.

El analista Jerry Gulke, de Top Producer, afirma que los cereales, pero especialmente el maíz, que se encuentra en su nivel más bajo en tres años, se han vuelto demasiado baratos en relación con otros sectores del mercado como el NASDAQ, que ha estado alcanzando nuevos máximos. Dice que los mercados están “fuera de control” y espera algún reequilibrio o desplazamiento de esos dólares en el futuro, lo que podría beneficiar a las materias primas.

Hay algo que también llama la atención: el petróleo, que desde hace años corre paralelo a los precios agrícolas, está en niveles históricamente altos. Lo 80 dólares el barril en Chicago (que no es el mercado de referencia, pero es donde cotiza junto con los granos y derivados) son compatibles con un precio del maíz de arriba de los 250 dólares. Y está en 170. A estos precios, es muy favorable la conversión de maíz en etanol, para su mezcla con las naftas. Este año en los Estados Unidos se autorizó un incremento al 15% durante el verano, que ahora llega. La capacidad instalada en las destilerías sería un factor limitante, pero esto es un buen telón de fondo.

Vinculado a esta problemática de los biocombustibles, está el impetuoso avance del biodiesel de segunda generación en los EEUU. Es el que se está introduciendo a toda velocidad en la aeronavegación, que no parece que vaya a seguir el camino de la movilidad eléctrica. Esto boom está originando una demanda muy fuerte de aceite de soja, lo que se expresa en los mercados: el precio de este derivado se mantiene en los mismos niveles de marzo del 2023, mientras el maíz y la harina de soja cayeron entre 20 y 30%.

El panorama de los precios es complicado. El desarrollo del biodiesel en los EEUU genera abundancia de harina de soja, lo que sin duda es un problema para la Argentina. Los contrarios también juegan. Pero como dice un axioma de los mercados, el remedio para los bajos precios son los bajos precios. Porque así como el maíz barato y el petróleo caro impulsan a la industria del etanol, la harina de soja barata (junto con el maíz barato) estimulará el desarrollo de las proteínas animales. Es lo que se observa en los mercados, donde las carnes están siguiendo una tendencia inversa a la de los granos.

Apasionante, final incierto. Lo único que sabemos es que hay que arbitrar los medios para que se pueda mejorar la relación insumo/producto. En particular, los que impactan en los rindes, como los fertilizantes. Es fundamental acomodar esto ahora, porque con estos precios, sólo los altos rindes hacen viable a la agricultura.

Y, por supuesto, terminar con los derechos de exportación.