*Por Horacio Castelli
Un informe sobre los desmanejos de Martín Migueles al frente de la Usina Popular Cooperativa “Sebastián de María” no estaría completo si no hablamos de uno de sus grandes puntos negros: la hormigonera.
Sí, aunque parezca increíble, el hoy candidato a intendente propone una hormigonera municipal olvidando que, cuando fue presidente de la Usina, tuvo a su cargo una planta hormigonera que, no solo no hormigonó una sola calle de nuestra ciudad, sino que debió cerrar sin pena ni gloria porque los números, valga la redundancia, no cerraban.
Pensada principalmente para poder construir los postes de la luz, mes tras mes los balances fueron acumulando déficit hasta que la planta debió cerrarse. Tanto al Municipio como a los privados les salía más barato comprar los postes en otras provincias que hacerlo en la hormigonera de la Usina.
Migueles ignora las características demográficas y urbanas de nuestro Distrito proponiendo instalar una hormigonera sin explicitar cómo realizarla, tomando como ejemplos distritos como San Cayetano y Tres Arroyos, desconociendo las particularidades de esos municipios e ignorando que a los actuales intendentes les llevó más de un período ponerlas en funcionamiento.
Miguel Gargaglione asumió en el 2007 y la planta hormigonera, muy chica por supuesto (acorde a un Municipio con el 10% de habitantes y una extensión significativamente menor a la de Necochea), se compró en el año 2014, luego siete años de gestión.
Carlos Sánchez, en Tres Arroyos, asumió su primer mandato en el 2003 y logró inaugurar la planta hormigonera en el 2023, 20 años después, ya en el final de su último mandato.
Así, casi como por arte de magia, Migueles propone crear una planta hormigonera de un día para el otro en nuestro Partido sin dar explicaciones de por qué no hizo funcionar la que había cuando él estuvo al frente de la Usina y, más aún, por qué debió cerrarla.
Un candidato a intendente que respete a los vecinos debería explicar no solo qué piensa hacer, sino también cómo, con qué fondos y en qué plazos estimados, en vez de vender espejitos de colores y proponer cosas que contradicen aun su propia historia.
Los hechos no mienten. Los mentirosos, sí. ¿Quién miente, Migueles?