El martes próximo se reanudará el juicio con jurados populares que se le sigue a Marcelo Macarrón por el crimen de su esposa Nora Dalmasso, cometido en 2006 en la ciudad cordobesa de Río Cuarto y se iniciará la etapa de alegatos.
El juicio con jurados populares que se le sigue a Marcelo Macarrón por el crimen de su esposa Nora Dalmasso, cometido en 2006 en la ciudad cordobesa de Río Cuarto, se reanudará este martes con el cierre de la incorporación de pruebas y el inicio de la etapa de alegatos, ocasión en que la fiscalía deberá definir si mantiene la acusación que pesa sobre el viudo.
El 22 de junio se realizó la 38° audiencia del debate que luego se pasó a cuarto intermedio hasta este 5 de julio a las 9, cuando las partes deberán informar si van a producir más pruebas o cierran esa instancia, según había explicado la camarista Natacha García, quien integra el tribunal técnico.
La 39° audiencia se llevará a cabo en los tribunales de Río Cuarto y, según indicó a Télam una fuente vinculada al proceso, «si no se plantean trámites procesales que no están previstos, ese mismo día las partes van a exponer sus alegatos» que, como estipula el Código Procesal, abrirá con la exposición del fiscal Julio Rivero.
Macarrón (62) fue enviado a juicio como acusado por el delito de «homicidio calificado por el vínculo, por alevosía y por precio o promesa remuneratoria en concurso ideal» por el fiscal Luis Pizarro, el último que instruyó la causa.
El juicio comenzó el 14 de marzo y, un día después, el médico traumatólogo rechazó la acusación y sostuvo que el fiscal Pizarro era un «mentiroso total».
«Niego totalmente la imputación. Es descabellado que yo sea un asesino y que contraté asesinos para matar a Nora. Soy inocente, siempre dije la verdad», sostuvo el viudo ante el tribunal técnico y el jurado popular.
También contó que hace 16 años padece un calvario, una «crisis depresiva» y que hasta pensó en suicidarse, debido al tratamiento que tuvo la causa tanto de parte de los investigadores como de los medios de comunicación.
De hecho, Macarrón sufrió un problema cardíaco que le impidió presenciar en su totalidad las últimas 11 audiencias del debate y el tribunal lo autorizó que sea representado por su equipo de abogados: Marcelo Brito, Cristian Ayán y Mariángeles Mussolini.
A su vez, el 7 de junio último se incorporaron los últimos testigos presenciales, luego de que las partes acordaron renunciar a casi el 75% de las personas citadas a declarar, mientras que otros testimonios fueron incorporados por lectura con el argumento de que no estaban vinculados directamente con la acusación que enfrenta el viudo.
Por su parte, la estrategia de la defensa para los alegatos es la que viene sosteniendo desde un comienzo: que no hay ningún elemento que incrimine a Macarrón; por lo que se espera que el abogado Brito solicite la absolución.
Para el defensor, el proceso de investigación estuvo «plagado de irregularidades», por lo que es posible que requiera la nulidad del mismo, tal como ya lo adelantó al inicio del juicio.
Con respecto al fiscal Rivero se desconoce si va a sostener la acusación ya que su contacto con la prensa fue escaso durante el juicio y solo se limitó a indicar que «de las pruebas» iba a «hablar en los alegatos».
De acuerdo a algunos abogados que siguen el juicio, el fiscal Rivero no tiene pruebas contundentes para sostener la acusación ya que cuando su colega Pizarro modificó la imputación de Macarrón y lo envió a juicio sin investigar ni incorporar nuevos elementos.
Es que en la causa había pruebas recabadas en el marco de otras hipótesis investigadas -y luego descartadas-, como las que involucraron al pintor Gastón Zárate, al hijo Facundo Macarrón y al propio viudo cuando lo acusaron en un momento de cometer el homicidio, no de instigarlo, como se lo juzga actualmente.
Sin embargo, el fiscal Pizarro fundamentó la acusación en una serie de indicios que lo llevaron a sostener que la madrugada del 25 de noviembre del 2006 el viudo «planificó dar muerte a su esposa por desavenencias matrimoniales y con la intención por parte de su/s adlater/es de obtener una ventaja, probablemente política y/o económica».
La sospecha del fiscal es que el traumatólogo «le suministró (al sicario) información del movimiento de la casa y presumiblemente le entregó un juego de llaves», y que «eligió como fecha» el último fin de semana de noviembre de ese año «en el que se disputaría un torneo de golf» en Punta del Este, al que concurrió con sus amigos «con la finalidad del éxito de su plan delictivo y despejar cualquier posibilidad de sospecha sobre su persona».
En base al relato de testigos, el representante del Ministerio Público estableció que, para llevar a cabo el crimen, el sicario contratado «aguardó que la víctima realice su rutina previa al descanso y la abordó una vez que ésta se encontraba dormida en la habitación de su hija, ubicada en la planta alta de la vivienda».
La sospecha es que el agresor sorprendió a Nora (51), la tomó del cuello «ejerciendo una fuerte presión con sus manos, anulando así toda posibilidad de defensa», tras lo cual «utilizó el cinto de toalla de la bata de baño que se encontraba en la habitación, realizando un ajustado doble lazo alrededor del cuello, ocasionando la muerte por asfixia mecánica».
«Al final, probablemente y como parte del plan criminal, ordenó la escena con la finalidad de simular un hecho de índole sexual, tras lo cual se retiró del lugar, sin dejar rastro alguno de su persona», consideró el fiscal.
De acuerdo con los datos que constan en el expediente, para el fiscal no caben dudas de que el crimen fue cometido por «un agresor especializado, un sicario» que nunca fue identificado ni detenido, que «sexualizó la escena del crimen a efectos de que parezca que el mismo se produjo en el contexto de un encuentro sexual con el amante».