Por Horacio Castelli
De un lado y del otro, Rusia y Estados Unidos, han querido justificar sus guerras, asesinatos selectivos y matanzas constantes. Nada justifica la muerte de un ser humano por otro. Menos si el que asesina es un estado.
«Invadimos porque queremos liberar». Dicen ambos para justificarse. Mientras, asesinan a propios y ajenos.
Mientras tanto, las sociedades se inmolan en el nombre del «honor», mientras los jerarcas se reúnen a varios kilómetros de distancia.
Nadie. Nadie y menos un estado tiene el derecho de matar.
Que hay asesinos en todos los rincones de la tierra, es cierto. Pero, que los estados se conviertan en asesinos para «detener» las «masacres» con otras «masacres», es intolerable y perverso.
«Daños colaterales», les llamaron a los miles de niños muertos en las guerras de medio oriente cuando caían una tras otra las bombas sobre Jardines de Infantes.
«Operación especial», nombró a la invasión a Ucrania Vladimir Putin.
«Salvar al pueblo Iraquí», denominó la invasión George Bush.
Terminologías nuevas que esconden, invasión, masacres, asesinatos, muerte, negociados.
Nada justifica la muerte de un solo ser humano. Y mucho menos a manos de los estados.
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