Los ejércitos se refuerzan, la diplomacia se tambalea, crece el miedo y Ucrania se prepara para la guerra, después del estancamiento en las tratativas al más alto nivel, con las conversaciones entre Joe Biden y Vladimir Putin que solo llevaron a la promesa genérica de continuar el diálogo.
En las últimas horas, desde Lituania arribó un suministro del sistema de misiles antiaéreos Stinger, mientras que Estados Unidos transfirió otras 180 toneladas de municiones, para un total de unas 1.500 desde el inicio de la crisis.
Pero mientras tanto, otra guerra ya comenzó. Las armas no disparan aunque aún siembran el pánico, sabotean sin necesidad de invadir, porque en el éter las líneas rojas no se ven: es la guerra híbrida en Moscú, compuesta por la presión económica, los ciberataques y las tácticas de las falsas alarmas de bombas, realizadas para desgastar los nervios del país.
El objetivo ruso, según el diario Wall Street Journal, que cita fuentes de Kiev, sería debilitar progresivamente al país, provocando descontento y protestas similares a las fomentadas en el este del país en 2014 para justificar una intervención.
Solo en enero, la policía ucraniana recibió casi mil mensajes anónimos, en su mayoría por correo electrónico, con falsas alarmas sobre bombas colocadas en unos 10.000 lugares, desde escuelas hasta infraestructuras esenciales: cada vez, es una vida cotidiana la que se rompe, hipotecando la vida de ciudadanos comunes.
Algido período entre el miedo y las ganas de seguir adelante, Kiev trata, sin embargo, de echar agua al fuego, criticando el «pánico» creado entre la población y en los mercados por las decisiones de muchos aliados occidentales de retirar a sus ciudadanos y al personal no esencial de las embajadas: una medida defendida por el secretario de Estado norteamericano, Antony Blinken, que la calificó como «lo más prudente».
Por su parte, Rusia también dijo estar «preocupada» por la decisión de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) de trasladar parte de su personal desde Ucrania.
Al igual que ocurre con la guerra híbrida, existe otro frente de la vida cotidiana ya en crisis, aquel del tráfico aéreo.
Aunque la aerolínea de bandera holandesa KLM ya detuvo los vuelos y muchas aerolíneas evitan los cielos ucranianos, las compañías de seguros se escapan y un vuelo de Portugal a Kiev de la compañía local SkyUp se vio obligado a aterrizar en Moldavia el sábado por decisión de la empresa que lo operaba, Kiev insiste en no querer cerrar sus cielos.
«No tiene sentido y se parecería mucho al autoaislamiento», dijo Mykhailo Podolyak, asesor de la presidencia de Ucrania.
El Gobierno se compromete a «prevenir riesgos para las compañías aéreas», pero al mismo tiempo desaconseja sobrevolar el Mar Negro de lunes a sábado, en coincidencia con la gran ejercitación naval rusa.
De la mano de los fracasos diplomáticos, el temor de una invasión armada incluso crece entre los cancilleres más prudentes. Empezando por Berlín, que en vísperas de las visitas a Kiev y Moscú del canciller, Olaf Scholz, sube el tono y habla de una situación «crítica», amenazando con sanciones «inmediatas».
Una posición que también reafirmó Frank-Walter Steinmeier el día de su reelección como presidente.
«Hago un llamado al presidente (ruso Vladimir) Putin: desate la soga alrededor del cuello de Ucrania.
Unase a nosotros en el camino hacia la preservación de la paz en Europa. Y no subestime la fuerza de la democracia», advirtió el jefe de Estado alemán en su discurso de toma de posesión.
«Nadie debería sorprenderse si Rusia crea un accidente para justificar la acción militar que siempre había planeado», reiteró el secretario de Estado estadounidense Blinken, volviendo a dar la voz de alarma sobre el «falso pretexto» para invadir Ucrania.
La coordinación con los aliados del presidente ucraniano, Volodymyr Zelensky, se mantiene constante.
Tras una entrevista a última hora de la mañana con el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, quien reiteró la solidaridad de los 27, llegó una nueva comunicación con Biden, quien lo actualizó tras la llamada telefónica con Putin.
La Casa Blanca reiteró que en caso de agresión rusa la respuesta llegará «rápida y contundente», explicando que los dos líderes coincidieron «en la importancia de continuar con la diplomacia y la disuasión».
El clima en las cancillerías se mantiene, sin embargo, en guardia ente la posible guerra.
Desde la yuxtaposición del ministro de Defensa británico, Ben Wallace, entre las negociaciones con Putin y la Conferencia de Múnich, que en 1938 supuso la rendición diplomática al régimen nazi de Adolf Hitler, hasta Polonia anunciando los preparativos para una oleada de refugiados en caso de conflicto por la frontera con Ucrania, los aliados intentan esta vez no hacerse tomar desprevenidos por las maniobras de Moscú. El cual, por el momento, se limita a observar el caos.
(ANSA).