Por Tobias Adrian y Kristalina Georgieva
Cuando pagamos por el café, deslizamos, golpeamos, saludamos y pronto podemos guiñar un ojo, un intercambio rápido e indoloro de café por dinero. Pero cuando pagamos importaciones o enviamos remesas, a menudo llenamos formularios, esperamos días y pagamos, demasiado.
El progreso para mejorar los pagos transfronterizos ha sido lento, pero está a punto de despegar. Así es como evoluciona la historia, un pequeño paso a la vez, hasta que de repente da un salto hacia adelante.
La confluencia de nuevas tecnologías y la determinación renovada entre los responsables de la formulación de políticas están posibilitando mejoras significativas. Mientras tanto, los hogares y las empresas esperan (y demandan) mejores servicios.
Las apuestas son altas. Los cambios en los pagos transfronterizos influyen en la estabilidad del sistema monetario internacional, en la inclusión financiera y en la eficiencia de los mercados comerciales y financieros. Y las reformas pueden desbloquear la innovación y el crecimiento muy necesario, particularmente después de la crisis del COVID-19. Pero un salto adelante solo será posible si el mundo trabaja unido.
Y lo ha hecho, de una manera excepcional. El G20 acaba de aprobar una hoja de ruta para mejorar de manera decisiva los pagos transfronterizos, liderada por la Junta de Estabilidad Financiera junto con un amplio conjunto de instituciones, incluido el FMI.
Este no es un informe más, sino un conjunto de reformas concretas, pasos prácticos e hitos cuya implementación se hará responsable a instituciones específicas. Mientras tanto, el FMI acaba de publicar un documento del personal sobre las implicaciones macrofinancieras de las nuevas formas de dinero digital disponibles a través de las fronteras.
Juntos, estos documentos brindan un camino claro a seguir, conscientes de los desafíos que se avecinan. Si se implementan, las reformas tienen el potencial de ser transformadoras al hacer que los pagos transfronterizos sean más baratos, más rápidos, más transparentes y más accesibles.
El siguiente paso
Si bien la cooperación internacional nos ha llevado hasta aquí, será aún más importante implementar, y potencialmente incluso superar, la hoja de ruta del G20.
Específicamente, necesitamos cooperación en cuatro áreas amplias para garantizar que las mejoras en los pagos transfronterizos sean efectivas, sostenibles, seguras y equitativas.
En primer lugar, las soluciones para los pagos transfronterizos deben diseñarse y perseguirse teniendo en cuenta a todos los países.
Los países difieren considerablemente en la capacidad de implementación, la infraestructura existente y el desarrollo del sector financiero. Y con diferentes países vienen diferentes usuarios.
Estos cubren las grandes empresas que operan en mercados menos líquidos, las pequeñas y medianas empresas conscientes de los costos y los mil millones de personas que envían y reciben remesas (que a un costo promedio del 7 por ciento siguen siendo el doble de la meta establecida por el Departamento de Desarrollo de las Naciones Unidas). Metas).
La hoja de ruta del G20 es lo suficientemente flexible dada esta diversidad de necesidades.
Algunas soluciones implican mejoras en los sistemas existentes, como el diseño de identidades digitales confiables esenciales para la inclusión financiera.
Otros son más exploratorios y consideran un mundo en el que podamos comerciar libremente con monedas digitales a través de las fronteras, al igual que enviamos correos electrónicos hoy.
Es esencial que todas estas soluciones se sigan buscando, discutiendo, probando y algunas descartadas, con una mente abierta.
En segundo lugar, la cooperación es esencial para superar el «sesgo de inacción» de los países y garantizar que las soluciones sean de amplia aplicación.
Un ejemplo simple son las horas de funcionamiento de los sistemas de liquidación de los países: solo cuando dos países amplían las horas para que se superpongan, las transacciones transfronterizas se liquidan en tiempo real.
Ningún país querrá actuar solo. Incluso entonces, los dos sistemas deben comunicarse entre sí. Pero la interoperabilidad no es un hecho. Requiere estándares tecnológicos, de diseño, legales y regulatorios básicos.
La cooperación garantizará que estos satisfagan las necesidades de una amplia comunidad, a la que el FMI puede ayudar a congregar.
En tercer lugar, la cooperación es fundamental para crear soluciones que se beneficien de la experiencia y la perspectiva de todos los actores relevantes, como bancos centrales, reguladores, ministerios de finanzas, agencias antimonopolio, agencias de protección de datos y organizaciones internacionales.
El informe de la Junta de Estabilidad Financiera fue ejemplar a este respecto. Además, el sector público y el privado deben cooperar, reconociendo las fortalezas de cada uno: las empresas privadas para innovar e interactuar con los usuarios y el sector público para regular, supervisar y, en última instancia, brindar confianza al sistema. Siempre que sea posible, deben explorarse soluciones público-privadas.
Por último, la cooperación significa reconocer los efectos macrofinancieros que las políticas de un país pueden tener sobre otros.
Por ejemplo, las nuevas formas de dinero digital emitidas en las principales monedas de reserva podrían mejorar los pagos nacionales y transfronterizos.
Pero también podrían inducir a los ciudadanos en el extranjero a renunciar a su moneda nacional, especialmente en países con alta inflación y tipos de cambio volátiles. Y el dinero digital podría potencialmente facilitar las pérdidas bancarias de estos países.
Mientras tanto, los países de origen podrían ver entradas de capital y balances de los bancos centrales más volátiles. Además, no está claro si las restricciones de la cuenta de capital, que adoptan muchos países, se pueden rediseñar para que no sean eludidas por el dinero digital.
Finalmente, el uso de dinero digital podría generar riesgos importantes para la integridad financiera. Estos y otros escenarios se detallan en nuestro nuevo documento.
Enlaces globales
La política monetaria, la estabilidad financiera, los flujos de capital, las reservas internacionales, todos podrían verse afectados por transformaciones en los pagos transfronterizos, con implicaciones para el sistema monetario internacional.
Los miembros fundadores del FMI entendieron este vínculo, que en cierta medida se encuentra detrás de la visión de “ayudar en el establecimiento de un sistema multilateral de pagos”, como se establece en el Convenio Constitutivo.
Hoy en día, el FMI sigue desempeñando un papel activo en este espacio, trabajando de la mano con otras organizaciones internacionales.
Nuestra membresía casi universal puede ayudar a garantizar que la revolución digital beneficie a las personas en todos los países.
Y nuestra perspectiva global puede ayudar a reconocer los efectos secundarios, así como proporcionar un foro común para abordar los dilemas políticos subyacentes. Comprometámonos juntos en este camino prometedor.