viernes, noviembre 22, 2024

Justicia, Locales

A 14 años de la muerte de Alfredo Marcenac

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El estudiante de 18 años fue asesinado el 6 de julio del año 2006 por el «tirador serial de Belgrano», alcanzado por tres balas que impactaron en su cráneo, tórax y abdomen, mientras que otras seis personas fueron heridas.

A 14 años del crimen de Alfredo Marcenac, el estudiante de 18 años asesinado a balazos por el «tirador serial de Belgrano», los padres de la víctima esperan que la justicia mantenga a Martín Ríos en el pabellón neuropsiquiátrico de la cárcel de Ezeiza y, pese a que en dos juicios fue declarado inimputable, aseguraron estar convencidos de que actuó con «plena consciencia» y que ahora es un «prisionero de su propia mentira».

En diálogo con Télam desde la ciudad de Necochea, de donde son oriundos, Adrián Marcenac y Mónica Bouyssede hicieron un repaso de los 14 años del caso que culminó con el asesino de su hijo absuelto por la justicia, que lo declaró un enfermo mental incapaz de comprender la criminalidad de sus actos, aunque de tal peligrosidad que lo dejó recluido en el Programa Interministerial de Salud Mental Argentina (Prisma), el neuropsiquiátrico que funciona en el penal de Ezeiza.

«Aún con una mirada retrospectiva, cada vez estamos más convencidos de que Ríos decidió hacer lo que hizo con plena consciencia y si vuelve a estar libre, puede volver a matar. Sigue siendo sumamente peligroso«, afirmó Mónica.

Adrián contó que «lo último» que se enteraron es que el curador oficial de Ríos –quien ahora tiene 41 años y fue declarado insano por la justicia civil-, «planteó la posibilidad de hacerlo pasar a un régimen menos estricto», aunque el juez de Ejecución Penal Axel López rechazó la solicitud y ahora esperan que la Cámara de Casación confirme esa decisión.

«Esperábamos en marzo tener novedades pero vino la pandemia. Para los profesionales que ven a Ríos todos los días en el Prisma parecería que es un nene de jardín de infantes que está curado, pero el juez pidió un nuevo informe al Cuerpo Médico Forense que fue lapidario y concluyó que no había ni la más mínima posibilidad de pasar a este asesino a un régimen semiabierto», explicó Adrián.

Mónica destacó la importancia de la Ley de Víctimas a partir de la cual pudieron enterarse de este planteo y tener la posibilidad de conocer la situación actual de Ríos, y reclamó para que se aplique también en la provincia de Buenos Aires, donde aún no rige.

Queríamos que reconocieran que Ríos era un psicópata que había actuado con plena consciencia”
MÓNICA BOUYSSEDEConsultados sobre si no fue mejor que Ríos haya quedado, quizás de por vida, en un neuropsiquiátrico y no con una pena de prisión con la que quizás ya le hubiesen dado una libertad condicional, los padres de Marcenac indicaron que ellos se sintieron defraudados porque la justicia no lo declaró culpable del asesinato de «Freddy».

«Nosotros pedimos una condena, no por una cuestión de verlo 30, 40 o 50 años en la cárcel, sino por la sanación que hubiese significado que el Estado diga que este asesino fue responsable del crimen de nuestro hijo«, señaló el padre de la víctima.

«Queríamos que reconocieran que Ríos era un psicópata que había actuado con plena consciencia. Y no que se lo hubiera justificado con este ardid de la insanía y que por eso se dedicaba a matar. No fue justo. Ríos ahora terminó siendo prisionero de su propia mentira», opinó Mónica.

Los padres de Alfredo además criticaron que a 14 años de haber iniciado una demanda contra el Estado, la familia Ríos, el médico responsable de haber firmado el certificado habilitante para el uso del arma al asesino, «todavía no hay resolución» en una causa que tramita en el Juzgado Contencioso Administrativo Federal 4.

Los Marcenac le dieron un gran impulso a la Red Argentina para el Desarme y Adrián contó que gracias al Programa Nacional de Entrega Voluntaria de Armas de Fuego ya se sacaron de circulación «220.000 armas».

Sin embargo, no saben cuál fue el destino de la pistola Bersa Thunder calibre 380 con la que Ríos asesinó a su hijo.

«Hasta donde yo sé, no fue entregada para su destrucción. Esperemos que esté en algún depósito judicial», dijo Adrián.

También crearon la Asociación Civil Alfredo Marcenac, donde tienen un programa educativo para el desarme y resolución pacífica de conflictos.

El crimen

El 6 de julio del año 2006, alrededor de las 16.45, Ríos caminaba por la vereda par de la avenida Cabildo al 1700 y con una pistola Bersa Thunder 380 efectuó 13 balazos hacia los ocasionales transeúntes.

Alfredo Marcenac (18) murió alcanzado por tres de esas balas que impactaron en su cráneo, tórax y abdomen, mientras que otras seis personas fueron heridas.

Ríos huyó caminando y recién fue detenido ocho días más tarde por la policía bonaerense pero de casualidad, cuando se puso a orinar junto al auto de su madre en la localidad de Munro y, al ser requisado, le encontraron la pistola 380.

Las pericias balísticas confirmaron que con esa arma no sólo había sido el autor del crimen de Marcenac, sino también de otros tres ataques a balazos: a un colectivo con dos heridos, a una confitería con una adolescente baleada y a un tren en movimiento.

Todos los hechos ocurrieron en el barrio de Belgrano, donde Ríos tenía domicilio en un edificio de Cramer 2171.

La jueza María Fontbona de Pombo llegó a procesar a Ríos con la figura del «homicidio agravado por placer», pero el «tirador serial» fue sometido a varias juntas médicas y pericias psiquiátricas y psicológicas que en su mayoría concluyeron que era un esquizofrénico.

Allí se pudo establecer que había empezado a drogarse a los 13 años, que tuvo internaciones psiquiátricas que su familia no continuó, que no había terminado la secundaria, que se orinó en la cama hasta los 18 años, que criaba reptiles, que tenía conductas bizarras como gruñir o defecar en botellas de plástico y que su padre lo introdujo en la práctica de tiro.

Hubo dos juicios orales, uno en 2009 y otro en 2014, y en ambos se llegó a la misma conclusión: Ríos es un psicótico que no comprendió la criminalidad de sus actos ni dirigió sus acciones y, por lo tanto, fue declarado inimputable, absuelto y recluido en un psiquiátrico por ser peligroso para sí y para terceros.

Uno de los peritos declaró que Ríos «no distingue entre estar jugando con una PlayStation tirándole a los pajaritos y estar en la calle matando gente».