Por Horacio Castelli
Se acerca un nuevo acto electoral y comienzan a aparecer los “armadores políticos”, que prometen el triunfo.
Empiezan por conversar con referentes de todo color y tipo, aseguran alianzas que no existen y convencen con ofertas a futuro.
Quienes se muestran abiertos a estos cónclaves políticos, esperan el “ofrecimiento” para comenzar a hablar.
Una vez realizado el ofrecimiento de unirse al “seguro ganador” de las próximas elecciones comienzan a repartir cargos.
A los militantes, el ofrecimiento se basa en un contrato laboral, con opciones futuras a trabajo permanente en el municipio.
Así se manejan los grandes “armadores políticos” de nuestro distrito, alabados por amigos que también esperan un “favor” cuando lleguen al poder.
El desfile
Si por casualidad, la ciudadanía los vota y logran el triunfo, comienza el desfile de personajes para pedir el “puesto” prometido.
Allí comienza la debacle del nuevo Intendente, tiene que poner en los cargos, a los que ayudaron a llegar.
Los “favores” deben pagarse, y no queda lugar para que asuman los verdaderos especialistas en cada área.
Asumen los que apostaron “desde la primera hora” por el “proyecto”. Y ¿Cuál es el proyecto? Hacerse del poder para vivir mejor.
No es una ficción
Esto, no es una serie de Netflix, o una ficción, es una realidad que se trasluce en la condición en que se encuentra Necochea.
Si quienes asumieron responsabilidades en los últimos 30 años, hubieran sido personas capaces, no hubiéramos llegado a este presente.
¿Y los comunicadores?
Los comunicadores, también debemos dejar de lado los “amiguismos” y llamar las cosas por su nombre.
También somos responsables de dar lugar, a impresentables que sabemos, no tienen otra intención que vivir del estado.
Somos quienes debemos informar la realidad, dejar que todos se expresen, pero no alabar lo que sabemos que es nefasto.
Sin hacer nombres propios, quienes “armaron” las estrategias de Daniel Molina, Horacio Tellechea y Facundo López son personas negativas para la política y para el distrito.
Dejemos de alimentar vagos, pongámonos los pantalones largos y llamemos a las cosas por su nombre.