Rebelión policial, desempleo y corrupción: este mes de febrero comenzó plagado de noticias negativas en Brasil, las que relegaron a un segundo plano el entusiasmo y la algarabía que suelen preceder al Carnaval.
Es poco menos que una ley consuetudinaria aquello de que en este país deslumbrante todo comienza a funcionar después del Carnaval. Se trata de una costumbre incumplida este año.
En la madrugada del primero de enero se inició una serie de la masacres carcelarias, en la región amazónica, que dejó más de 100 muertos, entre ellos decenas de decapitados.
Las noticias conmocionantes continuaron la semana pasada cuando la policía de Espíritu Santo inició un paro que facilitó el accionar de los delincuentes que asesinaron más de 120 personas.
Este sábado, y a pesar de que el gobierno de Espiritu Santo anunciara ayer el fin de la medida de fuerza, los batallones continuaban tomados por los policías rebeldes, por lo cual el presidente Michel Temer ordenó que viaje a esa provincia el ministro de Defensa Raúl Jungmann.
El mandatario está advertido que las matanzas pre-carnvalescas en Espíritu Santo pueden escalar a una crisis nacional, ya que el descontento policial se replica en varias provincias donde hay amenazas de paro.
Por eso Temer divulgó un comunicado, que fue reproducido por los diarios nacionales de este sábado, en el que acusa a los agentes insubordinados de haber tomado a la población como «rehén».
Obviamente este sábado no se realizarán desfiles carnavalescos populares en la bella y litoraleña Vitoria, capital de Espíritu Santo, estado lindantes con Río de Janeiro.
Entre tanto hoy por la mañana comenzaron a concentrarse los «blocos» populares «Vira Lata», «Spanta Nenem» y «Desliga da Justiza», en barrios del oeste y sur de Río de Janeiro.
Como es costumbre cientos de miles de cariocas se volcaban a las calles en los bailes «pre-carnavalescos». Mientras el público baila y canta «marchinas» improvisadas con letras que ironizan la corrupción de los políticos las fastuosas Escolas do Samba continuaban ensayando de cara a los desfiles profesionales en el Sambódromo entre el 26 y 28 de febrero.
Claro que nada puede acabar con la algarabía del Carnaval, pero también es cierto que este año la población de Río está más aprehensiva ante la violencia que ha crecido desde la fiesta de Año Nuevo, cuando hubo decenas de «arrastoes», ataques simultáneos en las playas, y se prolongó hasta este viernes.
Ayer la Secretaría de Seguridad admitió que ocurrieron más asaltos que de costumbre debido al inicio de una protesta policial, que afectó en pequeña escala las rondas de los patrulleros. Ocurre que en Río nadie ignora que puede estallar un paro de las fuerzas de seguridad en los próximos días e, incluso, en los días del carnaval oficial a fines de febrero.
La gobernación de Río de Janeiro mantuvo contacto con el gobierno federal para pedir apoyo militare ante esa amenaza de paro en carnaval, cuando cientos de miles de turistas arriban a lo que acá se llama, y con razón, «la fiesta más grande del mundo».
Este sábado cerca de treinta batallones de la policía de Río amanecieron rodeados por esposas, madres e hijas de policías que exigen el pago del aguinaldo y sueldos atrasados. Incluso fueron montadas algunas tiendas de campaña por parte de las mujeres inconformes, junto a las cuales se tendieron carteles en los que se leía «Sin Salario. Sin Policía». En obvia advertencia sobre el inicio de una huelga.
Aunque no se declaró el paro en Río, ya hubo algunos batallones que no salieron a patrullar por lo cual ayer aumentó «la preocupación de la gente», señaló el secretario de seguridad Roberto Sa.
El funcionario instó a los 50 mil policías cariocas a que «reflexionen antes de un eventual paro y los riesgos que correrá nuestra sociedad». (ANSA).