jueves, noviembre 28, 2024

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Da las gracias hijo

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Por Juan Alberto Poteca

Que otra cosa puedo decir, si el ser agradecido es condición de bien nacido.» Da las gracias hijo», era la última recomendación cuando salía de casa y no importó la edad que tuviera.

La despedida tenía siempre ese mensaje y quedó grabado hasta la eternidad.

Gracias por este reconocimiento que me brindaron mis pares. Es inmenso el valor que tiene. Viene de quiénes comparten tú mismo trabajo.

De los que tienen inquietudes de progreso en la profesión. De los que buscan incansablemente el mejorar. De los que viven pensando en un deporte mejor y en una sociedad con mayor tolerancia.

Viene de un grupo, que se afianzó con el correr del tiempo en el Círculo de Periodistas Deportivos de Necochea, en base a disensos, discusiones, debates de ideas y por sobre todas las cosas, respetando las ideas del otro.

La sorpresa me invadió cuando comenzó el video. Quedé petrificado, porque oía mí fatigada voz, la que anticipaba ya mí problema de salud.

Esa nota de Agustín Betancor, el acompañamiento de las fotos aportadas por mis seres más cercanos y el trabajo de Julian Arocena en la compaginación me traspasó de lado a lado.

Cuántos rostros vi allí. Cuántos momentos de mí vida. Que etapas compartidas con seres amados y con figuras del deporte. Fue un volver a vivir.

Las palabras de Santiago me llenaron de emoción. Si he sido merecedor a tales conceptos, debo darle las gracias a la vida. A esa formación modesta de un hogar humilde, donde las gracias las dábamos con frecuencia.

Ver a esa gente maravillosa, que de píe aplaudió durante tantos minutos este gesto de mis compañeros y colegas, significó una caricia al alma de este servidor.

Y vi lágrimas en personas y personitas queribles, muchas de ellas estrechamente ligadas a mí vida y también, las vi en muchas personas, con las cuales el acercamiento no era tan grande.

Todo eso vi, aún con la vista nublada por mis propias lágrimas. Y las lágrimas expresan los sentimientos más puros y ellas también se llevan el agradecimiento.

Quisiera nombrarlos a todos uno por uno, pero es imposible hacerlo. Seré un eterno agradecido de aquellos que me amaron y cobijaron, desde el seno familiar, hasta amigos y hermanos del alma.

De los que ya no están, una flor en el recuerdo. A los que me rodean, no me dejen, los quiero y me están haciendo vivir lo mejor de mí vida, más allá de los avatares de salud. Cada uno lleva su cruz en esta vida y eso debemos aceptarlo.

Y en ese momento mágico de la Fiesta del Deporte, que no dudo en llamar «La fiesta Inolvidable» (sin Peter Sellers), entre tantos rostros, vi como duendes alegres, mezclados entre todos los asistentes, a Celia e Italo, mis viejos.

Que sonrisa de paz tenían los dos, me estaban recordando, «da las gracias hijo». No hacía falta recordarlo viejos, ya tenía aprendida la lección y ese gesto maravilloso lleva el GRACIAS de mí vida.