Por Juan Alberto Poteca
Nada cambia, solo empeora. Es una falta de respeto, que hable sobre los episodios recientes que viene padeciendo el pobre fútbol nuestro. No hemos estado presente ante los mismos, pero la crónica escrita en las páginas de Ecos Diarios, nos ilustran al respecto. No solo en la pobreza manifiesta de los resultados regionales de últimas participaciones y también por las ausencias reiteradas en las competencias federales, se debate nuestro fútbol. Se debate por algo peor: la agresividad a extremos de violencia desenfrenada, que viene manifestándose en todas las temporadas y en todas las categorías.
Supimos decirlo en la radio, cuando podíamos hacerlo, y en forma escrita desde hace algo más de un año. Jamás nos atamos a compromisos con los protagonistas, llámense jugadores, entrenadores, dirigentes y árbitros. Pusimos siempre énfasis, en citar la mala intención en el juego de los preliminares. Vehemencia, reclamos, agresiones, han sido y siguen siendo una constante. Sin dudas las fallas son repetidas y abruman. A simple vista, uno supone que faltan consejos orientadores, para que nuestros jóvenes puedan competir sin la animosidad de destruir al oponente. Seguro que habrá entrenadores que señalan el camino correcto, pero ¿ lo serán todos?.
Hay una frase que nos marcó a fuego, se la escuchamos a Ulises Barrera, maestro si los hubo. El nos dijo » con el ejemplo se educa, con la palabra se instruye». El ejemplo viene de casa, de cada hogar. La palabra la tiene la escuela y en el deporte, los entrenadores. Es evidente hoy faltan ejemplos buenos y sobran palabras altisonantes. Llevará años encarrilarnos. No será tarea fácil. La necesidad desmedida de ganar y aparentar, se ha enquistado profundamente en la sociedad. No hay estamento que no sufra esa obsesión y la búsqueda del éxito, no mide consecuencias, derriba la moral.
Con seguridad, habrá sanciones severas, es de esperar, pero no alcanzarán si no recurrimos a la formación correcta de nuestros deportistas.
Cultivando frases que ayudan al pensamiento, se nos ocurren dos, una de Jorge Newbery: » Jugar juntos. Jugar limpio. Respetar las reglas de juego». La otra de autor anónimo: » Enséñeme a ser obediente a las reglas de juego. Enséñeme a no proferir ni recibir elogio inmerecido. Enséñeme a ganar si me fuera posible. Pero si yo no pudiera, enséñeme sobre todo a perder».
El pobre fútbol nuestro, necesita entrar en terapia intensiva en forma urgente.