Bomberos y socorristas aceleraban este miércoles la búsqueda de sobrevivientes entre fuertes réplicas del potente sismo de 7,8 grados, que ha dejado más de 500 muertos y 5.000 heridos en la costa ecuatoriana, uno de los más mortíferos de los últimos años en América Latina.
Hacia las 3H30 (8H30), en la destrozada ciudad de Pedernales (en el estado Manabí, epicentro del terremoto) la tierra volvió a temblar con fuerza y desató nuevas alarmas entre la población, ya muy golpeada desde el terremoto que arrasó el sábado esta localidad turística y buena parte del litoral ecuatoriano.
Un equipo de la AFP, que a esa hora estaba presenciando cómo una brigada de bomberos recuperaba varios cadáveres entre los escombros de lo que había sido un hotel, constató los efectos de esta nueva réplica: hubo momentos de pánico, desalojos espontáneos, y muchas familias decidieron dormir en las calles, en las veredas o en los patios.
Bomberos y socorristas aceleraban este miércoles la búsqueda de sobrevivientes entre fuertes réplicas del potente sismo de 7,8 grados, que ha dejado más de 500 muertos y 5.000 heridos en la costa ecuatoriana, uno de los más mortíferos de los últimos años en América Latina.
Hacia las 3H30 (8H30), en la destrozada ciudad de Pedernales (en el estado Manabí, epicentro del terremoto) la tierra volvió a temblar con fuerza y desató nuevas alarmas entre la población, ya muy golpeada desde el terremoto que arrasó el sábado esta localidad turística y buena parte del litoral ecuatoriano.
Un equipo de la AFP, que a esa hora estaba presenciando cómo una brigada de bomberos recuperaba varios cadáveres entre los escombros de lo que había sido un hotel, constató los efectos de esta nueva réplica: hubo momentos de pánico, desalojos espontáneos, y muchas familias decidieron dormir en las calles, en las veredas o en los patios.
El nuevo sismo tuvo una magnitud de 6,1 grados según el Instituto de Estudios Geológicos de Estados Unidos (USGS), pero en lo inmediato no se registraron daños.
«Son réplicas. Tuvimos dos sismos en la madrugada, uno a las 03H33 (08H33) y otro a las 03H35 (08H35 GMT), de 6,1 y 6,3 grados», explicó a la AFP Mario Ruiz, director del Instituto Geofísico de Ecuador.
Desde el sábado, se han registrado 535 réplicas, añadió.
– Lágrimas «para sembrar futuro» –
El presidente Rafael Correa anunció que el balance de fallecidos aumentó a 525 y el de heridos a 5.733.
«La cifra de fallecidos, lastimosamente, aumentará, pero cada vez a un ritmo menor porque ya se han rescatado muchos cadáveres», aseguró el mandatario desde Quito tras visitar la zona afectada «en un 70,80%».
La cifra de muertos solo es superada en los años recientes en América Latina por las de los terremotos de El Salvador en 2001 (1.142), Perú en 2007 (600) y Haití (entre 200.000 y 250.000) en 2010.
El sismo dejó unos 800 edificios derruidos, 600 edificaciones afectadas, y numerosas carreteras reventadas e infraestructuras colapsadas en zonas turísticas, unos daños que Correa calculó en 3.000 millones de dólares, «dos o tres puntos del PIB». Otro duro golpe para este país ya severamente azotado por la caída del precio del petróleo.
Correa aseguró que su país está «mucho más preparado» que antes para enfrentar este tipo de tragedias y que poco a poco se va restableciendo la energía eléctrica y las telecomunicaciones.
La distribución de agua y víveres empiezan a llegar a las zonas más remotas del estado de Manabí (de lejos el más afectado).
En Manta, más de 200 voluntarios preparan raciones de alimentos y productos básicos como pañales o papel higiénico en un centro de abasto y distribución, constató la AFP.
En Pedernales se reparte ropa, alimentos y medicinas, papel higiénico y pañales llegados gracias a donaciones públicas y de particulares de todo el país.
Correa también agradeció la ayuda de países como Colombia, Cuba, Venezuela, España, Estados Unidos, Perú, México o Bolivia, y pidió la creación de «una secretaría de riesgos sudamericana» para atender de manera coordinada tragedias como esta.
Pero el mal estado de las carreteras dificulta la distribución de la ayuda.
El temor a saqueos y la inestabilidad de los edificios llevó a cerrar las puertas de muchos comercios, en casi toda la costa del Pacífico ecuatoriano.
Y la ausencia de lo básico, sobre todo agua y alimentos, comienza a irritar a la población de esta localidad, que parece una zona de guerra.
En la carretera de Pedernales a Cojimíes, un hombre de avanzada edad atravesó un tronco en el asfalto para llamar la atención con un cartel hecho con viejos cartones: «Queremos comida».