Los diversos fenómenos climáticos que se desataron en todo el mundo mostraron que lo que estaba en juego en la COP 21 era cosa seria.
No sólo es necesario mitigar el calentamiento global, sino que, ante lo irremediable, hay que disponer medidas para adaptarse a la nueva situación
El 2015 tuvo un final climáticamente complejo, y así dio inicio a un 2016 signado por el avance sobre la vida humana de diversos fenómenos “naturales” en todo el mundo.
Las comillas no son casuales. Si bien se los puede llamar “naturales” porque pertenecen al ámbito de la naturaleza, tienen una cierta artificialidad indirecta, ya que es probable que muchos de ellos estén vinculados causalmente al aumento del calentamiento global.
En Estados Unidos, por ejemplo, se produjeron tornados y temperaturas fuera de lo común. Los primeros se dieron en el sur del país, alcanzando en Dallas una escala F4 (siendo F5 la más elevada) con vientos de hasta 320 km/hs.
Lo extraño, además de la potencia, es que esos fenómenos suelen producirse en esa zona del país en primavera y no en invierno.
Por otro lado, Washington, Nueva York y algunas ciudades del vecino país Canadá tuvieron temperaturas históricas cercanas a los 20° C. Demasiado calor para el paisaje navideño que las películas suelen mostrar.
En Europa, las islas británicas sufrieron numerosas inundaciones a causa de intensas precipitaciones cuyo costo se estima en 8 mil millones de euros.
En España, se produjeron más de 200 incendios forestales debido a las elevadas temperaturas, los cuales a su vez fueron aplacados también por intensas lluvias. Lo propio pasó en Australia, con más de 100 viviendas incendiadas.
Finalmente, en América Latina muchos países se vieron afectados por la crecida del río Paraná, fenómeno agravado por El Niño, y que todavía tiene a miles de personas evacuadas de sus hogares. Crecida, por otra parte, que todavía no se detuvo y que pone en peligro muchos bienes y vidas, también en la Argentina, especialmente en las Provincias de El Litoral.
Todos estos hechos muestran que lo que se discutió en la COP 21 no fue banal, y que es necesario que el compromiso asumido sea tomado en serio por las naciones.
Parte de ese compromiso es también el de financiar la adaptación, porque hay daños que ya son irremediables.
El mundo deberá trabajar para aprender a convivir con estos fenómenos. Una medida en ese sentido, por ejemplo, puede ser la de despoblar las actuales áreas inundables y determinar cuáles son las nuevas áreas susceptibles de quedar bajo agua.
El segundo gran compromiso es el de la mitigación del calentamiento global. Ambos son urgentes, tal y como la naturaleza misma lo está advirtiendo.