“La cifra que se maneja es de 337 cadáveres varados en una amplia área de la costa chilena sobre el Pacífico sur: 305 cuerpos y 22 esqueletos. Pero estos números pueden variar, ya que la zona es prácticamente inaccesible y el relevamiento se ha hecho por fotografías aéreas.”
Una larga historia
En abril de este año fueron descubiertos los primeros 20 cuerpos que la marea había depositado en el Golfo de Penas, situado en plena Patagonia chilena a unos 1650 km al sur de Santiago de Chile, la capital del país.
Un grupo de científicos bajo la dirección de Vreni Haüssermann, directora de la Estación Científica Huinay, que es un centro adscrito a la UCV (Universidad Católica de Valparaíso) y propiedad de la Fundación Huinay de Endesa Chile, realizó las primeras investigaciones en busca de la causa de las muertes de los cetáceos.
En mayo y tras recibir la denuncia del avistamiento de los cetáceos muertos, el SNPA (Servicio Nal. de Pesca y Acuicultura) organizó una expedición por mar a la zona contando con la colaboración de diversos especialistas; in situ se confirmó la presencia de 19 cadáveres más, en distintos estados de descomposición.
La doctora Haüssermann sugirió que debía hacerse un reconocimiento aéreo de la zona (ya que es de muy difícil acceso por otros medios) para saber si había más animales muertos, pero las autoridades se negaron alegando que las condiciones meteorológicas reinantes eran adversas. Por tal razón optó por pedir ayuda a medios privados.
Una revista de alcance internacional se ofreció a costear los vuelos y la investigación, a cambio de la exclusiva de la noticia, por lo que no se podía divulgar el hecho hasta que dicha revista no lo publicara.
En junio se realizaron los vuelos de reconocimientos y la sorpresa fue mayúscula: desde el sitio del primer hallazgo hasta casi 1500 km más al sur, en una zona de islotes, fiordos y canales, se encontraron un total de 337 cuerpos.
¿Por qué han muerto?
Los cetáceos encontrados son de la especie Rorcual Norteño o Ballenas Sei (Balaenoptera borealis), un animal 12/16 metros de largo cuando llega a la edad adulta, capaz de nadar a 50 km/h y que suele avistarse solo o en grupos de no más de cinco o seis ejemplares.
No tienen conductas migratorias predecibles como otras ballenas, sino que simplemente en verano viajan a las heladas aguas del sur cerca de la Antártida y en invierno lo hacen hacia zonas más templadas y tropicales.
Por haber sido cazadas durante muchos años en los mares del sur, su número ha disminuido de manera alarmante, tanto que en la actualidad es una especie protegida a nivel internacional y se las considera en peligro de extinción.
Se habla de la posibilidad de que hayan ingerido plancton infectado con algas del tipo dinoflageladas, que causan lo que comúnmente se conoce como “marea roja” o de que hayan sido atacadas por un virus, pero en realidad 5 meses después de la primera aparición, aun no hay una explicación científica “oficial”, salvo que no han muerto por causa directa de la mano del hombre.
Las denuncias El 20/11 fueron publicadas las fotos y la nota del suceso en la revista que financió la expedición de investigación y el 1/12 un grupo de veterinarios chilenos especialistas en varadas de ballenas (un fenómeno tristemente habitual en las costas de su país) denunciaron a la Dra. Haüssermann y a su grupo, por “omisión de información”.
La Dra. Haüssermann justifica sus acciones, explicando que no hubo más remedio que ocultar la verdad y respetar el acuerdo de confidencialidad, ya que de otra manera hubiera sido imposible encontrar los fondos para realizar los vuelos que permitieron comprobar la magnitud de la catástrofe.
Los veterinarios dicen que este acuerdo ha puesto trabas a la investigación de la muerte de los animales, ya que la ha retrasado 5 meses, pero lo que es peor, han puesto en peligro a otros animales y al resto de la población, por salir en una revista y llevarse todo el mérito del descubrimiento.
Alegan que más allá del derecho que los chilenos (y el resto del mundo) tienen a saber lo que pasa en sus costas, la zona de los varamientos es un lugar donde se pescan muchos otros especímenes, por lo que se ha puesto en riesgo la salud pública, ante la posibilidad de que existiese una alta concentración de algas tóxicas u otra enfermedad que pudiera afectar a la fauna local.
Una reflexión final
Este tema va a dar mucho que hablar seguramente, pues se ha planteado un conflicto ético y de intereses, de alcance y dimensiones muy importantes.
Es tanta la suspicacia que ha creado la noticia, que no falta quien se pregunte si no nos estarán dando la información con cuentagotas y habrá que comprar el próximo número de la revista NG para enterarse de qué es lo que les sucedió a estos enormes animales para acabar así.