Por Carlos Moreno*
En este siglo la urbe es un actor pleno en sus roles político, socio-económico, territorial. Esta transformación condicionará los 50 próximos años.
Rarefacción de los recursos, el recalentamiento climático, la explosión demográfica, la concentración urbana, el aumento del número de megalópolis, trastorno de los grandes equilibrios económicos mundiales.
Existe una amplitud de desafíos ligados al fenómeno urbano que se manifiestan con intensidad para nuestra generación y las que van a seguirnos.
En el momento en que la comunidad internacional reunida en New York se reúne para la cumbre del desarrollo sostenible de las Naciones Unidas me parece oportuno de recordar el impacto que representa esta temática en las ciudades y lo que representa en este contexto como desafío para nuestras vidas.
En el espacio de un siglo, 1950 al 2050, la población urbana mundial va a pasar 1.500 millones de personas a cerca de 10.000 millones.
Entre 2000 y 2050, no son menos de 3.000 millones de personas que se instalarán en las ciudades sobre todo el planeta. Vivimos el cambio, en menos de 100 años, de un mundo al 70% rural en un mundo al 70% urbanizado.
Pero también sabemos que los espacios urbanos contribuyen a la altura del 70% de las emisiones de gas a efecto de invernadero tal como el IPPC lo ha señalado ampliamente.
La actividad humana generó una tasa de partículas por millón (PPM) que en menos de 100 años, en 2013, por primera vez sobrepasada el umbral de 400 PPM, poniendo así la humanidad en un umbral de peligro, sobre su propio futuro.
¡No podemos evocar los efectos de la polución, gases a efecto de invernadero y sus impactos en la calidad de nuestras vidas si no nos damos cuenta que las regiones urbanas concentran más de dos tercios de la movilidad automóvil y por lo menos el 80% de las residencias principales y edificios terciarios, los tres grandes factores de emisiones de CO2 y la degradación de lo que es tan vital, la calidad del aire!
Ciudad sensible. Ciudad frágil. Más que nunca el pulso de la ciudad que late es afectado por el desarrollo de la actividad humana, nuestra actividad, que pone en peligro nuestra propia capacidad a mantener condiciones de vida de calidad.
Asistimos así a esta nueva configuración que es la fuerza y el poder de las ciudades, la agregación de los hombres y de las mujeres en torno de un territorio con un conjunto de necesidades y recursos, compartiendo usos y servicios. Vivimos así bajo todos los continentes una nueva etapa de transformación concerniendo al poder y su regulación con el peso nuevo en este siglo de la ciudad como actor pleno en sus roles político, socio-económico, territorial, impactando el cotidiano de nuestras vidas. Esta transformación irreversible conlleva implicaciones estructurales condicionando los 50 próximos años.
Las decisiones tomadas cada día en las ciudades son constitutivas de la manera como la sociedad urbana construye para las próximas décadas nuestro futuro y el de las generaciones que siguen. Cada una de ellas tendrá un impacto mayor en las problemáticas que no son solo las de hoy y de mañana, sino también las que se generaran en 2050 cuando el 70% de la población mundial estará urbanizada.
Hablar de desarrollo sostenible urbano implica ante todo tomar conciencia de la fragilidad socio-territorial intrínseca de las ciudades.
Esta vulnerabilidad es una dimensión esencial para comprender la ciudad, que es atravesada permanentemente por tensiones no solo medioambientales, sino igualmente sociales, económicas, territoriales y culturales.
La fragilidad urbana no puede ser vista únicamente en el sentido de exposición a potenciales riesgos mayores (catástrofes naturales y tecnológicas, riesgos industriales).
La complejidad de las ciudades, la urbanización creciente, el aumento de las necesidades que hay que satisfacer, la presión debida a la disminución de los recursos, pero igual las fracturas socioeconómicas visibles en el tejido social, ponen de manifiesto una nueva clase de vulnerabilidad urbana ella misma en plena evolución.
Ésta se manifiesta particularmente por los efectos producidos por este importante desarrollo urbano, muy a menudo no planificado, y así como por las dificultades de vida que se constata en amplios sectores de las poblaciones urbanas.
Por esta razón subrayo la importancia de la noción de resiliencia, que constituye indiscutiblemente, uno de cinco desafíos de la ciudad de mañana, al mismo tiempo que los desafíos medioambientales, sociales, económicos y culturales.
Cinco desafíos que podremos afrontar con la ayuda de las tres palancas poderosas que representan la innovación social, la reinvención de las infraestructuras urbanas y la revolución tecnológica, particularmente digital.
En la edad de la multitud en este período masivamente ubiquitario del siglo XXI, de redes sociales e información instantánea, crece, se imbrica, la edad de la ciudad, del poder de su gobernanza, de su mayor papel frente a los estados creando nuevas condiciones de sensibilidad, de identidad, de pertenencia y también nuevas manifestaciones y exigencias socio-económicas, culturales, ecológicas incluso tecnológicas propias.
Estas son cada vez más movilizadoras de los ciudadanos en sus relaciones con la gobernanza local: gestión de la movilidad, de la seguridad, la vivienda social, los desafíos energéticas, el manejo del territorio, de las redes de las infraestructuras, la utilización de los espacios públicos, la economía de proximidad, la cultura, diversión, la renovación del patrimonio, la accesibilidad, la extensión de las zonas verdes y su biodiversidad, manejo de recursos hídricos, el mejoramiento de la calidad del aire, la fiscalidad, la atractividad y la calidad de vida.
La implicación ciudadana, apoyándose en las poderosas herramientas tecnológicas del siglo 21, deberá así permitir aceptar y acompañar las grandes mutaciones urbanas indispensables para el mañana en estas diferentes áreas.
Más que nunca, el rol, la fuerza, la posición decisiva que representa la vida en nuestras ciudades, la capacidad de atracción de estas, el poder de la vida urbana y la calidad de su gobernanza están en el corazón de la construcción de un mejor vivir juntos en la búsqueda de la cohesión social, el respeto de la democracia y la incitación a la participación ciudadana para cultivar una cultura común de vivir juntos.
La ciudad puede así conjugar una identidad afirmada, con un desarrollo económico próspero que pasa por una atracción fuerte social y territorial, basado igualmente en el respeto de la transición energética, ecológica y el respeto de la biodiversidad.
El hilo conductor es ante todo la ciudad viva, la ciudad para la vida, la calidad de la vida en la ciudad, para vivir en buena inteligencia, dando la prioridad a los usos y en los servicios e innovando en todos sus frentes.
La movilización no puede ser episódica, en el momento de los picos urbanos de polución, calores tórridos o situaciones críticas en caso de crisis, o una solemne reunión internacional, por ejemplo. La movilización de los actores debe ser permanente, porque la vulnerabilidad de la ciudad es intrínseca a su desarrollo.
Cuando la mayoría de las ciudades del mundo procuran reforzar su atractividad económica y atraer a visitantes, conviene no separar la noción de espacio público de la de identidad social y la ciudadana. Para ser atractiva, la ciudad debe estar abierta en su diversidad y poner por delante sus valores culturales y sociales.
Espacios públicos, patrimonio urbano, infraestructuras urbanas, recursos naturales, topografía de los lugares, diversidad social como partes integrantes del desarrollo sostenible urbano deben ser elementos que refuercen el sentimiento de pertenencia del ciudadano a su territorio. Las nuevas tecnologías tienen un papel esencial que jugar en este proceso a través de las redes de hyper proximidad y de expresión ciudadana. Ellas permitirán de desarrollar nuevas prácticas amplificando las innovaciones sociales y urbanas.
La inteligencia urbana en un mundo que cambia sometido a grandes tensiones es aquella que sabe comprender la importancia capital de la fragilidad urbana, de su vulnerabilidad social-territorial y a la cual aporta su capacidad movilizadora transversal de su eco sistema para construir cada día su resiliencia y enfrentando los desafíos sociales, económicos, culturales y ecológicos.
*El profesor Carlos Moreno es especialista en inteligencia urbana y ciudades inteligentes. Este es su blog en la página i-ambiente.