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La resolución de condenar a la pena máxima establecida por el Código Penal al ex Director del Galpón Vial Municipal, se dio por mayoría de las juezas Luciana Irigoyen Testa y Mariana Giménez, con disidencia de parte de Mario Juliano quien considera inconstitucional esa pena.

El hombre que declaró ante los jueces por espacio de casi cinco minutos y dio su versión de lo sucedido, se mostró «arrepentido” por la locura que cometió.

Aldecoa tiene una historia de vida personal con rasgos de violencia familiar en distintas etapas y esas señales lo llevaron a concretar un brutal ataque contra dos personas indefensas que en ese momento desarrollaban ejercicios físicos y estaban distendidas.

Durante casi 50 minutos se prolongó el alegato de la fiscal Analía Duarte, quien antes de la acusación y el reclamo de castigo de prisión perpetua para Aldecoa, llevó adelante una narración de cómo se llegó al absurdo desenlace del sábado 19 de octubre de 2013, entre las 19.30 y las 20, en el interior del Parque Municipal Narciso Del Valle.

«Aldecoa fue la mano derecha del intendente (Hugo) Rodríguez, entre ellos había una larga relación de amistad y confianza”, dijo Duarte, quien hizo alusión al faltante de varios litros de gasoil del Galpón Vial mientras Aldecoa era el responsable de esa dependencia.

Esa y otras irregularidades fueron abriendo heridas entre las partes y el afecto fue quedando de lado indefectiblemente. Después llegó la brutal agresión a Silvio Vidal, el ex jefe de Gabinete que remplazó a Julio Aldecoa en el Galpón Vial y trató de «equilibrar” los desarreglos generados por una gestión polémica.

Para la representante del Ministerio Público Fiscal, el autor del doble crimen de Lobería «calculó de forma fría y artera su plan” en la sombra de la noche y para lograr eficacia y certeza, se refugió entre los árboles y estuvo al acecho de las víctimas.

«Aldecoa no es psicótico, como lo quiere hacer pasar la defensa y tenía pleno registro de culpabilidad luego de cometer los crímenes, sabía que los había matado”, sostuvo la fiscal.

Además puso énfasis en los cinco hachazos que recibió en el cráneo el intendente de Lobería cuando ya había muerto y su rostro quedó tan desfigurado que ni siquiera los policías que llegaron al lugar del trágico episodio, en principio, pudieron reconocer a uno de los fallecidos.

El abogado Armando Zelaya, quien representa a Marisa Franco (esposa de Hugo Rodríguez) y al ex funcionario Silvio Vidal, adhirió a los términos planteados por la Fiscalía en el alegato y pidió la condena de prisión perpetua para el imputado.

Aseguró que «Aldecoa tenía el ánimo de matar, fría y serenamente. Actuó con astucia y traición, no fue un accidente como lo quiso catalogar en su declaración”.

Por su parte, la defensora «ad-hoc” de Julio Aldecoa, la abogada local Daniela Cangiano, solicitó la absolución por entender que es inimputable y, al mismo tiempo, que si lo condenan sea por el delito de «doble homicidio simple”, cuya escala penal es de 8 a 25 años de cárcel.

Cuestionó a varios testigos aportados por la Fiscalía durante el juicio y no compartió ni aceptó la postura de la fiscal Duarte en cuanto a que el acusado «tuvo intención de matar a las víctimas. No hubo una actitud dolosa, no armó ni pergeñó una estrategia”.

Para la letrada, la historia del doble crimen comenzó mucho antes y reconoció que su defendido «se sintió perseguido” por quienes eran sus compañeros de militancia política y amigos (Rodríguez y Vidal).

Cangiano se refirió a la historia de vida de este hombre que sufrió la violencia en su núcleo familiar desde joven y luego cuando formó su propio hogar. La enfermedad de su esposa que murió de cáncer, fue una situación que también le provocó mucha angustia y nunca logró superar dicho trance.

En todo el debate oral que se desarrolló en la sala del Tribunal Criminal Nº 1 quedó bien en claro que hubo «un inocente” que estuvo en el «sitio equivocado” esa fatídica jornada del sábado 19 de octubre de 2013: Héctor Edgardo Alvarez.

Más allá que, como expresó Aldecoa en su declaración que Alvarez le dijo «baja el arma hijo de p…” cuando él sorprendió al intendente y al director del Taller Protegido de Lobería, lo cierto es que en el juicio nunca se escuchó algún cuestionamiento o reproche hacia Alvarez.

El terapista ocupacional no tenía nada que ver entre los problemas personales acumulados por Rodríguez-Vidal y Aldecoa. Estaba totalmente al margen de todo y sólo por estar en ese momento junto a su amigo y, confidente en muchos casos, murió sin contemplación.