Julio Aldecoa está siendo juzgado por el crimen del intendente de Lobería y del jefe de los talleres protegidos de la localidad. Los peritos dijeron que es una persona lúcida, con rasgos paranoides y con una historia signada por la violencia y las carencias afectivas.
En la escuela le decían salvaje. El creía que los demás lo odiaban por ser pobre, y se defendía con lo que tenía a mano. De chico vio cómo su padre golpeaba a la madre y a sus hermanos. Y opina que casi todos, desde pequeño, le faltaron el respeto y lo acosaron.
Así se lo contó Julio Aldecoa a la psicóloga Elma Balsategui y al psiquiatra Rodolfo Kurz. Los peritos declararon la semana pasada en el juicio por el asesinato a balazos y hachazos de Hugo Rodríguez y Héctor Álvarez en Lobería el 19 de octubre de 2013.
Aldecoa está siendo juzgado por homicidio calificado.
El jueves declararon los peritos que lo examinaron. El padre, les contó durante la entrevista, fue peón rural. Murió en 1985, atropellado por un camión. La madre todavía vive: tiene 91 años, pasa los días en un geriátrico y está en silla de ruedas. En algunas jornadas del juicio estuvo afuera del tribunal y habló con su hijo en los cuartos intermedios.
El padre era “tomador y agresivo”. Golpeaba a su mujer y a los hijos. Estuvo preso luego de una pelea: apuñaló a un vecino, pero no llegó a herirlo de lleno porque el otro se defendió con una silla. A él, dijo Aldecoa, también lo amenazó con un cuchillo. A los 20 se fue de la casa junto con su madre.
Se casó en 1985 con una docente. Sus suegros, dice Aldecoa, no lo querían por ser pobre. Antes de entrar a la municipalidad volvía a su casa “tenso por el trabajo y eso ocasionaba discusiones en el hogar”. Se separaban pero bajo el mismo techo y a veces estaban así hasta por veinte días.
También discutían por la crianza de hijos. Solange, la menor, lo acompaña en el juicio. El hijo mayor no. En la entrevista con los psicólogos, se limitó a decir que “ha renegado de su conducta”. El chico escribió en Facebook lo siguiente:
“Siempre fue violento, en especial con mi mamá. No es un hecho aislado, no «sufrió un colapso en el sistema central de su mente». Es una persona violenta y siempre lo fue. Que no lo evidenciara fuera de su casa es una cosa muy distinta”.
La mujer murió de cáncer de mama a los 45 años.
En setiembre de 2013, dijo de los peritos, mantuvo una relación con una enfermera. Se separó “porque los hijos de ella no lo aceptaban”. La mujer estaba en el hospital el día del crimen. Sus amigas recibieron un mensaje de texto que decía: menos mal que me separé a tiempo de este loco.
Aldecoa Fue hasta sexto grado a una escuela parroquial y lo expulsaron por mal comportamiento Sus recuerdos más importantes son dos: escapaba de clases y rompía los azulejos del baño. Solía pelear con sus compañeros: lo discriminaban, dice, por ser pobre. Las maestras le decían “salvaje”. Él lo vivía como una falta de respeto. Más tarde dirá lo mismo del intendente.
En el 2012 empezó a perder la vista de un ojo. Los médicos dijeron que era por el estrés. Después de la pelea con Silvio Vidal –el funcionario al que estuvo a punto de arrancarle un dedo con los dientes- empezó a tratarse con un psiquiatra. Le recetaron pastillas: cree que un antidepresivo, pero no recuerda el nombre.
Dos meses antes del asesinar al intendente y al jefe de los talleres protegidos se golpeó la cabeza tratando de atar un toro. No fue al médico.
Trabajó en la municipalidad durante 25 años. Lo nombraron jefe del galpón vial en 2003 y renunció en 2012, cuando se enfermó de la vista. “Había tenido antes una buena relación con el intendente ya que juntos habían intervenido en política, finalmente ese vínculo se deterioró”, anotaron los peritos en el informe. Y sigue: “Está convencido de haber sido objeto de acoso laboral pues no le dieron vacaciones durante diez años y no consideraron su trastorno visual asignándole trabajos como electricista que no podía hacer. El intendente era soberbio y muchas veces lo trató mal y, en ocasiones en que se cruzaron en la calle, fue insultado aunque él respondió a la par”. Lo que más le molestaba, dijo Aldecoa, es serle indiferente.
Los peritos anotaron varias conclusiones:
-El temprano contacto con la violencia lo llevó a no aceptar o ser rebelde ante la autoridad y a acatar indicaciones como más tarde se vería en el ámbito escolar y en el laboral.
-Tiene una tendencia a la conflictividad en las relaciones con los demás. Aldecoa le dijo a los peritos que, además de llevarse mal con la mayoría de sus seres cercanos, no tiene amigos.
-Tiene rasgos paranoides: susceptibilidad, desconfianza, idea de poder ser perjudicado o dañado o no ser reconocido” esto posibilita “interpretar las intenciones de los demás como maliciosas”. No es capaz de olvidar lo que interpreta como un ataque.
-Tiene un pensamiento rígido, pobreza afectiva, dificultad en el manejo de la agresión y un nivel de inteligencia “normal bajo”.
-Tiene capacidad “para comprender la intención de sus actos así como para dirigir su accionar”.
En la entrevista, dijeron los peritos, se mostró arrepentido del crimen, pero tiende a justificarse: dice que fue víctima de un acoso laboral y un maltrato laboral prolongado.
Antes de estar preso solía tener migrañas: el dolor desapareció desde que está preso.
En cierta forma, se siente aliviado.