Por Néstor Omar Fernàndez*
En contradicción de quienes sostienen que la Constitución Nacional no debe ser modificada, estimo que sí es necesario, cada cierto tiempo, para adecuar su legislación en consonancia con el paso de los años y los cambios que se producen en las sociedades. Siempre con la premisa de procurar la mayor justicia social, una justa distribución de la riqueza y aboliendo privilegios e iniquidades que todavía permanecen en el seno de los pueblos.
La introducción es pertinente porque, en mi condición de ateo, de demócrata y de respetuoso de las más diversas creencias, abogo por la separación de la Iglesia del Estado. Al decir «iglesia» me refiero, concretamente, a la católica, que según la Constitución Nacional sostenemos económicamente todos los argentinos y residentes en nuestro país.
Me parece por demás injusto y discriminatorio. No sólo en el caso de los no creyentes, sino también de los tantos hombres y mujeres que profesan otros cultos. Por otra parte, es cuestionable que, habitualmente, los sacerdotes de todos los niveles aludan a su «preocupación por la pobreza», con la implícita critica a los gobiernos de turno… Lo primero que tendrían que hacer esos clérigos (beneficiados y no moderadamente con nuestros dineros), y siendo fieles al pensamiento de Jesús, es resignar la retribución que reciben, y contribuir con el pago de tasas e impuestos por los cientos de propiedades de su pertenencia, y de las que están exentos.
Creo estar bien informado en cuanto, por ejemplo, lo que percibe un obispo mensualmente como salario: el 80 por ciento de lo que gana un juez, y en el caso de estar jubilado, el 75 por ciento. Y los sueldos de los funcionarios judiciales de superior jerarquía son muy buenos… Agrego otro dato de importancia que es conocido por la opinión publica pero que, escasamente se menciona: la Iglesia Católica siempre apoyó los golpes cívico-militares que hemos padecido, desde 1930 en adelante, incluyendo la última y más siniestra dictadura, que produjo miles de muertos y desapariciones, con cuantiosos robos al patrimonio nacional.
Confío que esta nota propicie fomentar debates y discusiones que favorezcan una mayor justicia. Como expongo, respeto todas las creencias, pero estimo que el culto debe ser solventado por sus creyentes. En este caso, por los católicos, insisto, y no por los ateos ni por quienes, con todo derecho, profesan otras religiones.
*periodista