Con Sergio Romero como gran héroe en la definición por penales, el seleccionado argentino se clasificó finalista de la Copa del Mundo donde lo espera Alemania. Habían igualado sin goles.
Argentina, con una extraordinaria actuación del arquero Sergio Romero en la definición con remates desde el punto penal, en la que contuvo dos, le ganó a Holanda por 4-2, tras igualar 0-0 en los 120 minutos previos, y jugará la final del Mundial Brasil 2014 el domingo contra Alemania en Río de Janeiro.
«Chiquito» Romero, quien nació hace 27 años en la localidad misionera de Bernardo de Irigoyen, se hizo enorme y le atajó los tiros a Ron Vlaar y Wesley Sneijder, y Lionel Messi, Ezequiel Garay, Sergio Agüero y Maximiliano Rodríguez convirtieron los suyos y desataron el delirio de los 30 mil argentinos que le dieron un marco imponente al Arena Corinthians de San Pablo.
Así el equipo que dirige Alejandro Sabella, que estuvo muy lejos de jugar bien, eliminó a Holanda y jugará el domingo a las 17 frente a Alemania en el mítico estadio Maracaná, lo que será la tercer final mundialista entre argentinos y alemanes luego de las de México 1986 e Italia 1990.
En la primera el seleccionado albiceleste se impuso por 3-2 en el estadio Azteca del Distrito Federal de México y en la segunda el conjunto germano venció por 1-0 en el Olímpico de Roma.
Pero Argentina hoy tuvo que «trabajar» un partido complicadísimo desde lo táctico, cargado de tensión, mal jugado, ante Holanda, rival con el que había perdido dos veces (Alemania 1974, por 4-0 y Francia 1998, por 2-1), al que le había ganado una sola (Argentina 1978, la final, por 3-1) y empatado otra (Alemania 2006, 0-0).
Y lo sacó adelante con personalidad, jerarquía y frialdad en una serie de remates desde punto penal infartante.
Antes hubo 120 minutos de fútbol, en realidad poco de eso, pero con dos equipos que jugaron a no equivocarse. Y eso fue por obra y gracia de sus directores técnicos, Sabella y Louis Van Gaal, los dos protagonistas del encuentro.
Argentina abandonó el esquema «madre» 4-3-3, tal como lo definió su DT en tierras brasileñas, y adoptó el clásico 4-4-2.
Eso le quitó fútbol y profundidad al equipo, que fue previsible en ataque, pero sólido en defensa.
Algunas pinceladas en cuentagotas de Messi, una que otra diagonal de Ezequiel Lavezzi y unas buenas intenciones de Enzo Pérez fue lo que mostró el conjunto nacional.
Eso sí Javier Mascherano le dio prolijidad a la salida, se apoyó en Lucas Biglia en la contención en la mitad de la cancha y utilizó a Pablo Zabaleta, por derecha, y Marcos Rojo, por izquierda, para abrir a un seleccionado holandés que se plantó muy bien de mitad de cancha para atrás, con su 5-2-1-2, pero que también careció de profundidad en ataque.
Sneijder, su generador de juego, casi no participó del partido y Arjen Robben y Robin Van Persie, sus puntas, quedaron aislados ante la excelente marca de Martín Demichelis y Garay, los zagueros centrales argentinos.
Los cincos de la defensa de Holanda, Kuyt, Stefan De Vrij, Vlaar, Bruno Martins Indi y Daley Blind, también tuvieron una tarea sobria y Georginio Wijnaldum y Nigel De Jong, el doble cinco, presionaron y no le permitieron jugar a Messi y compañía.
Apenas un tiro libre de Messi (14m.), un cabezazo de Garay (23m.) y un cruce de Vlaar ante Higuaín (35m.) fueron las incursiones ofensivas argentinas en un primer tiempo, donde Holanda no llegó ni una sola vez, salvo por un par de centros bien resueltos por Romero.
El desarrollo del juego en el segundo tiempo no varió en nada: fue otra vez un ensayo y error. Y se sumó otro protagonista: la lluvia. Pero el fútbol estuvo ausente.
Messi y Robben, los que tenían que «romper» los esquemas, sufrieron las sistemáticamente marcas escalonadas de sus rivales, y la pelota siempre pasó por los volantes centrales Mascherano y Biglia, por un lado, y Wijnaldum y Jordy Clasie (reemplazó a De Jong), por el otro. Por ende no hubo juego y consecuentemente llegadas a los arcos.
Sabella con los ingresos de Rodrigo Palacio y Agüero por Pérez e Higuaín, respectivamente, buscó darle oxígeno al ataque pensando en el tiempo suplementario.
Sobre el final, a los 45 minutos, lo tuvo Robben, pero Mascherano, de manera brillante, evitó la derrota.
Holanda en el epílogo del tiempo reglamentario y en el comienzo del primer período fue superior más por tenencia de la pelota que por el juego en sí.
Los ingresos de Klaas Jan Huntelaar por Van Persie, para los holandeses, y de «Maxi» Rodríguez por Lavezzi, para los argentinos, fueron cambios de «figuritas».
Y cuando el equipo decayó, los hinchas argentinos, 30 mil almas contra que capearon el frío y la lluvia paulista, le dieron fuerza desde afuera.
Así, como por arte de magia, Argentina tuvo dos ocasiones claras: primero con Palacio (9m.) y después con «Maxi» Rodríguez (11m.), pero tanto el delantero como el volante fallaron en la definición.
Entonces llegó el tiempo de los tiros desde el punto penal y ahí apareció «Chiquito» Romero, más grande que nunca, y la frialdad de Messi, Garay, Agüero y «Maxi» Rodríguez para llevar a Argentina a su cuarta final y ante la posibilidad de sumar la tercera Copa del Mundo en sus vitrinas.