Por Lic. Javier Ranaldi*
«El tema de los medios de comunicación y su cada vez más marcada influencia en la sociedad, requiere por supuesto, un análisis más profundo y seguramente más criterioso que el que se formula en este artículo, pero el objetivo es brindar una panoplia de características de este proceso comunicativo y mediático del que somos protagonistas y reflexionar acerca de ellas.»
«Estamos inmersos en una saturación de información que restringe, en muchos casos, la formación de un criterio propio acerca de ciertos sucesos y cuestiones. Desde los medios, la noticia informativa, en la mayoría de los casos, no es otra cosa que un saber vulgar, doxático, pero se lo presenta en la consideración como un saber científico, epistémico. Lo que se dice en los medios es la verdad objetiva, que tiene como particularidad la operación de generar en el receptor la percepción de que sabe y conoce más acerca de los asuntos que se informan.
Últimamente en nuestro país a partir del lockout agrario se vivieron unos meses de bombardeo mediático en donde la comunicación tuvo un papel preponderante y tomó partido indisimulablemente participando en la circulación de los inconscientes, como plantea Bourdieu: ‘Considero que lo más terrible en la comunicación es su inconsciente, en particular, aquellas cosas mediante las cuales nos comunicamos, pero acerca de las cuales jamás comunicamos: me refiero a las oposiciones fundamentales que hacen posible la discusión y que nunca son objeto de debate’ Estuvo muy claro a lo largo de todo ese conflicto que la patronal agraria evitó permanentemente debatir acerca de números y propuestas, y que los medios nunca plantearon ni forzaron ese debate, sino todo lo contrario hegemonizó el discurso.
Arturo Jauretche, planteaba ya el problema de los medios y su supuesta objetividad en el año 1957: ‘El método utilizado por la prensa independiente, cuya primera trampa es esa supuesta independencia no consiste solo en la deformación de lo hechos informados y en la reiteración constante y destacada de los hechos, doctrinas y soluciones convenientes a la realidad que hay detrás de independencia, sino al manipuleo de las informaciones que no se adecuan a sus fines’.
Ahora en la actualidad, no ya en época de Don Arturo, se presentan otros obstáculos, que complejizan aún más la posibilidad de análisis y reflexión. A partir de los cambios tecnológicos, la comunicación tiene, invariablemente tres efectos en el pensamiento:
1) Alteran la estructura de intereses, es decir las cosas en las cuales se piensa.
2) Cambian el carácter de los símbolos, es decir las cosas con las cuales pensamos.
3) Modifican la naturaleza de la comunidad, es decir el área, el espacio, donde se desarrollan esos pensamientos.
Por esta cuestión es que en muchos casos patrones de pensamiento que sirvieron de análisis para comprender cuestiones básicas de la realidad, hoy ya no alcanzan o son deficientes.
Como plantea en el caso de la televisión Horacio González: ‘La evidente inmediatez destinada a servir con gramáticas crecientemente unidireccionales a determinadas escenas gubernativas -aunque la televisión siempre se concibe como fuerte, frente a la política que es débil- acentúa la necesidad de avivar la postergada discusión sobre televisión, política, justicia y pensamiento, piedra de toque de cualquier renovación política.’
Es por eso que el tema de los medios debe ser una cuestión de análisis político y filosófico. Y una nueva ley es indispensable. Por muchas razones pero sobre todo por dos cuestiones fundamentales: porque reemplaza una norma de un gobierno militar autoritario y genocida y porque así como la resolución 125 apuntaba a la redistribución de la riqueza, esta nueva ley de comunicación audiovisual aporta a la redistribución de la palabra.
Y además también porque será fruto de debate, del consenso de todos los actores implicados en los procesos de información y por la sociedad en su conjunto, como lo fue la ley de educación.
Este debate es otro paso necesario y fundamental para quien en serio quiera modificar la realidad en el camino hacia una patria más justa.»
*Licenciado en Filosofía