Por Jorge Romagnoli*
Una vez más, la noticia es el aumento de las retenciones a las exportaciones agrícolas. Aapresid – como red de productores que apuesta a la innovación en nuestro país- no puede desentenderse de este lamentable hecho.
Éstas medidas tomadas por el gobierno, en relación a la producción de granos, tendrán un dramático desenlace para nuestro país, con gran desmotivación a la producción, a muy corto plazo.
Desde lo macroeconómico, el gobierno demuestra una gran ignorancia la dinámica del negocio. Con este tipo de medidas, que sólo atienden al precio internacional de los granos –como si fuera la única variable que afecta al resultado de la producción agropecuaria- no se consideran otros aspectos de igual importancia como los costos y la productividad. El nivel de inversión es cada vez mayor, el retorno por peso invertido es cada vez menor, y esto sumado a que los costos de producción se elevan cuasi exponencialmente.
El sistema castiga a toda la producción agropecuaria del país, pero muy particularmente a las zonas marginales (¿o deberíamos decir: cada vez más marginadas?). Estas medidas dejan afuera del negocio a las áreas periféricas. Las provincias con mayor perjuicio serán Chaco, Tucumán, Salta y Santiago del Estero, así como todas aquellas economías que se encuentran a una gran distancia de los puntos de comercialización.
Los representantes de los ciudadanos argentinos de estas provincias y el resto de los gobernadores e intendentes del interior del país, debieran ser los primeros que reprueben estas políticas. Los afectados somos todos los habitantes de cada pueblo o ciudad, y los que gobiernan son sus mandatarios y están llamados a defender sus intereses.
La bonhomía de los precios internacionales que genera la “renta extra”, a la que se refiere el gobierno en sus argumentos, se redistribuyen no sólo entre los productores –aproximadamente 400.000 pymes-, sino también entre muchos proveedores, prestadores de servicios y productos.
Por lo demás, es difícil comprender aquello que muchos piensan, que “ganar dinero está mal”. La rentabilidad es la base sobre la cual las empresas o personas invierten generando más trabajo, más oferta de productos y servicios –buscando más cantidad y calidad de los mismos-, controlándose así virtuosamente los precios.
Los argumentos del gobierno pueden ser aún más incoherentes. Decir que tener precios fijos da más previsibilidad habla de un desconocimiento prodigioso. Los precios suben o bajan compensando de alguna manera los altibajos en las producciones. Si tenemos un precio fijo, quedamos expuestos, en el futuro, a las bajas de la producción sin la oportunidad de que los precios reaccionen. Por otra parte, la suba de los precios internacionales es una señal de los demandantes para un aumento de la producción. Al perder esta señal, se desacoplan no sólo los precios, sino también la racionalidad.
La confirmación del desconocimiento es que se mantienen las retenciones aún con bajos precios, allí donde la rentabilidad ya es negativa. Se seguirán cobrando, aún cuando nadie decida sembrar. El margen del negocio es distinto de acuerdo a la productividad y la localización de la producción. Pero el esquema propuesto por el gobierno no reconoce diferencias.
El sistema de retenciones es anti-desarrollo, anti-progreso, anti-crecimiento. Se tiende a “igualar para abajo”. Perdemos competitividad a nivel mundial como país agroalimentario y proveedor de energía.
Los productores de los países competidores están de parabienes: la sofisticada y competitiva agricultura argentina salió del mercado. Nuestro gobierno ha realizado una “operación histórica” de transferencia de riqueza a Estados Unidos y Brasil, al tiempo que pretende hacernos creer que “protege a los pobres de Argentina”.
En paralelo, este tipo de medidas va en contra de una producción sustentable. Afecta de manera negativa a los procesos productivos, ya que llevará a una disminución de la inversión en tecnología y en la utilización de insumos claves, atados a las Buenas Prácticas Agrícolas. Sin mencionar el impacto que esto puede suponer sobre el espíritu de progreso en los agro negocios.
Éstas medidas sólo lograrán empobrecernos a todos. En cambio, la producción agrícola actual genera mucha riqueza en toda la sociedad. Sería deseable aumentar la producción de los granos con todas las externalidades positivas que eso supondría, no sólo sobre la cadena agroalimentaria, sino también sobre la industria y el sector de servicios. Pueden existir medidas sencillas, rápidas, eficientes, que satisfagan todos los intereses. Pero no hay oportunidades de escuchar, de llegar a consensos, mucho menos de articular el corto con el largo plazo.
Lo sustancial, lo que nos preocupa, es que este sistema aniquila el desarrollo del interior y de las economías regionales. No nos confundamos, el problema de esta política no es patrimonio de los agricultores, es de todos los sectores que quieren un país integrado geográficamente, con riqueza, equidad y futuro. Este problema es de los intendentes y gobernadores, de los peones y de los transportistas y de los maestros que educan en provincias cada vez más pobres.
Tenemos algo peor que el enojo, la desesperanza.
*Presidente de Aapresid, Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa.