Por Silvia Guillot
Cada 8 de marzo, desde hace años, se celebra el “Día de la mujer”. Cada 8 de marzo, desde hace unos cuantos años, rechazo amablemente el deseo de “feliz día”, que me ofrecen por ser mujer.
Ante esta situación que se reitera año tras año, mi actitud fue cambiando. Cuando pasé de niña a mujer el saludo no causaba molestias, más bien ayudaba a confirmar una especie de status, de rol en la sociedad. Pero el tiempo pasa, y cambian los puntos de vista.
Mi punto de vista cambió. Yo soy mujer, pero ante todo soy ser humano. Soy mujer, pero no por eso voy a pedir un trato preferencial. Soy mujer, y me la banco.
Puede ser que ahora estén pensando que la retórica, que hasta ahora era utilizada cuidadosamente, se fue a los caños.
Lo que sucede es que con los años otra cosa que se aprende es a mirar más allá de las formas. La vida enseña que no todo es lo que parece, que si bien los deseos de felicidad en general son sinceros, muchos aprovechan este día para aparentar estar preocupados por la situación de la mujer en el mundo.
Es por esto que llueven los actos, los discursos, los homenajes… pero acciones, verdaderas y productivas, se ven muy pocas. Mucha palabra y poco accionar ante el tráfico de mujeres con fines de prostitución, ante el abandono de niñas en orfanatos de la China, ante el sometimiento servil al que se ven obligadas en algunas culturas, ante el pago de salarios inferiores a los hombres, ante la falta de oportunidades de trabajo o de educación, ante la violencia doméstica…
Como persona que soy pretendo un trato justo. No quiero privilegios, sólo la misma tolerancia en los errores y la misma gratificación ante los aciertos.
Soy conciente de que también los hombres sufren atropellos: un gran número murió en defensa de sus derechos, otros fueron y son empleados para realizar trabajos esclavizantes por míseras pagas, niños son víctimas hoy como ayer de pedofilia y seguramente ustedes también conocerán casos particulares en los que los hombres son víctimas y no victimarios. Pero que yo sepa, no existe ningún “Día del Hombre”.
Fueron muchos los siglos en los que la mujer no tuvo voz ni voto. Muchos en los que no tuvo voto. Hace menos de un siglo que podemos decir que poseemos el derecho de hablar y de votar, y no fue fácil. Muchas tuvieron que morir, muchas que agachar la cabeza. No fue gratis.
Es por todo esto que no puedo tomar este día a la ligera y recibir saludos y flores alegremente.
Es un día más.