viernes, abril 19, 2024

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Crónicas en domingo. Las palabras

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Silvia Guillot

Las palabras.

Todo lo que se dice debe constar en actas, y no habría problemas con esto si no fuera que en más de una ocasión solo bastaría con la palabra.

Cada vez más devaluada, ha llegado al punto de convertirse en una cáscara vacía de contenido. Una cáscara que es apreciada por lo original de su estructura o lo reaccionario de su utilización, pero que carece de peso propio.

Se habla, se enuncian palabras bonitas, sonoras, divertidas, específicas, eruditas, pero huecas, porque las palabras no tienen su continuidad en la acción ni expresan una idea sincera. El juego de palabras, el doble sentido y la ironía han pasado de ser divertidas o inteligentes maneras de utilizar el lenguaje a ser el lenguaje en sí. Pocos dicen lo que piensan de manera directa y llana, aún cuando debieran hacerlo.

Es preocupante.

Es más preocupante aún si se toman como ejemplos situaciones como las vividas en la Cumbre del Grupo Río en República Dominicana hace unos años. No es difícil deducir la causa de esta preocupación: las palabras tienden a ser huecas pero agradables o movilizantes para el auditorio de turno.

El auditorio de turno, en este caso, fue el pueblo latinoamericano que seguía con preocupación los sucesos conflictivos entre Colombia, Ecuador y Venezuela.

Todo terminó, al menos la Cumbre terminó, con una serie de palabras de (dudosas) disculpas, de (esperadas) promesas y de perdón (a disgusto).

Por supuesto, todo quedó asentado en actas.