martes, abril 16, 2024

Locales

El Deporte como construcción social

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Por  Licenciado Raúl Oscar Martínez

El término deporte es una expresión con muchos significados. Se lo utiliza para designar prácticas muy diferentes: practicas profesionales, recreativas, de adultos, actividades cercanas al juego y muy próximas al trabajo. Existen prácticas deportivas o por lo menos significadas como deporte, cuyas formas competitivas no han sido institucionalizadas. Las formas de organizar el movimiento humano propias de una sociedad se denominan configuraciones, configurar significa dar forma y las distintas culturas dan determinadas formas al movimiento humano y las valoran como las significan de determinadas maneras. El deporte es una de estas formas, muy típicas de determinadas culturas.

Al hablar de deporte el paradigma deportivo se quiere prescribir a la misma educación física en orden a los estatutos y leyes de anatomía, la fisiología, la biomecánica, en fin, desde la lógica del entrenamiento deportivo y sus aplicaciones al campo de la prevención de la salud. Concebir al deporte junto con la gimnasia, los juegos y las actividades en la naturaleza como formas y saberes culturales transmisibles implica comprender que la dimensión humana que es nuestra esencia se realiza en el contacto interactivo, de construcción, apropiación y de expresión con los saberes, procedimientos y valores culturalmente construidos, organizados y significados por la sociedad.

Elías: entendía el deporte como una problemática sociológica, muchos de los mismos que se practican se originaron en Inglaterra, algunos con más popularidad que otros. El tiempo que lleva un proceso de difusión y adopción siempre constituye un dato significativo a la hora de realizar un diagnóstico sociológico, en algunos países algún deporte fue cobrando arraigo, en la misma medida en que aumentaba la práctica de las actividades deportivas.

Bourdieu: Planteaba distintos interrogantes, planteaba los consumos deportivos por nivel de escolaridad, edad, sexo o profesión, esto lleva a no sólo hablar sobre las relaciones que existen entre estas prácticas y las variables, sino también sobre el sentido mismo que tienen estas prácticas en las relaciones. Sin forzar demasiado a la realidad, es posible considerar al conjunto de las prácticas y consumos deportivos que se ofrecen a los agentes sociales. En primer lugar habría que saber si existe un espacio de producción, con una lógica e historia propia, dentro del cuál se engendran los “productos deportivos”, es decir, el universo de prácticas y consumos deportivos disponibles como socialmente aceptados en un momento determinado. En segundo lugar, habría que ver cuales son las condiciones sociales de posibilidad para la apropiación de los diferentes “productos deportivos”.

Entiendo que la principal virtud educativa del deporte reside en su carácter de juego y en las exigencias que plantea a la capacidad de adaptarse a situaciones cambiantes y nuevas, el deporte en sí, no existe, es un concepto, una abstracción. Lo concreto, lo que verdaderamente existe, son deportes, con arraigos y tradiciones disímiles en las distintas regiones y lugares del país. El interés de los adolescentes y jóvenes por los deportes no es generalizado, ni indiscriminado, obedece a motivos personales y sociales, relacionados con sus historias familiares y particulares, con tradiciones y significaciones regionales.

Las ofertas deportivas escolares deben contemplar las idiosincrasias locales, regionales, los intereses y posibilidades institucionales como también las elecciones individuales. El deporte no es nocivo sino que depende de la actitud con que se lo practique. Se hace un necesario un análisis crítico de los deportes y de las formas que adquiere su práctica actual, que permite una apreciación más ajustada a sus valores y perjuicios, en términos educativos y en función de su transposición como contenidos escolares.

Practicar los deportes sin los debidos recaudos corporales, sociales y morales, puede contribuir a instalar un sentido de rivalidad, de competencia extrema y cierta estandarización. Si se quiere superar la mera instrucción y la mera maestría técnica, no solo requiere precauciones prácticas sino consideraciones teóricas que van más allá de juzgarlo perverso o saludable. La gran virtud del deporte reside en su carácter de juego y en las exigencias que plantea la capacidad de adaptarse.

Es preciso pensar en el deseo y esfuerzo porque la gente se vincule con la práctica activa del deporte. Muchos de nuestros alumnos se relacionan con el deporte, posiblemente en el futuro como espectadores, dirigentes o serán deportistas. Esto hace que al lado de los contenidos correspondientes a la lógica de los deportes sus técnicas, tácticas, estrategias, la prevención, la higiene, los beneficios y perjuicios de su práctica en relación con la salud aparezcan seguramente  estén relacionados con el comportamiento de su ser.

Es probable que algunos de nuestros alumnos accedan a prácticas deportivas institucionalizadas y otros no. Esto justifica la inclusión de contenidos referidos a los compromisos corporales, motores, psíquicos, grupales, sociales, otros. Hay muchas formas de entender el deporte y practicarlo sino también de realizar los ejercicios físicos, formas puras o sanas con arreglo a la verdadera existencia. Considero que la relación entre los ejercicios físicos, el deporte y la salud, elaborado como un conjunto de formaciones meramente técnicas respecto a supuestos objetivos de la realidad biológica del cuerpo y respecto a otros objetivos de la salud.

Cuerpo y salud: una adhesión a incondicional a ciertas dimensiones del poder; las que definen, determinan y proponen o imponen un estilo de vida normalizado y previsible cómo modelo de orden social, las que definen, determinan y proponen el determinado estilo de vida sano o saludable.

Para finalizar, el sujeto está construido u objetivado por las prácticas discursivas o no discursivas, es un efecto de ejercicio del poder que lo normaliza (compara, diferencia, jerarquiza, homogeniza, excluye) y la historia debería prescindir de obras individuales, autores, libros y grandes temas para ser escrita de nuevo sólo en función de los discursos y las reglas de la discursividad, las cuales permiten reflejar dichas  relaciones de poder.