viernes, abril 19, 2024

Opinión

OPINIÓN: Debacle financiero igual a peligro más oportunidades

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Integrantes del Frente Grande en reuniones nacionales. El primero a la izq. Juan Carlos Stranges

Por Juan Carlos Stranges*

El diálogo en la política es tan imprescindible como el compromiso. El panorama que se despliega ante nosotros requiere gran fortaleza y templanza. Las acciones concurrentes del diálogo y del compromiso fijan objetivos programáticos que van más allá de las necesarias reivindicaciones acerca de la moral pública y de la calidad de las instituciones. El postmodernismo y la globalización nos sitúan en un contexto internacional único de neto corte capitalista financiero especulativo.

La crisis mundial no es como algunos quieren presentarla un cataclismo “natural”. Tampoco es un desajuste técnico entre quienes supervisan el funcionamiento del corazón financiero del capitalismo forjado en estas tres últimas décadas. Es la crisis de un paradigma, de un modo de concebir el mundo y la sociedad en el que la producción de bienes, servicios y conocimiento fue desplazada del centro de la economía por la especulación financiera. Sus consecuencias fueron la mayor concentración de riqueza de la historia, el despojo sistemático de las naciones débiles, un orden comercial mundial en el que bajo la consigna del “libre comercio” se desarrollaron las peores prácticas proteccionistas de las principales potencias en perjuicio de los países en desarrollo.

Sobradamente conocemos los argentinos esa concepción del mundo. Fue la que predominó de manera hegemónica entre nosotros en los años de lo que modestamente fueron llamadas “reformas promercados”. Y que en realidad fue un proceso brutal de concentración de las riquezas para los grandes grupos económicos, de desindustrialización, de deterioro institucional del Estado que fue rediseñado en función de una tarea central y excluyente: la de garantizar la llamada “seguridad jurídica” de ese proceso de despojo. De esta manera asistimos en la década del noventa a la consumación del proceso de desmantelamiento y pauperización del país que había puesto en marcha la última dictadura militar.

Crisis encierra peligro más oportunidades. Sabemos que corremos peligros pero la toma de decisión de construir un futuro inclusivo, con mayor equidad y oportunidad para todos, nos pone ante una encrucijada histórica. Hoy existe un nuevo temple en nuestro país. El Estado ha dejado de ser una mala palabra. Su intervención activa en la regulación de los mercados con una orientación productivista y de redistribución social de los recursos está hoy en el centro del debate. Los gurúes del neoliberalismo pretenden atribuir la mayor fortaleza del país ante la crisis, que no pueden negar, a un designio del azar. El “viento de cola” de la economía mundial habría puesto a nuestro país, según ellos, en las condiciones de un superávit comercial y fiscal, un considerable nivel de reservas y la fortaleza general de sus fundamentos. Esconden la lucha política que rodeó cada una de las decisiones de los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner: la resistencia que tuvo el modo en que el país negoció la deuda, la discusión electoral sobre el enfriamiento de la economía que postulaban las derechas, la decidida apuesta del país por un MERCOSUR orientado a ser una comunidad productiva y no sólo un ámbito de libre comercio y el rechazo del ALCA, entre otros muchos episodios decisivos de estos años.

Los sectores de privilegios intentaron e intentan llevar al país a la ingobernabilidad. Los paladines del reclamo del campo hieren al gobierno planteando “el desgaste “, buscando convertir la derrota del gobierno y de este proceso histórico contra aquellos que se atrevan a soñar y luchar por un país más justo. Contaron con la colaboración de ciertos sectores autodenominados “de izquierda” que actuaron de coro para esa epopeya desestabilizadora de las nuevas derechas argentinas. Con los mismos argumentos “federalistas”, de supuesta “defensa de la producción” actuó y actúa el separatismo boliviano contra el gobierno de Morales. Asimismo procede la derecha en Ecuador y en Venezuela.

La construcción política camina más lento que la contestación social. El arte de la construcción política supone una firmeza más prolongada en aproximar posiciones, el consenso es un arte que prefigura un estilo de gobierno pero debemos entender que la confrontación se instala como camino para resolver problemas por la disputa con los sectores de privilegios que no quieren ceder y apuestan al desgaste del proceso nacional. Estas son las etapas del descreimiento que hay que atravesar.

No puede subestimarse la existencia, de lo que la presidenta llamó el 10 de diciembre del 2007 en asunción, una dura batalla cultural, y la necesidad de un proyecto productivo diversificado con inclusión social que se convierta en un valor central para la amplia mayoría de los argentinos. Una batalla cultural de tal magnitud nos obliga a tener una enorme exigencia con nosotros mismos, los que apoyamos decididamente el proceso de cambios en marcha. Somos conscientes de que muchos que militaron en el conflicto agrario de los últimos meses contra las posiciones del gobierno pueden y deben ser convocados con amplitud y generosidad a esta empresa democrática y transformadora. Los prejuicios antipopulares y antiperonistas pueden ser neutralizados sin necesidad de detener o desviar el rumbo de las reformas.

Las oportunidades son los desafíos que hoy tenemos para todos.

Los adversarios a los cambios han mostrado su capacidad de unidad y coordinación.

Resulta decisivo en la etapa en que entramos la unidad para la puesta en marcha de la construcción de un nuevo sujeto de cambio en nuestro país.

Hace falta construir una referencia de unidad programática y práctica del campo popular que pueda expresarse a todos los sectores nacionales, ya que el ciclo de reformas neoliberales han fracasado, y la intervención del Estado es una necesidad ineludible para todos.

*Presidente – Partido Frente Grande Necochea – Frente para la Victoria