miércoles, abril 24, 2024

Locales

Queridos amigos:

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Por Antonio Elio Brailovsky

Como ustedes saben, el más importante de los temas ambientales es el agua. La contaminación no es sólo un daño a los recursos naturales sino también una amenaza física contra nosotros mismos. Somos agua en un 70 por ciento de nuestro cuerpo y lo que le pase al agua tarde o temprano nos va a pasar a nosotros.

Sin embargo, la globalización ha representado una seria amenaza para el abastecimiento de agua a muchas comunidades. La ideología de que todo debe ser reducido a dinero a llevar a privatizar los servicios de abastecimiento de agua potable en numerosas ciudades. Como resultado, el servicio se ha encarecido y cientos de miles de personas en América Latina han sido desconectadas por no poder pagarlo.

De este modo, se ha desconocido la característica esencial de ese servicio, que lo diferencia de cualquier otro, Y es que cuando los teléfonos funcionan mal, la gente se enoja. Pero cuando el agua funciona mal, la gente se muere. Esto hace que tener teléfono no sea un derecho humano, pero sí lo es tener agua.

Por supuesto, el conflicto se da entre quienes piensan el agua como negocio privado y quienes la piensan como derecho humano, con todas las implicancias de ambas posturas.

En esta entrega, ustedes reciben:

    * La convocatoria de una cantidad de ONG´s, agrupadas en Ecofondo, para lograr un plebiscito en Colombia para declarar el agua como derecho humano y que se la saque del lucro y las privatizaciones. En un país en guerra, un grupo de organizaciones sociales están juntando firmas para lograr un cambio de la Constitución que declare el agua como derecho humano y asegure un mínimo gratuito a cada persona.

El movimiento por el plebiscito del agua es absolutamente increíble. Es un país en guerra civil, y sin embargo, han logrado armar una cadena de 1.200 organizaciones civiles que están pidiendo firmas para posibilitar el referendum. Juntaron 250 mil para habilitar el operativo y creen poder llegar al millón 400 mil para reclamar el cambio constitucional. Esto muestra que la gente está cansada de que las únicas opciones sean alguno de los bandos en guerra. La gente firma en los recitales de música, en festivales, etc., de a muchos miles cada vez.

Las organizaciones incluyen sindicatos, cooperativas de agua, grupos de estudiantes, comunidades indígenas, grupos de pueblos negros, partidos políticos de oposición y todo lo imaginable. Lo hacen en una sociedad sensibilizada, ya que hay decenas de miles de personas a las que les cortaron el agua porque no la pueden pagar. Realmente me encuentro con un estilo de participación ciudadana masiva, algo nuevo para quienes vivimos en un país cuya clase política le tiene terror a la participación ciudadana.

§       Un capítulo del libro «Oro Azul», de Maude Barlow y Tony Clarke, publicado por Paidós de Barcelona. Allí analizan una serie de conflictos vinculados con la privatización del agua en América Latina. Nos interesa mostrar cómo un muchas partes se ha hecho creer a los vecinos que la eficiencia de la empresa privada se traduciría en mejores servicios y no sólo en mayores ganancias.

    * La obra de arte que acompaña esta entrega es una pila bautismal realizada por el artista italiano de barroco Pietro Galli. El ángel que la protege nos recuerda nuestra necesidad de defender el agua como derecho humano.

Un gran abrazo a todos.

ECOFONDO. PROYECTO DE PLEBISCITO POR EL AGUA EN COLOMBIA

TEXTO SOBRE OBJETIVOS Y ALCANCES DEL REFERENDO ACORDADO POR LA COMISION NACIONAL DE DEFENSA DEL AGUA Y DE LA VIDA

El referendo se propone consagrar en la Constitución Nacional que el agua en Colombia es un derecho inherente a la persona humana y a los demás seres vivos,  y es un bien común de uso público que pertenece por tanto a la Nación colombiana.

En consecuencia, el acceso al agua será un derecho fundamental y toda persona podrá acceder a ella en todos sus estados, lo cual incluye el derecho a disponer de agua limpia o potable para el consumo doméstico, es decir para beber y para satisfacer las necesidades de higiene y preparación de alimentos y que el consumo humano es prioritario frente a otros usos. Esto implica el establecimiento de una cantidad mínima necesaria para cada hogar, en forma gratuita, independientemente de su situación cultural, religiosa, social, de género, geográfica o económica.

Para garantizar plenamente tales derechos, sólo el Estado, mediante entidades de prestación de servicios públicos y sin ánimo de lucro, deberá realizar la prestación y la gestión directa e indelegable de los servicios de abastecimiento, disposición y saneamiento. Se exceptúan de este principio las organizaciones comunitarias que se hayan constituido para este fin como instituciones de utilidad común, sin ánimo de lucro, o que se constituyan en el futuro de la misma manera. Estas organizaciones comunitarias deberán contar con el apoyo del Estado para la prestación de un servicio adecuado y de buena calidad a las comunidades que así se organizan para satisfacer sus necesidades.

Reconociendo que el agua es sagrada para los pueblos indígenas y elemento fundamental del territorio de las comunidades afrodescendientes, el Estado deberá preservar y garantizar el goce efectivo de estos derechos de estas comunidades de acuerdo con sus usos y costumbres.

El Estado deberá dar especial protección y fomentar la conservación de los cuerpos de agua superficiales y subterráneas,  los ecosistemas estratégicos para el ciclo hidrológico y en particular las zonas necesarias para la recarga de los acuíferos.  Dicha protección incluirá la prohibición de realizar actividades que constituyan riesgo para dichos ecosistemas y para sus funciones en relación con el mencionado ciclo hídrico.

El desafío ante la privatización de los sistemas de agua en Latinoamérica

Por Tony Clarke y Maude Barlow

A menudo bebemos un vaso de agua sin reparar apenas en el valor de este recurso. Sin embargo, según estimaciones recientes de la Organización de Naciones Unidas, en el planeta hay 1.300 millones de personas que carecen de un acceso adecuado al agua potable, y 2.500 no disfrutan de un sistema de saneamiento apropiado. En todo el mundo, hay seres humanos que arriesgan la vida en conflictos bélicos por el problema del acceso al agua dulce. Aunque estas luchas no son nuevas, pues el agua ha sido siempre un elemento esencial para la vida y la naturaleza del planeta, se intensifican a medida que el agua se convierte en un recurso cada vez más escaso y lucrativo. Como ya preveía el ex vicepresidente del Banco Mundial a finales de los años noventa, ‘Las guerras del siglo XXI se librarán a causa del agua’.

Las batallas del agua

Uno de los puntos más conflictivos de las batallas por el agua es Latinoamérica. De hecho, la primera gran guerra del agua del siglo XXI estalló en Bolivia cuando el Banco Mundial exigió, para la renovación de un préstamo de 25 millones de dólares, la condición de que se privatizasen los servicios de agua del país más pobre de Latinoamérica. En cuanto se vendió el servicio municipal de agua corriente de Cochabamba [cuya población supera la cifra de 500.000 habitantes] a Bechtel, una poderosa empresa estadounidense, el precio del agua aumentó de forma notable en enero y febrero de 2000. Decenas de miles de habitantes tomaron las calles de Cochabamba para expresar su descontento por el aumento de los precios y los consecuentes cortes de suministro. Al final, la escalada de las protestas derivó en una huelga general que paralizó la economía de la ciudad, medida que obligó a Bechtel a hacer las maletas y huir del país. Pero no por mucho tiempo. La gran corporación regresó de nuevo con un pleito de 25 millones de dólares contra el gobierno boliviano, al que exigía el pago de indemnizaciones por pérdida de beneficios.

En otras zonas del dominio hispanohablante, se han librado duras batallas por el agua en otros frentes, sobre todo en ciertas regiones de Latinoamérica.

En Argentina, las asociaciones de consumidores y otros grupos han luchado durante una década contra la privatización de la red de agua corriente pública por parte del gigante empresarial francés Suez, que ha generado un proceso de corrupción generalizada, además de la contaminación del Río de La Plata y beneficios sin precedentes.

En Uruguay, una coalición de trabajadores y asociaciones ha promovido un referéndum nacional con el fin de lograr una enmienda constitucional que garantice el agua como derecho humano y bien público, fuera del alcance de las grandes empresas con fines lucrativos. Cuando una empresa filial de la compañía de aguas española Aguas de Bilbao recibió la concesión del suministro de agua con fines lucrativos en la provincia de Maldonado, los precios del agua aumentaron y los suministros se contaminaron.

En Chile, los grupos ecologistas han protestado enérgicamente contra la venta de los sistemas fluviales. Durante el régimen de Pinochet, el 80% de los ríos se vendió al sector privado con el fin de facilitar la utilización del agua para la producción de energía y el consumo agrícola. La compañía española ENDESA ha adquirido gran parte de los sistemas fluviales de Chile para desarrollos principalmente hidroeléctricos.

En Perú, los ciudadanos de las zonas más pobres han emprendido una lucha armada contra los precios abusivos del agua. En Lima, los pobres pagan a un vendedor privado hasta tres dólares por metro cúbico de agua, suministro que deben recoger y transportar en cubos por sus propios medios y que, a menudo, contiene agua contaminada. Los ciudadanos más opulentos, en cambio, pagan 30 centavos por metro cúbico de agua tratada que sale por el grifo de sus viviendas.

En Guatemala, los campesinos, trabajadores y ecologistas locales protestan contra la construcción de 5 presas en el río Usumacinta, que recorre gran parte del territorio guatemalteco y mexicano meridional. Además de la generación hidroeléctrica, el proyecto se utilizará para bombear agua desde Usumacinta hasta la península de Yucatán, con el fin de aportar irrigación a los macrocultivos agrícolas destinados a la exportación, proceso que ya ha dañado la mayor parte del sistema ribereño de Guatemala. La inundación de la tierra supone una amenaza también para el sustento de la población local.

En México, la población indígena del estado de Chiapas, en el extremo meridional, se prepara para emprender una batalla contra Coca-Cola, empresa que intenta asegurarse el control de las reservas de agua más importantes del país. En un país donde la mayor parte de la población sufre recortes de agua, más del 30% de los suministros de agua dulce se encuentra precisamente en la región de Chiapas, donde la multinacional Coca-Cola se ha posicionado para controlar los acuíferos locales, presionando a los gobiernos locales para utilizar leyes de zonificación preferencial con el fin de incrementar el control privado sobre los manantiales.

Crisis del agua

Bajo estas batallas locales subyace una crisis mundial del agua, cada vez más aguda. En la actualidad, 31 países sufren una grave escasez de agua. En menos de un cuarto de siglo, se calcula que dos tercios de la población mundial no tendrán acceso adecuado a los suministros de agua dulce. Es más, el mundo se divide cada vez más entre las regiones ‘ricas’ y ‘pobres’ en lo que se refiere a recursos de agua.

Esta es, de hecho, la paradoja que caracteriza gran parte de Latinoamérica en nuestros días. Por un lado, Latinoamérica disfruta de gran abundancia de manantiales de agua dulce. El 20% del residuo líquido mundial -la fuente de agua renovable que constituye nuestros suministros de agua dulce- proviene sólo de la cuenca del Amazonas. Brasil tiene más agua que ningún otro país, pues dispone de la quinta parte de los recursos de agua del planeta. El territorio latinoamericano alberga cuatro de los 25 ríos más caudalosos del mundo -Amazonas, Paraná, Orinoco y Magdalena-, además de algunos de los lagos más grandes, entre los que se cuentan el Maracaibo en Venezuela, el Titicaca en Perú y Bolivia, el Poopó en Bolivia, y el Buenos Aires, compartido por Chile y Argentina. En consecuencia, los latinoamericanos deberían tener una de las asignaciones de agua dulce per cápita más elevadas del mundo, algo menos de 3.100 metros cúbicos por persona al año.

Pero por otro lado, algunas zonas de Latinoamérica sufren una sequía tan acuciante, que aproximadamente el 25% del continente se considera árido o semiárido. Se incluyen ahí no sólo desiertos naturales como la Patagonia, al sur de Argentina, o el de Atacama en el nordeste de Chile, sino también otros provocados por el hombre en amplias zonas de Perú, Bolivia y el noroeste de Argentina. Más al norte, el Caribe carece de manantiales de agua dulce, puesto que no pueden fluir ríos por sus exiguos territorios. En la mayor parte del Valle de México, los desiertos naturales se funden ahora con los provocados por el hombre. De hecho, Ciudad de México, antaño rodeada de lagos, está esquilmando sus últimos acuíferos accesibles. En efecto, el ciudadano medio sólo puede acceder a 28,5 metros cúbicos anuales, menos del 1% de los 3.100 de que debería disponer cada persona al año.

He aquí la paradoja latinoamericana: la escasez de agua en una tierra con importantes recursos acuáticos naturales. Más de 130 millones de personas carecen de suministro de agua potable en sus hogares, y se calcula que sólo una persona de cada seis cuenta con redes de saneamiento adecuadas. La ciudad brasileña de São Paulo, pese a que pertenece al país con más manantiales de agua dulce del mundo, afronta una seria amenaza de racionamiento, pues su suministro de agua depende de fuentes que están cada vez más alejadas de la ciudad, y el coste del transporte supera la capacidad adquisitiva de muchos habitantes. Además, la situación empeora constantemente, pues las medidas políticas que fomentan la agricultura industrial desplazan cada año a millones de agricultores de pequeña escala a los barrios periféricos de las ciudades.

Al mismo tiempo, los recursos de agua dulce latinoamericanos sufren también problemas de contaminación constantes. En toda la región, las cuencas de ríos y lagos y los hábitat acuáticos se convierten a menudo en contenedores de basura, desagües de minas o depósitos de residuos agrícolas e industriales. La mayor parte de las aguas residuales vierte directamente en los ríos, lagos o canales sin tratamiento de ningún tipo. En las zonas maquiladoras de la frontera entre México y Estados Unidos, la contaminación industrial es tan perniciosa, y el agua limpia llega a ser tan escasa, que los bebés y los niños beben Coca-cola o Pepsi en lugar de agua. Paradójicamente, el país más contaminante de la región es Brasil, que también es el que ostenta el récord de mayores recursos de agua dulce. Brasil permite la contaminación química e industrial masiva, así como los vertidos de mercurio provenientes de las minas de oro. Sólo una parte de la Europa del Este y China superen los niveles de contaminación acuática de Brasil.

 

Paralelamente, la demanda mundial de agua dulce se duplica cada 20 años, es decir, a un ritmo más de dos veces superior a la tasa de crecimiento de la población. En la actualidad, en muchas zonas del mundo los grandes derrochadores de agua son las industrias de alta tecnología y la agricultura industrial, no los hogares individuales. Los sistemas de riego agrícola consumen alrededor del 65%-70% del agua, principalmente para producir alimentos destinados a la exportación; el 20%-25% se dedica a fines industriales, entre los que se incluye la producción de chips de silicio de alta tecnología; y el 10% restante es para uso doméstico. Si se mantienen estas tendencias, antes del año 2025 la demanda de agua excederá los recursos terrestres en un 56%.

Los científicos advierten que una seria amenaza de crisis se cierne sobre el ciclo hidrológico del planeta. Este ciclo regula que cada gota de agua que se evapora de una planta, lago, pantano, río o de la superficie terrestre vuelva a precipitar sobre los bosques, lagos, pastos, praderas, contribuyendo así al equilibrio natural. Pero si esa gota cae sobre una acera o un edificio, no es absorbida por el suelo y, por tanto, no llega al mar. A medida que la superficie terrestre se despoja de bosques y praderas, mayor es el número de manantiales y arroyos que se agotan y menores son las precipitaciones que vierten sobre la cuenca de los ríos.

Si la especie humana continúa expandiendo sus ciudades e industrias al ritmo actual, cabe esperar que se intensifique la amenaza del ciclo hidrológico terrestre hasta el punto de que el agua deje de ser un recurso renovable. Ciudad de México, por ejemplo, ya depende de acuíferos para el 70% de su suministro de agua y está dilapidando estas fuentes subterráneas a un ritmo 80 veces superior al de su recuperación natural.

Movimiento del agua

Como reacción ante la crisis mundial del agua y los programas de los magnates de este recurso, ha surgido un nuevo movimiento social, integrado por campesinos, indígenas, trabajadores, consumidores y un amplio rango de organizaciones ciudadanas comprometidas con la lucha por el agua. Su mensaje principal es que el agua es un elemento esencial de la vida y, por tanto, toda el agua pertenece a la naturaleza y al hombre. El agua es un derecho humano universal. No es un recurso que pueda convertirse sin más en un artículo destinado a la compraventa en el mercado. Tampoco es un servicio que deba gestionarse y distribuirse desde el sector privado en función de la capacidad adquisitiva del consumidor. El agua, esencia y fuente de vida en este planeta, es patrimonio común y una responsabilidad sagrada. En otras palabras, el agua pertenece a ‘los bienes comunes’, esos espacios no lucrativos de la vida que deben conservarse para la naturaleza y la humanidad.

En su mayor parte, los programas de acción de este movimiento del agua tienen su origen en cuatro principios interrelacionados: [a] igualdad del agua — el agua, como derecho humano universal, debe distribuirse equitativamente a toda la humanidad, no en función de los principios del mercado y la capacidad adquisitiva; [b] conservación del agua — el agua debe conservarse en sus cuencas naturales, evitando su derroche o mala utilización, con el fin de que se renueve el ciclo hidrológico y perdure este recurso para las generaciones futuras de este planeta; [c] calidad del agua — esa agua, elemento vital, debe protegerse de la contaminación causada por los vertidos de residuos químicos o industriales; y [d] democracia del agua — el agua se protege y gestiona mejor a través del sector público, con la participación directa de la comunidad en las decisiones relativas a su extracción, consumo y distribución.

En Latinoamérica, este movimiento del agua se manifiesta como una nueva alianza. El 22 de agosto de 2003, 47 organizaciones ciudadanas de 16 países americanos se reunieron en San Salvador para emprender un nuevo movimiento llamado ‘RED VIDA’. Al mismo tiempo, definieron su plataforma de acción en una ‘Declaración para la defensa del derecho al agua’.

A través de esta nueva alianza, los grupos miembros aspiraban a construir una red de apoyo y solidaridad con las diversas luchas que se libran contra la privatización de los servicios de agua urbanos; contra los diques, desvíos y trasvases de los sistemas fluviales, que tienen una repercusión negativa en la naturaleza y en el nivel de vida de la población; contra la exportación masiva del agua de los ríos, lagos y arroyos; y contra la rápida reducción de los acuíferos subterráneos.

Antes de su constitución, los grupos miembros de RED VIDA se sumaron a otros activistas de Asia, Africa, Europa y Norteamérica para hacer frente común contra los agentes de la privatización en el Forum Mundial del Agua de Kyoto (Japón) en marzo de 2003. Al organizarse en brigadas de ‘el agua es vida’, lograron organizar un serio debate sobre los principales asuntos en varias sesiones temáticas, impidiendo así que el Banco Mundial y las tres grandes corporaciones del agua alcanzasen un consenso en cuanto a los principales puntales de su proyecto de privatización. En enero de 2004, los miembros de RED VIDA también desempeñaron un papel activo en la creación y desarrollo de un ‘Movimiento del Agua Mundial de los Pueblos’ en Nueva Delhi (India). En la cumbre de Nueva Delhi, celebrada en vísperas del Foro Social Mundial de Mumbai, intervinieron participantes de 64 países que, a su vez, desarrollaron una plataforma internacional para la educación y la acción en asuntos relativos al agua.

Este nuevo movimiento, no obstante, no está sólo comprometido con la movilización de la resistencia ante la privatización del agua, sino que pretende construir también modelos alternativos de gestión de este recurso. Como alternativa al modelo de ‘sociedad privada-pública’ promovido por el Banco Mundial y las tres grandes compañías del agua, por ejemplo, el movimiento ha comenzado a defender un modelo de ‘sociedad pública-comunitaria’ que se ha desarrollado y probado en Porto Alegre (Brasil).

En esta ciudad de más de 3 millones de residentes, los servicios de suministro de agua pasaron de nuevo a manos públicas después de un período de gestión privada, según un nuevo modelo que requería mucha mayor participación comunitaria en la toma de decisiones acerca del tratamiento de los recursos. El servicio público de agua no sólo ha resultado ser viable desde el punto de vista financiero, sino que además ha mejorado y ampliado los servicios de aguas de modo que satisfagan las necesidades de toda la ciudad. Actualmente, los ciudadanos de Cochabamba (Bolivia) están desarrollando un modelo similar de gestión pública de los servicios de agua, basada en la colaboración comunitaria.

Por último, parece que este movimiento en ciernes refleja una nueva concepción de la inminencia y tenacidad de la lucha, rasgo que lo diferencia de otros movimientos sociales. Al organizar las campañas, los activistas del agua parecen decididos a trazar una línea en la arena. Claramente la población y las comunidades no pueden vivir sin agua. Para muchos, la lucha es cuestión de vida o muerte. Por tales motivos, la reivindicación de democracia en la distribución de este recurso no puede y no debe ser silenciada.