jueves, marzo 28, 2024

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LIBROS: Saramago recuerda en un libro su infancia pobre pero feliz

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En «Las pequeñas memorias», obra recién editada en la Argentina, el escritor portugués José Saramago intenta recuperar al niño que fue a partir de una serie de relatos que dejan el descubierto el contraste entre una infancia marcada por las privaciones materiales pero plagada de recuerdos felices.

El libro, publicado por el sello Alfaguara, consiste en un relato de memorias de infancia del Premio Nobel de Literatura que permite adentrarse en «el laberinto fantástico de su mundo infantil», un período que abarca desde los cuatro hasta los quince años de edad.

Hace unos días, durante la presentación de la obra en España, Saramago (Azinhaga, Portugal, 1922) aseguró que esta autobiografía le sirvió para conocerse mejor.

«Me interesa conocer mi relación con ese niño que fui. Ese niño está en mí, siempre ha estado y siempre lo estará. En muchas ocasiones, es muy bueno dejarse llevar por el niño que hemos sido y nunca olvidarnos de su existencia», indicó en esa oportunidad.

El escritor recuerda su infancia con cariño y dice que a veces es sorprendente lo que se puede recordar, «las circunstancias, los olores y hasta los sabores», aún cuando se piensa que la memoria no guarda nada de los primeros años de nuestras vidas.

El año pasado, cuando inició la escritura del libro, fue particularmente difícil para la salud de Saramago: un hipo crónico y permanente le impedía dormir, le hizo perder peso y estuvo a punto de derivar en graves complicaciones.

En esas condiciones, el Nobel encaró sus recuerdos de infancia, los del niño criado en un pequeño pueblo rural de Portugal, inmerso en la pobreza y el hambre, y con el telón de fondo de una época convulsa: la Guerra Civil española, el nacimiento de las dictaduras de Hitler y Salazar, y la Europa de

entreguerras.

En realidad, la idea de escribir su autobiografía le rumiaba desde hace dos décadas, cuando pensaba en volcar su memoria más íntima en un libro que iba a llamar «El libro de las tentaciones», título que decidió cambiar al actual, ya que «son memorias pequeñas, de un niño pequeño».

Con una escritura despojada, el autor de «Memorial del convento» repasa eventos cotidianos -casi íntimos- que lo marcaron en sus comienzos y evoca a sus seres queridos, entre ellos su abuelo.

«Pero la imagen que no me abandona a la hora de la melancolía es la del viejo que avanza bajo la lluvia, obstinado, silencioso, como quien cumple un destino que no podrá modificar. A no ser la muerte. Este viejo, que casi toco con la mano, no sabe como va a morir», recuerda en el libro.

«Todavía no sabe que pocos días antes de su último día tendrá el

presentimiento que ha llegado el fin, e irá, de árbol en árbol de su huerto, abrazando los troncos, despidiéndose de ellos, de las sombras amigas, de los frutos que no volverá a comer. Porque habrá llegado la gran sombra», continúa Saramago.

«Las pequeñas memorias» fue traducida por su esposa Pilar del Río y agrega una atractiva novedad para los seguidores del escritor: 17 fotografías de su álbum personal, con comentarios de su puño y letra.

Saramago recuerda en el libro que fue educado por una «familia de

analfabetos, que me inculcaron dolores», aunque también lo ayudaron a forjar el carácter y el pensamiento que lo ha llevado a convertirse en uno de los grandes escritores contemporáneos.

«Todos están muertos. Mis abuelos, mis tíos y mis padres no dejaron nada tangible, estaban condenados a desaparecer, pero merced a estas memorias los he puesto de pie como si estuvieran vivos. Estaban muertos y yo les resucité. Inclusive, siento cierto temor por esta especie de poder taumatúrgico», señala.

En el libro hay pasajes «muy duros», que le dolieron mucho, como la reiterada violencia que ejercía su padre sobre su madre o el bofetón que él mismo recibió en una ocasión.

Saramago relata también cómo fue descubriendo el mundo en sus primeros años de vida, un mundo que todavía le sigue sorprendiendo y que «tiene cosas absolutamente maravillosas, aunque todos los días somos agredidos por cosas hirientes».

«El problema no es el mundo, sino el hombre, que ha hecho del mundo un lugar lleno de injusticias, crueldades y torturas. Por eso, yo digo a veces que no nos merecemos la vida», una frase un poco retórica pero que encierra mucha verdad dentro», destaca el escritor.-